Cuatro

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La alarma volvió a reventarle los tímpanos. Keith se puso en pie y comenzó su rutina diaria.
Su rutina de mierda diaria.

Se sentó en la banca a esperar su autobús,el único que llegaba a tiempo y no demasiado pronto a la Universidad.
Estaba aún con el café en su paladar, el único chicle que volvía a tener en su mochila le tentaba. Se lo comería y ya, pero sabía que le haría falta. Siempre hace falta un chicle. Y más con un matojo de nervios como es Keith Kogane.

La rutina de siempre:
Sube al bus, tica y paga su viaje, se apoya en la ventana y se pone su canción más o menos favorita en el móvil para esuchar por los cascos.
Al minuto largo llega el cubano, tarde como siempre, en una carrera y pelea contra la fatiga al bus. La gente deja de quejarse, el latino paga y tica y busca con la mirada al coreano. Le ve. Se pone delante suya y le dedica una sonrisa dulce. Esta vez Keith juraría haber leído en sus labios buenos días. Se niega y se hace el loco, volviendo su mirada a la cristalera.
Lance se derrite ante el perfil del coreano, tan varonil, tan bien construido y tan delicioso. Se acuerda de esa noche y despierta de su embobación.

Llega la parada. Baja el coreano y detrás suya el cubano.

-Buenos días. -murmura con una sonrisa, acariciando su hombro una vez más.

-No te cansas.

-No hasta que me respondas. -Lance caminó recto y se juntó con sus amigos.

-Buenos días Keith.

-Buenos días Shiro. -respondió el coreano.

Tenía que acudir a la clase de Tecnología. Esa asignatura tan tediosa y compleja para él.
Se sentó al fondo y se aseguró de que nadie necesitase una mesa.
Colocó su mochila y sacó sus cosas.

-¿Está libre? -escuchó en un tono dulce. Levantó su cabeza con un no en sus labios. Pero no lo pronunció. Era él.

-Eres un poco pesado sabes.

-Lo tomaré como un no. - se sentó a su lado y empezó a sacar sus libros de su mochila.

-¿No vas a dejarme vivir ni en clases?

-No hasta que me devuelvas los buenos días.

-Repito: déjame vivir. -le repitió más serio aún. Lance se echó a reír y le miró. -En serio, ¿no te cansas? -sentía algunas miradas sobre ambos. Lance se apoyo en el respaldo de la silla. Suspiró y negó sonriendo.

-No, la verdad.

-Pues deberías. O nos veremos las caras al salir. -decidió amenazarle.

-En el bus no insinuabas lo mismo. - Keith me dirigió una mirada llena llenita de odio. Susurró un subnormal en voz baja y volvió a sus libros, sus apuntes y sus cosas. Lance miró al profesor y se aseguró de que no miraba. Acomodó su cabeza en su mano y miro al chico. -Tu y yo. Solos. A las 3 y media. Detrás del gimnasio.

-No. Paso. 

-Va, no seas tan... tan cerrado a cosas nuevas. Déjame estar contigo un rato en la comida.

-No es un rato. Eso es toda la hora. -el profesor lanzó un imponente sshh al por los siseos de estos dos hablando. De estos dos y de otras personas del aula.

-Créeme. Valdrá la pena. Va, déjame pasar la comida contigo. -murmuró de nuevo.
Keith se mordió el labio y con rabia en el cuerpo, aceptó su constante e insistente petición.

-Media hora. Tengo que estudiar. -mentira. Tendría que huir a casa de Shiro.

-Si, como tu me digas. -murmuró con una sonrisa dulce y amable. Keith bajó su mirada a su libro. Sentía la mirada del cubano sobre él, su mirada de reojo o simplemente su presencia. Se ponía aún más nervioso. Pensaba que en algún momento, se reiría en su cara.

3 y media // Voltron: Klance One shot  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora