Broches

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La oficina de Tesorería irónicamente no tenía presupuesto para cosas básicas como broches para la abrochadora. Por lo que Miguel no dudó en ir pedir a Raúl unos cuantos para los expedientes.

-Hey Raúl! Por favor, salvame!-le dijo en tono tragicómico mientras se sentaba en la silla giratoria que estaba enfrente del escritorio de Raúl.

El hombre maduro lo miró sonriente desde que notó su presencia y cuando escuchó su pedido, inmediatamente escarbo en sus cajones en busca de la cajita de repuestos. Le extendió uno, aun sonriendo.

- Creo que ya te había dicho-sonrió-cualquier cosa que necesites, tenes que venir a mi.

Miguel tragó saliva, asintió levemente y tomó la tira de broches. Salió de esa oficina lo más rápido que pudo.

Estaba sonriendo como idiota, trató de disimular y volvió al trabajo. Le costó las miradas extrañadas de sus compañeras. Tuvo que excusarse diciendo que se acordó de un chiste. Era pésimo para disimular.


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