El esplendoroso sol de la mañana estaba siendo vencido por las grandes montañas que se podían ver a lo lejos, las luces de las casas empezaban a encenderse una tras otras; parecían estar en secuencia. Los hermosos cantos de las aves al volver a sus hogares para descansar acompañado del cántico de los grillos hacían de la noche (en el patio de la universidad) un momento inolvidable. La fresca y suave brisa hacia balancear los altos pinos, junto a ellos había una pequeña cabaña, construida para aquellos estudiantes que querían descansar de las arduas jornadas de estudios y relajarse un rato. Esta estaba hecha de madera de roble rojo y con techo de paja, solo tenía un espacio para estar junto con unas pequeñas bancas hechas de viejos maderos. Contaba con un pésimo, pero entendible, servicio de electricidad, con varios enchufes y con una pequeña bombilla parpadeante, junto a esta había una pequeña lámpara mata insectos y debajo una pequeña mecedora de madera.
La mayoría de los estudiantes de la universidad ya se habían ido, en esta solo quedaban aquellos que les tocaba estudiar de noche o aquellos que no les gustaba salir de la biblioteca. El silencio completaba perfectamente aquella noche, y después de un arduo combate que mejor que hacer cumplir el objetivo de aquella cabaña: relajarse. En esta se encontraban Amy y Ángela tendidas en el frió suelo, mirando el hermoso cielo estrellado, riendo a carcajadas por un mal chiste hecho por Amy. La brisa hacia que el cabello de ambas se juntara y se enredara un poco provocando que ellas jalaran de ellos para colocarlos de bajo de su cabeza. Todo de manera muy coordinada, ambas tenían una gran conexión, habían estado juntas desde su niñez, tenían infinidades de historias que compartían juntas; grandes anécdotas: aventuras, tristezas, alegrías, bochornos, etc. Eran más que amigas, se puede decir que son prácticamente hermanas.
Mientras observaba como la pequeña luz parpadeante de un avión se confundía con los hermosos y brillantes astros, la cabeza de Amy viajaba a un mundo e recuerdos que eran mortificante para ella. No sabía el porqué, pero su imaginación la llevo al día en que se escapó del orfanato, aquel lugar de aspecto tétrico y deprimente. Ella recordaba perfectamente se día...
Trece años atrás...
Era Domingo por la tarde, Amy espero a que las monjas, que la cuidaban fueran a la cocina a preparar los platos para la noche buena, tomo una banda elástica negra y sujeto rápidamente su cabello, gracias a su pequeña estatura le fue fácil pasar desapercibida entre los cientos de niños del comedor. Camino rápidamente hasta llegar a su habitación: un cuarto compartido, con un pequeño camarote, un closet muy viejo y mal gastado, con paredes dañadas por la humedad e iluminada por un pequeño bombillo. Tomo su pequeña mochila negra previamente alistada con algo de ropa y comida, junto con una caja de recuerdo que le habían dejados sus padres antes de morir el día de su nacimiento: era una caja de madera con un pequeño candado dorado que se abría con una extraña llave, que (para desgracia de la pobre niña) nadie sabía dónde estaba, junto con esta caja sus padres le dejaron una nota diciéndole cosas sin sentidos, parecían ser acertijos de algún tipo, muy complejos para una niña de su edad, pero lo que sí pudo entender a su corta edad fue una secuencia e números y letras plasmados en el pie de la página; era una dirección, posiblemente del hogar de sus padres o de algún familiar, pero para ella ese lugar podría ser mejor que aquel espantoso orfanato que tuvo que soportar durante seis largos años.
Cambio con gran rapidez sus sandalias gastadas por unos tenis, se colocó su vestido negro favorito, ajusto sus pequeñas gafas blancas con su dedo medio, estaba lista, no había marcha atrás, era hora de escapar de aquel lugar, incluso para ella era extraño como a su edad pudo diseñar un plan de escape tan perfecto, -en la actualidad aún se sigue preguntado cómo lo logro-, cuando las monjas se disponían a servir la cena, como era costumbre, iniciaron una oración, en la cual obviamente tendrían sus ojos cerrados, y así fue, todos murmuraban la típica oración y tenían sus manos levantadas, aquella fue la señal de empezar a correr sin detenerse, su respiración cada vez era más fuerte, corría por los pasillos oscuro evadiendo los lugares con luces encendidas, todo esto lo tenía bien memorizado, las monjas del orfanato ahorraban mucha luz y cada cierta hora apagan las luces en algunos lugares, los cuales Amy sabia. Siguió corriendo hasta la puerta trasera del gigantesco orfanato, la cual obviamente estaba cerrada con seguro, pero esto no iba a ser obstáculo para ella. En un descuido de la madre superiora, Amy se introdujo a su alcoba y robo las llaves de todo el lugar y luego de casi cincuenta intentos obtuvo la que quería y la separo de las demás. Ella escudriño en su mochila y saco de un tirón la llave, una llave oxidada y terminaba en forma de cruz, coloco está en la cerradura con cuidado para no partirla, giro de ella sin éxito alguno, la puerta no se abrirla. ̴ Debe haber alguna forma ̴. Pensó mientras que seguida intentado girar la llave, con gran frustración Amy golpeo la puerta con su hombro derecho y esta de golpe se abrió. Del mismo impulso la niña cayó al suelo con una gran sonrisa en su rostro, coloco nuevamente la mochila en sus hombros y empezó a correr nuevamente.

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Amy
Ciencia FicciónLa vida aburrida, dolorosa y mortificante de Amy, una joven de 19 años de edad, da un giro cuanto descubre, de una manera sorprendente e increíble, que es descendiente de la familia celestial. todo esto la encadena en la lucha eterna entre el cielo...