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Podía escuchar a una seis personas fuera de mi hogar, debía salir de aquí. Con armas o sin ellas, no dejaría que me asesinasen.
Demoré unos segundos en asimilar las cosas, mis padres me habían vendido a manos de Gabriel García, alías él más despiadado asesino de todo el puto país, bien hecho padres. Si llego a sobrevivir de esto les juro que yo misma clavaré un hacha en su cabeza.

Me arrastré con cuidado por la cocina, cuidando el no hacer ruido que pudiera delatarme. Un arduo trabajo faltó para llegar al pasillo en dónde estaba el sótano, abrí la puerta trampa y entré allí, al cerrarla pude sentir al fin un poco de seguridad.
—Bien, esto es perfecto —todo estaba oscuro, había olvidado arriba la linterna y no me atrevería a subir otra vez.
Palpando el aire fui buscando cada arma, pateando cajas y moviendo muebles hasta encontrar el agujero en la pared donde las guardaba, mi respiración se volvió pesada al recordar las primeras noches de depuración. Mis padres me obligaban a encerrarme en este agujero hasta que terminara la noche. Quien diría que unos años después venderían a su hija.

Apreté entre mis manos temblorosas el arma más pequeña, mi favorita. No era tan pesada y sabía perfectamente cómo usarla, llevaría esa de primera mano y las que cupieran en un bolso.
—Piensa en cosas bonitas y corre —me dije a mi misma en un susurro casi inaudible. Inmediatamente a mi mente llegaron las imágenes de Louis cantándome, no sabía el porqué, pero tenía claro que él jamas se enteraría, podía convertirse en un total imbécil si se lo cuento.

Abrí con cautela la trampilla y salí, observando a todos los lugares posibles en los que podía llegarme una bala.
El motor de un auto fue encendido, haciéndome perder el aire y pensar lo peor, acomodé la gorra que aguantaba mis esponjosos cabellos y corrí nuevamente hasta la cocina, pateando la puerta y saliendo de mi hogar, corriendo sin mirar atrás.

Las calles no estaban tan ajetreadas, aveces podía escuchar a algunas personas siendo asesinadas, risas y música. Nada de otro mundo.
Mi hombro derecho pesaba, el bolso con las armas había estado ahí desde que escapé de mi casa, ruidos volvieron a hacerse presentes, tenía el arma entre mis manos preparada para cualquier cosa. El sonido característico de una alcantarilla al ser abierta se escucho en mis espaldas, algo me tomó de la pierna y empezó a arrastrarme mientras luchaba y pataleaba por liberarme.

Entre patadas logré golpear el centro de la máscara, empujándolo hacia atrás logrando que cayera de lleno al suelo de la alcantarilla.
Me dispuse a correr, tropezando torpemente entre piedras, aferrándome al arma que tenía en mis manos. Tanto así que mi piel se tornaba de un leve tono rojizo por la presión.
Aún podía escuchar gritos desesperados, me compadecía por las personas que ahora sufrían en manos de los purgadores.

Visualicé una de esas iglesias dónde la gente anti-purga solía juntarse y pasar la noche, esperaba que fuera segura. Mas no conseguía confiarme de los guardias con armas fuera del lugar.
—No tengo más opciones... —me susurré, antes de sobresaltarme por el repentino pitido que emitió mi teléfono, me escondí entre unos basureros y encendí la pantalla, encontrándome con un mensaje de Louis.

<<¿Dónde estás?>>

El siguiente mensaje fue una invitación (o obligación) a partir hacia su hogar, en el cual probablemente estaban muchos más chicos del internado. Sorprendentemente deseaba llegar allí lo más pronto posible.

—¡LA NOCHE ES NUESTRA CHICOS! —a mis oídos llegaron celebraciones combinadas con perdidos disparos entre los lamentos, un automóvil con tres personas agonizantes amarradas en el capó, mi piel se erizaba de solo pensar en que yo podría terminar así.

La casa de Louis no quedaba lejos, nada más unas cuántas calles. Con los ojos bien abiertos empecé mi caminata, alerta a disparar por si algo lo necesitaba. Me topé con varias trampas, algunas con hachas colgantes, otras que implicaban cuerdas, pero todas con el mismo fin... acabar con mi vida.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por una cuerda abrazando mi pie y jalándolo hacía arriba, dejándome colgada de cabeza. Aquello empezaba a marearme, —¡mierda! —me quejé intentando quitar la cuerda de mi bota, no le había puesto tantas ganas hasta que observé a un grupo acercándose. Genial, todo se va a ir directo a la basura por mi distracción.

El bolso cayó de mi hombro, tomando la atención del trío quienes corrieron a revisarlo. Para mi suerte, el arma y mi cuchillo seguían intactos.
Me estiré hasta alcanzar el cuchillo, tomando la cuerda mientras la manada de abajo estaba ocupada con mi bolso, dispuesta a cortarla, —vamoooos... —arrastré la última palabra, cayendo al suelo de lleno cuando la terminé. La cuerda estaba rota, y para mi gran suerte el grupito aún no abandonaba el lugar.

—Mira lo que tenemos aquí, una pequeña ratita —dió un paso al frente lo que parecía ser el líder del grupo, con dos chicas a sus costados.
—Pensaba solo pasearme por las calles... pero ya que apareciste quizás cambié de opinión, y pueda depurar —éste se acercaba amenazante a mi, hasta que una de las chicas lo detuvo, susurrándole algo al oído haciendo que el hombre soltara su arma. —¿Eres Clementine Marsh? —asentí, —¡él jefe estará feliz de verte! —de su espalda apareció una gruesa cuerda.
—No es personal cariño, pero el jefe va a darme un buen dinero si te llevo a sus pies.

No estaba dispuesta a ser capturada, con pesar levanté mi arma disimulada y quité el seguro, disparándole a una de las chicas. Cuando tuve su atención me abalancé sobre el hombre, clavando mi cuchillo en su estomago, corriéndolo hacia un lado para hacer un profundo corte de dónde empezó a salir una gran cantidad de sangre, cubriendo mis piezas de vestir por completo de aquel líquido carmín.

Era el turno de la otra chica que lo acompañaba, quité mi cuchillo del interior de mi última víctima y clavé el cuchillo en el cuello de la chica, asesinándola al instante y manchando parte de su impecable vestido blanco.
—¿Qué mierda acabo de hacer? Depurar, depurar... —susurraba para mi misma con nervios. Odiaba esta festividad con toda mi jodida existencia. Solo deseo llegar pronto a casa de Louis.

Ya estaba de pie fuera de la casa de Louis, aquello era realmente un alivio

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Ya estaba de pie fuera de la casa de Louis, aquello era realmente un alivio.
Toqué la puerta pausadamente, esperando a que las armas me apuntaran debido al sistema de seguridad, —bajen la voz y apaguen las luces —escuché la voz firme de Violet dentro, junto a sus pasos hacia la puerta.

—Soy yo —susurré prácticamente pegada a la puerta, impaciente a ser recibida, —¡Clem! —abrió la puerta de golpe y corrió a abrazarme Louis con su distintiva arma, Pataricio.
—Ya estás a salvo, ¡espera! ¿Por qué tienes sangre por todas partes? —lo arrastré al interior de la casa, dejándome caer en el gran sofá que portaba la sala de estar, sin preocupación por mancharlo debido a que la sangre había secado.
—Muchas cosas.

primera y segunda hora, terminadas

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primera y segunda hora, terminadas.
10 horas restantes para el fin de la depuración

one night,, clouisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora