Albuquerque, Estados Unidos. Horas antes.
El silencio quizá comenzaba a adueñarse de su existencia, porque no la abandonaba. En sueños y en vida, predominaba todo lo que la rodeaba. El mundo era vacío e inerte, a veces oscuro. Imágenes, flashes, eran todo lo anormal en aquella realidad. Por más que lo intentara, no era capaz de salir de aquel estado, donde despertaba sin poder abrir los ojos y volvía a dormirse, sumiéndose en sueños profundos y lejanos. De a momentos, se desconocía a sí misma y dudaba. ¿De qué? De todo.
Los sueños se construían y desmoronaban sin escrúpulos ni tiempo determinado. Eran efímeros y absurdos, donde incluso su familia era diferente y el cielo era color azul, oscuro tanto en el día como en la noche. El aire era más fresco y tenía cierta consistencia... familiar. No encontraba a Emilie por ninguna parte y, en las peores pesadillas, a Maggie se la tragaba la tierra. No se quitaba la imagen de la mente, con la tierra derritiéndose y abriendo paso a un oyo negro, que la absorbía dentro de sí, mientras la niña gritaba su nombre y ella ni siquiera era capaz de acercarse, de ayudarla, aunque sus lágrimas caían delatando sus intenciones. Sufría, le dolía, aullaba y gritaba sin hallar a alguien que la oyera. Se sentía invisible, fría, muerta; y a la vez tan libre y liviana. No lo entendía, por más que intentara con todas sus fuerzas. Su propia mente la arrojaba de un agujero a otro, por los que percibía parajes desolados. Desde desiertos congelados hasta la masa del sol, rodeada de estrellas muertas, y otras que luchaban por seguir existiendo. De pronto, el dolor aumentó. Anonadada y superada por la sensación, solo era capaz de permanecer quieta y distante, deseando que todo aquello acabara, que la presión en su pecho se disipara y sus párpados respondieran.
Y, luego de lo que le pareció una eternidad, el mundo se detuvo un momento. Entonces, todo se volvió de un inconfundible blanco, tan pálido que creyó haber muerto. Sin embargo, estaba más que segura de que en el cielo, o en el famosísimo "más allá", aquel dolor no existía. Descartó la idea.
Tardó unos segundos en acostumbrar sus ojos a la luz y ver, aliviada, que la rodeaba una habitación de hospital. Las sábanas pálidas la cubrían y el pitido de una máquina captó¿ su atención. Sintonizaba con sus latidos, así que estaba viva. Suspiró y se quejó de la punzada que sintió en su cabeza con un gemido. El mareo le impedía levantarse. Atendió al panorama. Dos recipientes con agua reposaban en una mesita rectangular frente a la camilla, donde reposaban dos ramos de flores: uno de ellos, casi marchito. Al parecer, había pasado algún tiempo.
Esperó unos segundos, pero nadie entró y de su boca no salía sonido alguno.
A su lado, en una mesita, divisó una superficie de papel. Intentó incorporarse, pero un haz de electricidad le recorrió el cuerpo como un relámpago. Decidió abortar el movimiento e intentar con su brazo. Poco a poco y resistiendo las punzadas de dolor, logró alcanzar el sobre y, con aún más lentitud, lo posicionó frente a sí y lo abrió con ambas manos y una notable torpeza. En el papel que saco de su interior, decía:
"Respuestas: Wilmour 331"
Fue entonces que sintió el ardor en su frente y la habitación comenzó a dar vueltas antes de que todo recobrara su oscuridad.
-Si me oyeras me avergonzaría- oyó una voz, pero no encontraba a su portador. Se encontraba en medio del vacío mismo- Estoy enojada contigo, Cath. ¿Por qué me dejaste sola? ¿Por qué buscas irte? ¿Es que estas escapando?-
La inconfundible voz de su pequeña hermana hacía eco en todo el lugar.
-No, Maggie...- susurró Cath, casi inaudible.
-No te atrevas a dejarme Cath, te lo prohíbo- podía oír su llanto, podía sentir sus lágrimas derramadas sobre su piel inerte- Mamá está siendo débil, papá no. Él dice que todo estará bien, pero no puedo creerle a sus ojos. Miente y... no sé si quiero saberlo. No sé si quiero entenderlo.- su voz se debilitó- No me obligues a crecer sin ti, no quiero hacerme fuerte, no quiero aprender de esto. Te quiero aquí, te quiero conmigo. No te vayas... por favor-
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Los dioses de los que jamás oí
Science Fiction¿Y si te dijera que todo a nuestro alrededor es mentira? ¿Si te demuestro que alguien arruinó nuestras mentes y todo es pura ilusión? ¿Y si todo lo que conoces no existe? ¿Si tu familia no es la que tú crees? ¿Si el planeta Tierra no fuera nuestro h...