Capitulo IV

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El frío invierno en su apogeo, aquel día del reciente Agosto, helaba todo a su paso. Sin embargo, las dos mujeres descansaban en la estrecha cama de una plaza y media, unificándose en un abrazo lleno de calor. Aquel abrazo perduraba desde el momento en el que se habían recostado besándose sin fin. El cansancio de la agitada noche había sabido impactar en Bárbara, que entre besos perezosos cerró sus ojos, siendo presa del profundo sueño. Mercedes solo sabía abrazarla, poner su oído en su pecho, para sentir esos latidos que la tranquilizaban, latidos que la hacían percatarse de su presencia en su habitación. La castaña ya despierta no quería perderse un segundo del rostro de la mujer, contaba sus lunares, observaba sus pestañas, esos labios que la besaron con tanta devoción y sus mejillas sonrojadas por el cómodo calor de sus cuerpos. En su estómago podía sentir un revoloteo cada vez que su mirada se posaba en ella. Mercedes se levantó, dejando dormir a la mujer que le robaba suspiros, se merecía descansar. Aún no superaba el tremendo y desinteresado acto de solidaridad que le había brindado a su amiga, en su mente la veía como una heroína aunque le diera vergüenza admitirlo en voz alta y de frente.

Aunque fuesen las doce del medio día, la pequeña Möller se encargó de preparar el desayuno para todas las mujeres que se encontraban durmiendo. Todas estaban más que exhaustas con todo el caos que se había desatado en la madrugada, caos que a la única que le había traído cosas buenas era a Mercedes. Tenía todo casi listo para poner en la mesa, excepto por una cosa. Mientras ella intentaba alcanzar el azúcar; que de seguro María Elsa había dejado tan arriba en el estante; por detrás sin que ella se diese cuenta, se acercaba una somnolienta morena vestida con una camiseta y hacia abajo solo su ropa interior. Bárbara observaba divertida la situación, le causaba gracia y ternura ver a la mujer que había sido su compañera de cama, dando pequeños saltos sin éxito en su cometido. Pero no le causaron las mismas sensaciones cuando Mercedes intentó llegar más arriba, con la misma suerte anterior, y su camisón subía más y más dejando casi a la vista su perfecto trasero, despertando pensamientos impropios en la observadora. Si bien la noche anterior no habían hecho nada ya que Bárbara cayó dormida luego de todos los besos que se dieron, las ganas no le faltaban.

– ¿Te ayudo? – Mercedes se sobresaltó bajando con rapidez su pijama teniendo en cuenta su exposición. Cuando dio la vuelta el rojo se agolpó en sus mejillas de sopetón al mirar a Bárbara con tan poca ropa de pie frente a ella – Me has visto desnuda y reaccionas igual que como si nunca antes hubiese pasado o... ¿no lo recuerdas? – La morena rió un poco para quitarle la vergüenza a la menor, pero parecía no haber resultado para nada, y pensando en ello decidió acercarse lento pero con sus ojos delatando sus profundos deseos esbozando una traviesa sonrisa de medio lado.

– Es que... ¿no tienes frió? – Mercedes Möller intentaba mirar hacia el costado, hacia abajo, tomar las cosas que estaban cerca de ella con tal de evitar esos ojos cautivadores – Deberías ir a ponerte... eh... tu ropa, te puedes resfriar... Bárbara – Al pronunciar su nombre pareció más bien un suspiro, ya que la mujer había avanzado tanto como para estar muy cerca de ella, invadiendo su metro cuadrado y esto no solamente la descolocaba, sino que el retorno de esas mariposas en su estómago se hizo inaplazable.

Bárbara no dijo nada, solo la abrazó apoyándose en su hombro tomando ventaja de su diferencia de altura, pasó sus manos por la cintura de Mercedes, hasta llegar a la espalda baja entrelazando sus propios dedos con tal de no dejarla ir. Parecía un sueño.

– Bárbara... ¿tienes hambre? –

– Si –

Justo en el momento en que sus miradas convergieron, sus labios las imitaron e iniciando un beso profundo, se olvidaron de lo que las rodeaba. La mujer más alta tomaba aquel rostro con devoción mientras depositaba un beso tras otro en esos labios rosados que la recibían gustosa una y otra vez sin queja alguna. Sonidos de besos prolongados, acalorados y en necesidad era lo que se escuchaba en el lugar, besos que no dejaban entre ver dónde empezaba una boca y donde terminaba la otra, lenguas reconociendo el terreno invadido previamente en oportunidades desafortunadas, y corazones desbocados palpitando con fuerza dentro de sus pechos. El enfoque estaba en tener lo que más pudieran de la otra, casi con desesperación, ya que cuando estaban juntas, las burbujas de fantasía solían romperse rápido y ninguna quería que eso pasara esta vez.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2018 ⏰

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