CAPÍTULO CUATRO: ¿TOMAR LA RESPONSABILIDAD?

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No podía decidir el paso siguiente. Temía a cualquier posibilidad. Podía acercarme y presionar a la bella mujer de vestido rojo, así como ella podría maldecirme en cualquier instante. Había tantas posibilidades y muy poca cooperación de mi parte. Por ese motivo, decidí permanecer en una banca, observando la primer pintura que miré de la señorita Margareth. Una preciosa dama con rubíes en todo su rostro miraba al espectador con melancolía; solía decir que era una princesa cuando tan solo era una niña, anhelando que de alguna manera yo pudiese convertirme en una algún día. Pero qué ingenua era.

Medité detenidamente, esperando saber qué hacer o la razón por la que la señorita Margareth hablaba con la mujer que aparentemente me había condenado a una vida en la que me sería difícil diferenciar la vida real de la fantasía. Mientras pensaba en ello, el hombre más deseado de la escuela se sentó a mi lado, moviendo de un lado a otro la cabeza, como si estuviese tratando de encontrar algo oculto ante la vista de cualquier persona, o al menos era eso lo que creía.

-¿Por qué tiene gemas en el rostro?- Preguntó el joven de ojos marrón. -No lo comprendo.

Lo miré extrañada y con una diminuta sonrisa pintada en mi rostro al escuchar ese comentario.

-¿No es obvio?- Indagué. Él frunció el ceño, tratando de comprender mi comentario. Suspiré y me dispuse a explicar la bellísima obra de arte que se encontraba colgada frente a nuestros ojos. -Representa la belleza.- Dije al fin. -Y el precio que tiene en ella. Los rubíes son una de las piedras más preciosas y codiciadas del mundo, tanto que ha habido ejemplares que se han vendido en 30.33 millones de dólares. La señorita Margareth utilizó rubiés por su color carmín, el cuál relacionó con la feminidad.

-¿Esa mujer vale 30.33 millones de dólares?- Cuestionó Robert entre risas.

-No es el valor en dólares.- Exclamé. -Representa todo lo que la conforma. Es tan valiosa como un rubí, tan hermosa como una piedra preciosa.- Carraspeé sin quitarle la mirada a la creación de la señorita Margareth. -Puede que esa mujer sea como cualquier otra, sus rasgos son muy comunes. Pienso que justo eso quiso representar la señorita Margareth, que cualquier persona puede tener el elevado valor de un rubí y la hermosura de este.
Observé la belleza de la pintura mientras sentía que una inmensa paz me invadía suavemente, relajando mis brazos y piernas, al igual que cada músculo de mi rostro, tal y como si estuviese en un trance del cual no quería escapar. Sin embargo, mi paz se vio perturbada por la ley chico que se encontraba a mi lado. Podía sentir sus ojos clavados sobre mí, sabía que me miraba.
Mi abuela Amalia, la madre de mi padre solía decir que yo era especial pues, había un enorme flujo de energía en mi interior, energía que podía percibir cosas que otros no, curar enfermedades o cambiar al destino. Mi madre insistió una y otra vez que la razón por la que mi abuela decía esas cosas, era por las alucinaciones que tenía a causa de su medicamento para el Parkinson. No obstante, siempre pude sentir esa energía dentro de mi. La sentía cuando dibujaba, cuando pintaba o cuando alguien me miraba más de cinco segundos. Por ese motivo decidí mirar, encontrándome de frente con el atractivo Robert Presley. Clavó sus ojos marrón en los míos y mostró una blanca sonrisa.
-¿Es esto?- Preguntó él sin borrar esa sonrisa de su varonil rostro. Hice una mueca de confusión y el de inmediato soltó una pequeña carcajada. -Me refiero a que, esta es la razón por la que haces todo a un lado.
-Yo no soy así de fría.- Susurré y bajé la mirada.
-No me malentiendas.- Dijo, sacudiendo sus manos frente a él. -Es tu pasión. Esto es lo que te apasiona. Es lo que hace cantar a tu corazón. Tus pinturas es la música para mí.- Expresó, llevando su palma a su corazón. -Yo te entiendo, Luna. Cuando tú ves el arte, cuando lo entiendes, cuando lo sientes, nada más importa. Es un estado hipnótico que sana y crea galaxias tan grandes como las hay fuera del planeta. ¿No es verdad?
Había un brillo en sus ojos que nunca antes había visto. Me preguntaba si así era como la señorita Margareth me veía día tras día. Me preguntaba desde cuándo Robert había curioseado al respecto.
Asentí y por primera vez en mucho tiempo, mostré una sonrisa sincera. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que alguien me comprendía.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2018 ⏰

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