2. El Día Después de Ayer

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Leonard Skavish se encontraba en su despacho, leyendo un libro de tantos en su colección. Se escuchaba el ardor de la chimenea, la otra fuente de luz en la habitación junto a la lámpara. La lectura siempre le había parecido un buen pasatiempo, uno cada vez más común para descansar de lo que su mente ha vivido hasta sus sesenta y seis años. Su cabello una vez negro agarró un tono grisáceo, sus facciones del cuerpo envejecieron, pero debajo de esa piel, se escondía una energía indomable que duraría para rato.

Levantando la mirada, contempló a su lado las estanterías de libros, los cuadros de pared y lejos observó la computadora y su escritorio

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Levantando la mirada, contempló a su lado las estanterías de libros, los cuadros de pared y lejos observó la computadora y su escritorio. Estaba tan concentrado, que no escuchó el sonido de unos pasos acercándose.

— Disculpe señor, su café está listo.
Leonard volteó a ver a quien pertenecía la voz. A sus espaldas un robot Engine amarillo de vestimenta casual que sostenía en sus manos una taza de café caliente se le acercó.
— Ah, gracias, Ralph. —dijo Leonard, bebiendo un sorbo de taza, antes de ponerla en la mesa del sillón.
— ¿Necesita que le traiga algo más, señor Leonard? —preguntó educado Ralph, parado con los brazos detrás.
— No, no hace falta. Puedes retirarte.

El robot Engine se fue y el viejo continuó leyendo un poco más hasta que se detuvo. Bostezó, e inconscientemente devolvió el libro a su escritorio para seguir leyendo otro día. Fue ahí que sus ojos se fijaron en una vieja foto. En ella, Leonard sonreía acompañado por una mujer casi de su misma edad. Entre ellos, había un niño pequeño de cabello negro, que compartía el mismo color de ojos que su abuelo. Ahora que lo recordó, echó un vistazo a su reloj de muñeca. Eran las 7:30 de la noche. Peter debería haber vuelto.

— ¿En dónde estará ese muchacho?

Se levantó, agarró su bastón y salió a la sala de estar. Observó a la cocina, y allí a la mujer de la foto, quien, a pesar de su edad, conservaba su belleza de antaño. Igual que él, era blanca y con un cabello grisáceo recogido en una cola sobre su hombro. Traía lentes y una blusa verde helecho debajo de un suéter largo morado, pantalón y zapatillas.

El olor le hacía agua en la boca

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El olor le hacía agua en la boca. Su esposa jamás pierde el toque de cocinera galardonada. Vio los cubiertos servidos en el velador, justo en la pared con vista al patio trasero. Leonard se acercó y preguntó...

Supernatural's Guild: El Gremio de los SobrenaturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora