Acendrado ☪︎ Fack ☪︎

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El grupo de matones se encontraba dentro del baño de hombres, tenían a su presa, favorita, acorralada. Jack Grazer.

—P-por favor ba-basta.—suplicó, mientras que uno de los matones, lo agarraba de la camisa y lo levantaba a tal punto de quedar cara a cara.

—¿Y si no, qué?— una sonrisa burlona asomó por su rostro.— ¿Vas a gritar a que las putillas de tus amigas, las pelirojas, te salven? ¿Es eso lo que harás? ¡¿Eh, marica?!— comenzó a sacudir bruscamente al menor, y éste lo único que podía hacer era dar débiles manotazos al aire.

—Es suficiente, ya suéltalo, Jaeden.—dijo indiferentemente el chico de cabello rizado, mientras estaba recostado en la pared, observando desinteresado la escena.

El ojiverde, bufó y lo soltó, provocándole un fuerte dolor en el trasero. Los matones se fueron y el castaño se levantó adolorido. Se acercó al lavabo y enjuagó su cara, borrando todo rastro de lágrimas.
Sonrió frente al espejo, pero lo único que reflejó fue un mueca de tristeza, mezclado con el dolor, tanto físico como psicológico, rendido dejó que las lágrimas corrieran libremente por sus mejillas.

Aquel grupo homicida, conformado por Finn Wolfhard, Jaeden lieberher, Caleb MacLaughlin, Wyatt Oleff y Millie Bobby Brown, llevaba molestándolo desde los doce años, Jack desconocía sus razones y cada vez que intentaba tener una charla pacífica con ellos, siempre terminaba en el suelo, con moretones por todo su cuerpo.

El timbre sonó, dando a entender que era hora del almuerzo, salió evitando a toda costa esos pares de ojos azules que lo miraban con desaprobación cada vez que dejaba que los matones se salgan con la suya.

—¡Jack! — gritó, una reconocible voz, una voz que hizo estremecerlo. Giró sobre sus talones y les regaló una cálida sonrisa a sus dos mejores amigas, Sadie y Sophia. Él las llamaba las pelirojas S.

—H-hey ¿Qué tal?— habló, alzándo, nervioso, una mano.

Las pelirojas se quedaron estupefactas al ver la cara magullada del menor. Sabían quienes eran los responsables de esos golpes. Sadie caminó a paso rápido y agarró el mentó de Jack, examinándolo.

— ¿Por qué les dejaste hacer eso?- preguntó molesta, Sophia.— Deberías defenderte Jack, hazle lo mismo que te hacen ¿Por qué carajos no les das su merecido?

— Con violencia no se arregla nada, Sophie.

—Parece que ellos no tienen la misma ideología que tú. —musitó Sadie, toqueteando los moretones, y recibiendo quejidos por parte del menor.

— Cómo sea, si no lo haces tú, me veré obligada a hacerlo yo. Alguien tiene que detener a esa bola de idiotas descerebrados.

—Soph...

—¡No! Ni se te ocurra venir aquí con tu paz y amor, si ellos no te respetan, tampoco debemos hacerlo nosotros.

— El respeto se lo gana, Sophia.— respondió el chico serio.

—Exactamente, tú no les haces nada, absolutamente nada, los respetas, sin embargo ellos te tratan como si fueras un saco de boxeo ¿Dónde está el respeto ahí, Grazer?— el menor se quedó callado— Eso creí.

Se adentraron a la cafetería e hicieron fila con las bandejas metálicas en mano.

— Vaya pero si son las zorras baratas y el maricón.— se escuchó decir una voz burlesca, tras sus espaldas.

—¡Vaya pero si es mi grupo de payasos favorito, venga chicos háganse unas cuantas piruetas, tal vez me ria!- escupió burlona, Sophia.

Jack se encontraba al lado de Sadie, quien empezó a temblar, buscando a tientas la delicada mano del castaño. Sophia solía ser una completa bocazas. La mayoría de veces que los golpeaban a los tres, era gracias a la incontrolable boca que se cargaba la pelirroja. Ésta siempre decía que a pesar de ser molida a golpes, se sentía bien, decir lo que pensaba.