Siento no haber seguido la historia pero he estado realmente liada. Aquí os dejo por fin la continuación de lo que era la introducción. ¡Besos!
Sola. Con las persianas bajadas. En mitad de la oscuridad una luz se encendió y allí estaba. Sus manos temblaron y sus piernas se arrodillaron ante él, ante aquella figura de porcelana que le brindaba una vía de escape. Pero todo comenzó a volverse negro y entonces escuchó el ruido que hacía la llave cuando se metía en la cerradura desde el descansillo del ascensor y el pánico se apoderó de ella. Se puso en pie de nuevo y tiro de la cadena, se lavo las manos con jabón mientras la puerta de la calle se abría. Se soltó el pelo cuando escuchó los primeros pasos entrar en la casa, y por último se enjuagó la boca para que nadie se diese cuenta de lo que había sucedido momentos antes.
-Hola.- saludé con una sonrisa abriendo la puerta del baño. Frente a mí estaba la imagen de mi agotada madre todavía con el uniforme del trabajo.
-Hola.- me respondió y siguió caminando por el pasillo camino de su habitación cual zombi. Me alegraba que mi madre me tratase casi como si no existiera, pero algunas veces la odiaba por eso.
Las cosas habían cambiado mucho desde que mi padre se marchó de casa para casarse con otra mujer y la vida se estaba haciendo cada vez más cuesta arriba.
Caminé por el pasillo y llegé a mi habitación, saqué de debajo de la cama una pesa y me puse sobre ella completamente desnuda.
"60,5 kg" leí. Y me miré al espejo. Mi figura era igual de gorda que siempre.
"Mentira, has adelgazado mucho." me decía una voz en mi cabeza, pero esta era rápidamente callada por otra que me decía: "Gorda. ¿Cómo quieres que te quieran si eres así de gorda?" y mi boca dibujaba una curva hacia abajo.
Me cambié y sin decir nada salí de casa, si quería estar perfecta tenia que hacer ejercicio.
Pronto noté como un coche me seguía. Si fuese un coche normal me asustaria pero... ¿una limusina negra? Ya sabía quien era y no tenía ganas de hablar con ella.
-Nora.- me llamó desde la ventanilla tintada. -Por favor, ¿podemos hablar?-
No la quería contestar así que continué corriendo.
-Nora.- me volvió a llamar. Esta vez me coloqué los cascos en los oidos y subí el volumen de la música al máximo. Estaba cansada de ser yo la que siempre se fuese arrastrando hasta ella, si quería hablar conmigo tendría que sudar.
Al final, la pija de Cristina Patrick se bajó del coche y me siguió caminando, luego comenzó a correr detrás de mi con sus Louboutin negros de dieciséis centímetros, atrayendo todas las miradas. Pronto, la famosa e imbécil modelo paró para quitarse aquellos enormes zapatos y me siguió corriendo por la calle con los pies desnudos golpeando el duro suelo. Tras unas cuantas manzanas, me consiguió alcanzar. Me agarró del brazo y, exahusta, me quitó los cascos con la otra mano.
-¿Qué haces acosandome?- le pregunté. Espere a que ella recobrase el aliento mientras la miraba con todo el asco que era capaz de demostrar por alguien.
-No... te estoy acosando.- dijo todavía con una voz algo entrecortada. -Solo quiero hablar contigo.-
"Hablar contigo." me repitió una voz en la cabeza "No la escuches."
-¿De qué? ¿De cómo me traicionaste?-
-Por favor, Nora. Ese hombre al que tando idolatras se acuesta con más de cien chicas al día.- dijo ella moviendo la mano de una forma para quitarle importancia.
-Pero tu lo odiabas.- le señalé. -Odiabas a Dan Brown.-
-Pero eso no quita que esté bueno y sea guapo.- dijo.
"Ahí la tienes" me susurró aquella voz "la prueba de que sabía lo que hacía."
-Tu sabías lo loca que estaba por él.-
-Por Dios, no ibas a conseguir nada. Escúchame, ese hombre es un "viva la vida"...-
-Cállate.- le grité. -Me da igual con cuantas chicas se acueste al día, me da igual que no fuese a conseguir nada con él. Lo que me duele es que la persona con la que le vi era mi mejor amiga.-
-Nora... yo... lo siento mucho.- dijo Cristina con los ojos llorosos. Le pegué una bofetada y me sentí muy agusto y mi otro yo me felicitó.
"¡Bravo! Así se hace."
-Vete con tus disculpas a otra parte y acuerdate de mí cuando veas como se arruina tu carrera de modelo y yo esté arriba.- dicho esto la dejé ahí plantada, llorando, con la cara roja y el maquillaje corrido por las lagrimas. Me sentía bien, me sentía liberada.
Sabía que la historia de amor entre Dan Brown y la modelo Cristina Patrick, aquella historia que había salido en todas las revistas del corazón y cotilleos, esa historia... no volvería a suceder, por que la próxima persona que tuviera una historia de amor con Dan iba a ser yo.