Do my thang

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Eclipsis of Virgins

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Do my thang

Sus párpados ardieron, mientras suspiraba y se acurrucaba.

Dios, que bien había dormido.

Cosa bastante extraña, observando que hacía días que no había pegado ni un ojo, que lo único que lo calmaba eran las pociones para dormir sin sueños. Él siempre estaba atormentándolo. Era un tanto aterrador.

No le gustaba pensar en eso, porque era como ponerse estático mientras lo petrificaban, su mente era cortocircuito cerebral. Era síntomas extraños, pero reales.

Todo su cuerpo estaba cálido, una sensación abrumadoramente placentera. Era como respirar por primera vez después de mucho tiempo. Era extraño sentirse caliente, puesto que fuera de las sábanas hacía frío, lo sabía, pues su nariz estaba helada. Siempre había sido muy sensible a las estaciones. Si hacía mucho calor, le faltaba el aire, ni qué decir de osar salir al sol, se freiría como un pedazo de carne: su piel era tan pálida, que se irritaba ante cualquier cambio brusco. Si hacía mucho frío, su cuerpo se convertía automáticamente en un cubito de hielo y si no fuera por las atenciones especiales de Severus con respecto a sus pociones contra el resfriado, él viviría estornudando, y eso no era muy Malfoy de su parte.

Unos brazos cálidos lo agarraron por detrás, abrazándolo, de alguna manera. El pecho de alguien estaba hirviendo haciendo contraste con su espalda helada. Podía sentir su propia nariz muy fría, pero se sentía tan cómodo que no le importó en absoluto que algo tan cálido y suave lo abrazase, porque en realidad, nunca lo habían abrazado. Eso era cosa de plebeyos.

Las manos extrañas se estaban moviendo en sueños por su pecho, casi como acariciándolo inconscientemente, rozándolo, parecía una pequeña danza despreocupada. Draco abrió los ojos grande, entre sorprendido y sintiéndose calmado sin razón alguna. Las manos eran grandes, resultaría imposible que pertenecieran a las de una mujer, los dedos no eran finos pero si estilizados, tenían un color ligeramente bronceado y había callos en ellas.

Aunque calló en la cuenta de que un jugador de Quidditch estaba abrazándolo por detrás, en su cama, desnudo, con un gesto totalmente íntimo, no le importaba. La tranquilidad cegadora le impedía alterarse, podía sentir la magia de sus dedos acariciarlo, rodeándolo, susurrándole. Era casi como estar drogado, pero con la conciencia intacta.

No recordaba mucho de la noche anterior, intentaba, pero estaba tan cómodo así, en los brazos de un extraño, mientas sus manos rozaban su estómago, sus párpados temblaron y como click sintió una descarga eléctrica desde la espina dorsal dirigida hasta todo el cuerpo. Suspiró hondamente mientras se acurrucaba en los brazos de aquel chico.

Pudo sentir cómo el muchacho desconocido murmuraba y se aferraba más a él, hasta que sintió un miembro erguido en medio de sus nalgas. Fue casi instantáneo, su cuerpo reaccionó por sí solo, tan literalmente que no tuvo tiempo de sorprenderse. Se había arqueado de forma sutil pero marcada y gimió levemente. La respiración de su compañero era irregular pero podía garantizar que seguía durmiendo.

Meneó su trasero hacia atrás, restregando su propio culo contra la erección matutina de aquel chico (desconocido), sintiéndola aún más entre medio de la raya de sus nalgas, gimió agudamente sin poder evitarlo. Abrió los ojos como platos, tapándose la boca con las manos, horrorizado.

Pero su cuerpo seguía ondulando y restregándose contra aquella persona, su respiración eran puros jadeos ahogados, mientras su mano intentaba acaparar los gemidos necesitados.

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