Capítulo 1: Gris

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- ESTA HISTORIA ESTÁ PENDIENTE DE CORRECIÓN ORTOGRÁFICA Y GRAMATICAL -

Dan Howell estaba demasiado acostumbrado a observar todo tras una paleta de grises. Deseaba que, así como hacía con los lienzos, pudiese destruir y volver a pintar la realidad a su gusto. Solía pensar que el mundo era mejor contemplarlo desde detrás de una pantalla. Allí, no te podía salpicar la sangre, no se escuchaban con tanta intensidad los gritos, ni tenían tanta nitidez las lágrimas de las viudas. El mundo estaba podrido. Pero tampoco era como si eso fuese su problema; su problema, en aquel momento, era el pequeñajo sentado a su lado, y su increíble manejo del Mario Party.

-¡Toma esa!- El chico subió al sofá de un brinco y comenzó a bailar. A Dan le encantaba verle feliz, especialmente, si él era el motivo de esa felicidad.

-Adrian, no vale, estaba comiendo

-¡Te has despistado! Eso no es culpa mia, se siente- Dan le dirigió una rapida mirada a su hermano y no pudo evitar soltar una risita. Se podría decir que era la persona más importante en su vida, para ser más concretos, la única persona importante en su vida.

-¿Con qué sí, eh?- Adrian paro de saltar repentinamente, sabiendo de buena mano lo que su hermano planeaba.

-Dan, no- Antes de que pudiese añadir nada más, el mayor se lanzó como una bala hacia el chico y comenzó a hacerle cosquillas. Podrían haberse pasado así toda la noche, riendo y lanzandose cojines, pero un sonido demasiado conocido interrumpió la entrañable escena. En cuestión de segundos, el señor Howell se plantó delante de la puerta para comprobar que quien había llamado era nada más y nada menos que quien ellos pensaban. Por supuesto que lo era, siempre lo era. Siempre llegaba los viernes, a las 21:00, para recoger al pequeño Adrian. Este se escondió detras de su hermano mayor, quien escuchaba la conversación atentamente.

-Veronica... Estás muy guapa- Dan puso los ojos en blanco, sin lograr comprender por qué su padre no intentaba restaurar su vida, tal y como había hecho su madre.

-¿Dónde está mi hijo?- Adrian se agarró con fuerza a la camiseta de Dan, al darse cuenta de que hablaban de él.

-Vamos, tienes que ir- El chico negó con la cabeza.

-¿Por qué no me puedo quedar aquí contigo?

-Porque yo soy mayor de edad, y tú eres un renacuajo- Adrian no rió. Pero Dan no podía culparle, él tampoco tenía ganas de reir. Resultaba dificil hacerlo cuando la única persona que te importa se tiene que ir durante un mes. Aún le veía en los fines de semana, claro estaba, pero no era lo mismo. Tras unos cuantos minutos remoloneando, la señora Howell, (o como se hacía llamar ahora, Veronica Clark) se llevo al pequeño Adrian a rastras. Este se despidió con un saludo militar y desapareció por la puerta, llevandose con él al único atisbo de color en la vida de Dan. De nuevo, gris. El sofá gris oscuro, la pantalla de la televisión en un negro poco intenso, y el espeso bigote de su padre, quien acababa de sentarse a su lado.

-Bueno... ¿Te apetece ver una película?- Sin articular palabra, Dan se levantó y subió las escaleras hacia su dormitorio, cerrando la puerta con pestillo. Llevaba siguiendo ese "modus operandi" unos cuantos años ya, desde que se había divorciado de su madre. Dan encontraba el gris un color muy aburrido, tal y como a su padre. Un señor gris, aburrido, sin nada por lo que luchar; que esperaba el momento en que su cuerpo se hundiese en la silla de la oficina de policía, hasta convertirse en cadaver. Su sola presencia le producía arcadas. Cuando ese sentimiento le consumía, solo había dos personas capaces de calmarle: Adrian y Phil.

Phil.  Aquello sí que era un fenomeno curioso. Cada vez que hablaba con el joven británico, sentía que podía ver colores de nuevo, una paleta de celestes, dorados y magentas entre los que elegir. Irónicamente, Dan jamás había visto los verdaderos colores de su amigo. De hecho, jamás le había visto. Conoció a Phil hacía ya dos años por Twitter, en seguida se dieron cuenta de que tenían el mismo sentido del humor, y la misma extraña obsesión por el Anime. No hizo falta nada más para que se consagraran automaticamente como mejores amigos. Pero donde Dan era oscuridad y gris, Phil era todo un arco iris. Deseaba conocerle en persona, pero por el momento, se conformó con abrir Discord, y encontrarse el parpadeante punto verde, indicando que estaba en línea.

-Me acaba de ganar un niño de 12 años al Mario Party, ¿cómo debería sentirme al respecto?- En seguida, Dan pudo oir la voz de Phil a traves de los auriculares, y un rosa intenso se coló entre sus párpados.

-Eso depende, ¿qúe Mario Party?-.

°☠ ° ☠ ° ☠ ° ☠ ° ☠ ° ☠ °

-¡Dan! ¿Me estás escuchando?- El chico desvió rapidamente la mirada a la joven de coletas castañas que le observaba con cara de pocos amigos -No, tranquilo, quedate en tu mundo, seguro que te necesitan más

-Dodie, ¿tú crees que nuestros padres se habrán acostado ya?- La chica exageró una tos, haciendo ver que se atragantaba con los Maltesers.

-Bueno, enhorabuena, ya me has quitado el hambre- Un chico de pelo oscuro sentado en el banco de al lado comenzó a gesticular con los brazos.

-¡Guay! Pasame los Maltesers, entonces- Dan fulminó con la mirada a Anthony, indicándole que no era el mejor momento. 

-Lo digo en serio

-Pues yo que sé, prefiero no pensarlo, pero llevan ya cinco meses casados, la gente tiene necesidades, incluso la gente mayor

-Menos él- Dijo Anthony con la boca llena de Maltesers -En serio, Dan, ¿cuándo tienes pensado ligar con alguien? Aunque sea por curiosidad científica- El joven puso los ojos en blanco, no muy contento con el giro que estaba tomando la conversación. Por suerte, el timbre para entrar en clase resonó por todo el patio, ahorrandole el tener que responder.

La escuela le resultaba casi tan gris como su padre. El aula en el que se encontraba era muy similar a las de la escuela de dibujo, pero a la vez, increiblemente distinta, probablemente porque en el instituto no le importaba lo más mínimo las lecciones que pudiesen enseñarle. Miró en derredor a través de toda la sala, sus ojos chocando con las ya conocidas caras de los alumnos, la pizarra llena de borrones y fórmulas, el repiquetear de las gotas en la ventana. Todo seguía igual que siempre, no obstante, su mirada se detuvo en la ventana. Detrás de la tormenta, justó al lado de los columpios, algo captó su atención. No era gris, sino negro. Un cuaderno negro.


El beso de Judas (Death Note - Phan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora