Historia de un amor roto VII

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Para que quiero que nadie transforme mis lágrimas en balas, si mis lágrimas ya duelen y ya matan. Quizá no a otros pero sí a mí, y no quiero que otros sufran porque sé lo que se siente al gritar en la noche y que ni las paredes te escuchen, cuando el diccionario se te queda corto y nada significa lo que sientes.

Te prometí darte todo y todo te lo di. Te pedí que jugases con ello despacio para alargar aquellos momentos y que nada fuese tan fugaz. Y así lo hiciste, rozando mi corazón despacio y suave, hasta que le despedazaste deprisa para luego devolvérmele despacio. Sigo esperando a que vuelva porque ya que esta roto y lleva difícil arreglo me gustaría enterrarlo como se merece, lejos de ti que acabaste con él.

Caminabas con tus tacones como una reina, sin pasarte a pensar en la alfombra roja que pisabas. Mucha gente que esperaba tu llegada para luego comprobar que solo viniste para irte y que ya fueron sustituidos. Y avanzas por ella, aplastándolo todo con esos tacones, sin darte cuenta de todo lo que rompes a tu paso; del amor, paciencia y esfuerzo que la gente vuelcan en ti esperando que al menos les devuelvas tu atención y quedándose con nada más que una sonrisa de decepción en la boca y un sabor amargo mientras ya encontraste a alguien más.

Alguien a quien quizá abandones también.

Recuerdos de una mareaWhere stories live. Discover now