La sangre brotaba sin cesar de mi brazo. Las finas gotas de líquido carmesí repicaban contra el suelo del baño. Porque sí, cómo cada día, me había escondido de Andrew en los baños del instituto. Y sabía que me estaría buscando, que removería tierra y mar para encontrarme... Y se repetiría hasta acabar conmigo.
El timbre sonó. Se había terminado la media hora de recreo, por lo que debía salir de allí y dirigirme hacía clase. Me levanté del suelo y me tapé los brazos con las mangas de mi camisa. Cosa que sólo hizo que se manchara de sangre por lo que maldijé internamente.
Con cuidado de no ser muy obvio, remangué la tela del brazo en el que tenía el corte, dejándolo visible para todo aquel que quisiera ver, sin otra alternativa. Me levanté del suelo y me heché la mochila al hombro, saliendo del baño.
Me paré en seco y me di la vuelta, mirando de nuevo el suelo del baño. Pequeñas gotas de sangre salpicaban el suelo, dándole un aspecto fúnebre, cómo si algo realmente malo hubiese ocurrido.
Un joven de cabello negro apareció por la puerta principal del baño, y puso su verde mirada en mi. Cerré la puerta del baño sin decir nada. Nunca lo había visto. Debía ser el chico nuevo de último curso del que hablaban las animadoras.
Me acerqué hasta el lavamanos. Con un poco de agua, salpiqué el corte en mi brazo. La sangre, en vez de cesar, aumentaba con el agua y estaba por desesperarme. Con algo de papel me enrollé el brazo y lo recubrí con la manga de mi camisa. El chico a mi lado pareció quedarse atónito, pero no me importó.
En nuestro instituto no teníamos meaderos. Los baños eran iguales a los de las chicas, cosa que a mi siempre me había gustado, ya que me servía para esconderme cuando Andrew tenía ganas de atizar a alguien.
Por aquel entonces cursaba penúltimo año. No sacaba muy buenas calificaciones, aunque algunos años (los dos primeros cursos) cantaba en el coro del instituto. Aunque me desapunté cuando todos se dieron cuenta.
En cuanto se supo mi sexualidad, el chisme corrió por el instituto cómo si de pólvora se tratase. Aunque no empezaron a llamarme Gerard Gay hasta que empecé el segundo curso de secundaria. Fue entonces cuándo la pesadilla empezó.
Las persecuciones después de cada clase, los empujones, los gritos, los insultos, las lágrimas, las peleas y también... Los cortes.
Cambié. Me convertí en una persona totalmente despreocupada, triste. Agobiado por el estrés de aparecer todos los días en el mismo lúgar, con la certeza de que cada día todo se repetiría. De que cada día sería el mismo infierno que había sido el día anterior. Mis calificaciones descendieron en picado, no podía concentrarme en estudiar, no tenía el valor para hacer amigos y mi autoestima estaba más allá del subsuelo.
Pero esa no era la peor parte. Cada día, después del instituto, tenía que enfrentarme a algo mil veces peor al llegar a casa. Tenía o debía, ahora que lo pienso bien, debía enfrentar a mi padrastro. Debía defender a mi madre de sus golpes, de sus gritos, de sus amenazas. Yo siempre estaba allí, en medio de cada dispusta, pidiéndole casi de rodillas que no le hiciese daño.
Ella no podía pasar por lo mismo que pasaba yo. Ella no merecía vivir el infierno en el que estaba, en el que ambos estábamos. Y en el que quizá, nos quedaríamos por siempre.
Mientras me lavaba la herida y volvía a taparla con la manga de mi suéter, ví de reojo cómo el chico a mi lado, después de lavarse las manos, sacaba un bocadillo de su mochila. Obviamente pensé que se lo comería, y sentí algo de envidia, el mío me lo había quitado Andrew nada más entrar en el instituto por la mañana.
Pero para mi sorpresa, el pelinegro ni siquiera lo abrió antes de tirarlo a la papelera vacía que había allí. Entonces, sin planearlo, y consiguiendo que yo mismo me sorprendiera por el claro tono de mi voz, hablé en un susurro.
-¿No te lo vas a comer?- susurré, casi marcando cada palabra por los nervios.
Él subió lentamente su verde mirada hacía mi. Su negro cabello le tapaba un ojo, le daba un aspecto algo amenazante. Después de pestañear repetidas veces, negó con la cabeza y me lo tendió.
-Gracias... - Esperé a que almenos captase esa indirecta y me dijese su nombre.
-Frank - Respondíó, su voz era totalmente diferente a cómo me la imaginaba. Le dí un bocado al bocadillo que me había dado sin dejar de mirarlo. Era guapo.
-G-gracias Frank- conseguí articular- Yo...me llamo Gerard.
Él me miró con seriedad, para luego asentir con la cabeza. Se relamió los labios y se giró, dándome la espalda para segundos más tarde salir del baño.
Entonces el timbre volvió a sonar y me abofeté mentalmente.
¡Hola! ¿Te ha gustado el primer capítulo? Espero que sí <3. Ah, y muchas gracias por leerme.
También tengo que deciros algo; aunque no se me da muy bien, me gusta bastante dibujar y pues tengo algunos dibujos bien bonitos ^-^ y otros bien...UwU ¿Les gustaría que después de cada capítulo (no en todos) hubiera un dibujito? Espero sus comentarios :3
Bueno, no tengo mucho más que decir excepto que pases buen día, noche o madrugada (?
Nos vemos en el próximo capítulo,oneemoperson.
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the school hurts; frerad
FanfictionGerard sólo quería hacer amigos. [primera parte de la trílogia It Hurts, Baby] [historia de 20 capítulos] [ advertencia: si eres sensible a temas como el bulliyng, la anorexia o la violencia de género no te recomiendo leer el fic]