Capítulo 3- Oportunidades

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Ya estoy lista abuelo –dijo Kagome al llegar a la cocina-

Kagome hija te ves hermosa con tu uniforme –dijo el abuelo de Kagome- siéntate para que desayunes.

Gracias abuelo y gracias a ti Hana por el desayuno –dijo Kagome tomado un sorbo de té de limón-

No es nada señorita, después de todo gracias a usted yo estoy aquí –dijo Hana sirviéndole café al abuelo de Kagome-

Gracias por el café –dijo el abuelo de Kagome-  aún recuerdo cuando Kagome te trajo a esta casa.

La señorita Kagome fue mi ángel, para esa época mi marido y mis hijos sufrieron un accidente de tránsito, me gasté el poco dinero que teníamos ahorrado en el funeral de mi familia, caí en depresión; para cuando me di cuenta estaba en la calle –dijo Hana sirviéndole un trozo de fruta a Kagome- creía que mi vida no tenía sentido hasta el punto de querer acabar con ella.

Por dicha casualmente ese día yo salí temprano del instituto y decidí caminar a casa en vez de esperar a mamá, pasé por el parque y fue cuando te vi mirando a los demás niños con lágrimas en los ojos, en mi corazón infantil solo pensaba en por qué una señora tan bonita estaba llorando –dijo Kagome tomando una manzana para después meterla en su bolso- entonces me acerque y te abrace, te deje una galleta y seguí mi camino a casa.

Recuerdo que Kagome llegó a la casa ese día con la mochila abierta y con mucha hambre, Naomi estaba molesta con ella por haber regresado sola, mi hija a veces exagera las cosas y la castigó –dijo el abuelo- así que la mando a su cuarto, cuando nos dimos cuenta el timbre de la casa sonó y Kagome fue a abrir la puerta.

Y ahí estaba Hana –dijo Kagome con una sonrisa- traías mi libro favorito, no sé cómo se me cayó si yo traía la galleta en la parte de afuera de mi bolso.

En realidad lo traías en la mano –dijo Hana- lo dejaste en la banca, me di cuenta después de terminarme la galleta que me diste, leí la portada, ¨El diario de Ana Frank¨ y de una vez busque cómo devolvértelo, el libro tenía la dirección de tu casa  

Kagome se  pasaba horas leyendo ese libro –dijo el abuelo de Kagome- ella solía decir que algún día rescataría a los refugiados y ayudaría a los que más lo necesitan.

Aún tengo esa firme idea Abuelo –dijo Kagome terminando de comer y empezando a lavar su plato- solo que tengo mucho por aprender, además aún no tengo los recursos para ayudar a las personas como yo quiero.

Sabes que todo mi dinero es tuyo mi niña –dijo el abuelo de Kagome mientras le ponía más azúcar al café- y puedes disponer de él cuando quieras.

No gracias, prefiero ganarlo por mí misma, todos debemos esforzarnos para conseguir las cosas en esta vida –dijo Kagome tomando su bolso y dándole un beso en la frente a su abuelo-  ya me voy a trabajar, el dinero no se gana solo.

Pero eso no significa que debas hacerlo sola –dijo Hana dándole un recipiente con comida a Kagome- sé que no puedes volver a la casa para la hora del almuerzo y no sabía si en la cárcel te iban a dar comida.

Eres un amor Hana, de verdad pareces mi segunda mamá –dijo Kagome y acto seguido el ambiente se volvió tenso- gracias por pensar siempre en mí.

Yo le debo toda mi recuperación a usted señorita Kagome –dijo Hana- de no haberla conocido yo no sé dónde estaría viviendo.

Es algo en lo que no deberías pensar, ahora tienes un hogar con nosotros –dijo el abuelo de Kagome tomando a Hana por los hombros para despedirse de Kagome- te cuidas Kagome.

Nos veremos para la cena, pasaré recogiendo a Sota de su campamento, ese niño siempre se inscribe en ese tipo de actividades –dijo Kagome viendo su celular y guardando la comida que le dio Hana en el bolso- vigilen a mamá por mí por favor. Los amo.

#MiracleDR

Amor enfermizo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora