[Dolor]

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San Fransokyo, 1945

Nunca en mi vida había sentido tanto frío como ahora.

Era curioso como todos elegían un sólo color para representar su emoción durante el día, desde colores fosforescentes y chillantes hasta turbios y oscuros, el maquillaje que portaban algunas mujeres y el peinado también daba mucho de que hablar, más bien, observar.

Y no sólo las personas parecían escoger el color dependiendo de su estado de ánimo, algunas veces, también la misma naturaleza se tornaba oscura o radiante, justo como ahora. Se dibujaba los bordes de unas nubes oscuras en el horizonte, acompañada de un fuerte viento arrasando con el campo.

Una nueva oleada de aire helado se caló por mis huesos, y temblé debajo de las gruesas capas de tela que cubrían mi piel.

Jalé con fuerza las mangas del mofuku negro que portaba, y a su vez, mi mirada cayó en el césped verde.

Pequeñas gotas del rocío de la mañana estaban sutilmente colocadas en los pliegues de las hojas, como pequeños diamantes adornando un camino tan natural.

Mis ojos avanzaron por él hasta llegar a la lápida del funeral.

Oh, Tadashi...¿Porqué ahora?... pensé

De repente los llantos de Tía Cass retumbaron en mi cabeza, y al verla nada había cambiado. Sus ojos estaban irritados desde la mañana y tenía esa mirada tan llena de dolor.

No quería imaginarme como me encontraría yo dentro de unas horas, días o semanas. Ese preciso instante en el que mi cerebro procesara la ausencia de Tadashi. Acciones futuras que en ese tiempo no me importaban, más que importar, prefería sepultarlas en lo más profundo.

Encima de la lápida gris, se encontraba la gorra plana de Tadashi, la que llevaba todas las mañanas antes de ir a trabajar al restaurante.

El mismo asqueroso restaurante donde perdió la vida en el incendio.

El césped se mecio abriéndose a los pasos de un cuerpo en movimiento, a mi costado una silueta se materializó.

- Hiromi, cielo... - llamó mi Tía Cass. Escuche su voz quebrarse.

Evité el responderle para que la voz no se me quebrase en el proceso también, aún me aguantaba con fuerza las ganas de derramar una lágrima.

Al observarla me hacía una disimulada seña para que me acercara a ella.

Extrañada, obedecí, aunque a los segundos comprendí el gesto. Karmi se acercaba cabizbaja con sus padres a sus espaldas manteniendo cierta distancia.

Al verlos, una punzada de cólera me invadió de pies a cabeza, procuré que todo el desagrado fluyera a través de mi mirada.
Que sintieran mis ojos atravesarlos con furia. ¿A caso importaba ahora lo que dirían de mi? No, en lo absoluto, todo tenía consecuencias tan insignificantes para mi ahora.

- Hiromi, Tía Cass...- dijo Karmi, pude ver lágrimas en sus ojos - ...no tienen idea de cuanto lo siento.-

- Ay, Karmi... - respondió mi Tía Cass, tomando su brazo en un gesto cariñoso y forzando una sonrisa - nos da gusto tenerte aquí con nosotras, fuiste una buena amiga de Tadashi.-

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