Capítulo 1: Nuria, el esqueleto golpeado

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     Soy Nuria, una patética adolescente de 16 años que pasa su vida siendo bulímica, sin amigos, sin nadie. Tengo tez morena, ojos claros y soy bastante tímida.       

     Mi madre tiene sus ojos color café, el cabello ondulado de un tono claro y una bonita y resplandeciente sonrisa. Ella no sabe nada de esto sobre mí y nunca se ha preocupado por el motivo el cual estoy tan delgada y sola, no le interesa saber nada de mí. Básicamente, me odia, o al menos eso es lo que yo creo.

   Voy a Guk, una escuela tan aburrida como yo. Tiene un enorme patio con árboles que largan unas flores rosas en primavera y algunos juegos para los más chicos. Hay una biblioteca donde paso la mayoría de mis horas libres, hay todo tipo de libros: Terror, ciencia ficción, novelas –que son las que más me gustan- también sagas, bueno…hay de todo y la verdad me encanta. En  la cafetería, venden un delicioso café y unas ricas galletas que acompaño con él, también unas porciones de tartas con frutillas arriba y otras con coco y dulce de leche.

     El gimnasio es chico, pero me agrada, sobre todo el profesor que es muy guapo. Lo que más me gusta es el corredor, que a los costados tiene casilleros que vos mismo podes personalizar. El mío tiene mi nombre y algunas frases de canciones de mi banda favorita que me encantan.

    Estoy en quinto año de secundaria, un pésimo y tonto año más aquí. Lo que odio de esta escuela, es que soy víctima de bullyng, sufro burlas de los que pensaban que eran “amigos”, –si se pueden llamar así, porque en verdad, no se podrían considerar ni siquiera compañeros- ellos me golpean, insultan, escupen y lo peor de todo es que lo suben a internet con el nombre de “La tonta Nuria, el esqueleto golpeado”.

    Hace tres años ocurre esto y ya estoy cansada, solo quiero cambiarme de escuela, pero mi madre no entiende eso, ni siquiera sé si me escucha.

                                           …

    Mi padre murió hace dos años, era un hombre apuesto, siempre llevaba unos pantalones negros bastante anchos y unas zapatillas converse que siempre combinaba con camisas rarísimas que compraba mi madre y él usaba para complacerla.

   Él era el único que sabía todo lo que me ocurría y me sigue ocurriendo, por eso quizo llevarme a un psicólogo al que sigo yendo –que por cierto es muy bondadoso- llamado Héctor, que no me ha ayudado mucho pero solo voy en honor a mi padre.

   De él solo me ha quedado una chaqueta de jean azul y una fotografía vieja y amarillenta en la que estamos los dos en un parque al que me encantaba ir que guardo debajo de mi almohada y veo todas las noches.

   Así es mi rutina diaria: Comer hasta tener un atracón, ir a la maldita escuela, recibir todas las burlas de mis compañeros, hablar horas con el psicólogo y volver a casa, acostarme mirando aquella fotografía y finalmente, dormirme.

                                       …

   Al día siguiente no fui a la escuela, la verdad es que no me sentía nada bien. Me metí dentro de la bañera, me relaje, puse una tranquilizante música de olas que me regalo mi madre cuando era pequeña –siempre me gustó el mar, viviría allí si pudiera- y me quedé allí dos horas. Luego tenía que ir con Héctor.

   Al llegar a la puerta del psicólogo, toqué timbre y el salió. Siempre llevaba una pipa en su boca, la cual olía muy feo y me daba asco y repulsivas ganas de vomitar. Siempre la conversación era la misma

-Hola Nur, ¿Cómo ha ido hoy?

- Ya sabes, la misma mierda de siempre. No fui a Guk, la maldita escuela. No me siento muy bien hoy.

-¿Has vomitado, verdad?

-No. -Mentí mientras una lágrima caía por mi rostro-

-Vamos, sé que es mentira, tu rostro muestra tristeza. Cuéntame, pronto solucionaremos todo.

-¡Siempre me dices lo mismo, estoy harta de esto, ya no quiero que me molesten, solo quiero morir! ¿Por qué no me das otros de esos calmantes o esas vitaminas para engordar como me das siempre y ya, no? Nunca me recuperaré, ¡Mi vida es una mierda! No quie…

-¡Cálmate! –Me interrumpió, casi todo rojo. Podían notarse sus venas salirse del brazo- No necesitas más pastillas si quieres, solo quiero saber el motivo por el cual vomitas.

   Ese era el problema, no lo hacía por estar gorda, solo sentía que me quitaba todo lo malo en mí, quería vaciar todo mi maldito dolor y morir. Pero no le dije eso, solo le contesté:

-Lo de siempre…me veo gorda.

-Adolescentes, eso es. A las chicas les ocurre esto ¡Me veo gorda!,-Dijo en tono de burla, el cual me molestó mucho- por favor, estas perfecta así querida.

-¡Solo dame mis pastillas, me quiero ir de aquí! No me interesa si me decís que no estoy gorda, mi pensamiento no cambiará. Soy así.

-De acuerdo, tómalas, Recuerda: Solo una a la noche.

Asentí y me fui a casa.

NuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora