Capítulo 4: Amelie

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   Me desperté temprano para ir a la maldita escuela, eran las siete de la madrugada. Había un mensaje en la contestadora, era mi madre que decía:

                      Hija, ¿Qué tal el día con Paul? Espero que bien, no volveré hasta hoy a la tarde. Ve a la escuela, espero que nadie te golpee hoy, ¿no?, Te quiero.

   Ella tomaba en broma que me golpeen, nunca le dije que suben videos a internet golpeándome, iría a hablar a Guk y yo no quiero eso, claro.

      Desayuné galletas con manteca y un café con leche, me puse el jumper rojo con una camisa blanca, luego las medias azul marino y unos zapatos marrones que odio. En el pelo me puse un moño que combinaba perfecto con el jumper. Me lavé los dientes y salí.

        El bus estaba repleto, había unos hombres borrachos que me repugnaban, decían babosadas a cualquier chica que pasaba, así que me fui a la punta, lejos de ellos. Al lado mío había dos chicas que al parecer eran mejores amigas,  –tengo que admitir que moría de envidia al verlas, porque yo no tengo ni una amiga- adelante un anciano que dormía como si estuviera en su cama y luego los borrachos esos.

Todas las mañanas lo mismo, media hora de viaje y finalmente llegar. Pasé  por la puerta de la escuela y subí las escaleras donde casi me caigo porque unos mocosos me empujaron, luego tocó el timbre y me fui a mi salón, donde estaba la profesora de biología, una mujer que pasaba todas las horas con cara de enojada y se quejaba toda la hora. Tenía siempre su ceño fruncido y se rascaba la nariz con un dedo, esa mujer era asquerosa, todos la odiaban. Siempre desaprobaba a todos y nunca ponía la nota más alta porque algo estaba incompleto.

      Todo iba muy tranquilo, nadie se había burlado de mi moño o porque llevaba las medias azules largas.  En mi aula, nadie me habla, lo cual es horrible. Siempre mi pupitre está en el fondo del salón, en la esquina derecha, del lado de la ventana –lo cual me mantiene entretenida todas las horas, en vez de hablar con alguien-

       Tocó el timbre, era el recreo, el momento que más odiaba. Fui a la cafetería y comí una porción de tarta de membrillo. En ese momento un chico se acercaba:

-¡Que tonta eres, Nur! Siempre con ese moñito y el cabello arreglado. ¡Toma! Por estúpida, eres una imbécil, inservible, tonta…

 No sé cuántos insultos más me dijo, pero sonaban horribles, cada vez que pronunciaba uno me daba una golpiza. Mis piernas estaban moradas de tantos golpes, hasta que se acercó una niña y dijo:

 -¿Por qué no te metes con un hombre, tarado? Y de tu edad. Ya déjala

- Sí, claro. Como si me importara lo que decís.

En ese momento, la chica le empezó a dar patadas en su entrepierna mientras decía:

-No te vuelvas a meter con Nur, ¿Oíste?                         

   El chico se alejó, entonces quedamos nosotras dos

-Gracias por lo de recién, ¿Cómo te llamas?

- Soy Amelie, voy a tu curso, no sé si me viste alguna vez en el salón. Siempre miras por la ventana porque todos te burlan y la verdad, a mí me caes bien.

    En el momento que me dijo eso, me sentí feliz. Nunca nadie me había dicho eso, estaba teniendo una amiga o al menos eso empecé a creer.

-Bueno, yo soy Nur, ya sabes. No, no sabía quién eras. Nunca miro para el aula porque me empiezan a cargar y no me gusta para nada. Gracias por defenderme

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