Julián.

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Mi tío, Mauro; me había dejado muy temprano en la escuela nueva, era muy puntual siempre.
Tome mi mochila y baje de su auto, despidiéndome con un ademán.
—Que perdedor es...
Musité caminando hacia la entrada, algunas chicas y chicos estaban llegando también, al menos no era el único. Todas las miradas iban dirigidas hacia mí, las chicas con su típica cara coqueta y molesta. Los chicos con recelo y otros... con ganas de incluirme en su grupito.
Rode los ojos y comencé a buscar la putrefacta aula.
Me senté adelante, saque unas papas fritas y me puse a leer algunas cosas en el celular, esperando que el timbre tocara.
Una chica de aspecto escalofriante se sentó junto a mí, me había atraído tan fácilmente...
Intercambiamos nombres y luego me ignoro completamente. ¿Me ignoró? 
La quede mirando sigilosamente toda la clase, sentía que no podía dejar que se vaya. Lamentablemente el timbre sonó y se fue, la muy condenada.
Me dirigí a la siguiente clase y una chica muy habladora se sentó junto a mí, literalmente no paraba de hablar. Fruncí el ceño y la mire.
—¿Puedes callarte la maldita boca?
No me interesas y nunca lo harás, eres molesta y no me agradas. Yo no pedí que te sentaras aquí.
Sonreí maliciosamente por dentro al ver su cara estupefacta, mi alma se alimento al ver como sus ojos se cristalizaban y se iba rápidamente de clase. Continúe viendo al frente y prestando atención a la interesante clase de historia.
Qué?  Pensaban que por verme amable iba a serlo? Las apariencias engañan, es inexplicable cuando descubres lo de adentro, ya sea bueno o cruelmente malo. Este ángel al fin había terminado el jodido primer día.

~Inexplicable~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora