Historia de un amor roto III

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Por fin, cuando creía que ya estaba ahí, llegando, vi cual era la verdad. La vi con mis ojos, esos que antes te observaban con locura y que ahora no pueden soportar tu mirada. Y la vi en tu cara, la que me mentía, y me decía al oído que todo iba a estar bien, que me quería y que nada nos podría separar.

Pero lo vi, y menos mal. No me gustaría que hubiese sido de otro modo. A veces hay que sufrir para ver la verdad. Casi siempre, de hecho. Porque todo sube y baja, y no tenemos tiempo de detenernos a mirar el paisaje, que es lo que de verdad importa, hasta que termina la atracción. Y ese espectáculo de luces, color y alegría que te inundaba, tan perfectamente orquestado que no te puedes resistir a él, también termina. Y el paisaje es lo que de verdad importaba, porque sabes que si lo hubieses observado con detenimiento te habrías dado cuenta de que algo iba mal, de que todo era demasiado bonito y de que en el fondo sabes que tu vida no está hecha para ir bien, sino para dibujar eses por la carretera.

Y cuando lo vi me dolió, cierto. Mucho. Aún sigo con heridas, después de todo este tiempo, que aún no han sanado del todo. Vi que era tu marioneta, que solo me utilizabas y que era tan solo un hombro sobre el que llorar y descargar tu estrés. No me importa, en cierto modo. Mi corazón, tan acostumbrado a romperse y dejarse llevar por otras cosas, ya ha empezado a olvidarte. O eso quiero creer, aunque en el fondo sé que no, que te amo con locura y probablemente aún más que el primer día.

Pero por favor, si vuelves, no me des esperanzas. No quiero atracciones que se acaban ni luces que se apagan, sino una estrella, de esas que brillan por millones de años.

Podrías haber empezado por ahí, por el principio, y antes de prometerme un castillo haberme contado que yo solo lo guardaría para ti hasta que él llegase.

Y lo siento mucho, pero no voy a ser un juguete que puedas usar cuando quieras y después tirarme de vuelta a la estantería. Por eso me gustaría que te fueses. Pero en el fondo no puedo pedírtelo, porque te echaría demasiado de menos.

Recuerdos de una mareaWhere stories live. Discover now