Capítulo 13

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Capítulo 13

Dando una mala excusa sobre tener que pasar tiempo con mi mamá, satisfactoriamente me deshice de un muy enfurruñado Pain. Conseguir las llaves de mi mamá no fue muy difícil, tampoco. Cayó dormida después de una doble jornada tan pronto como llegó a casa, y sabía que no despertaría para notar que su auto se había ido.

Esperamos hasta que la oscuridad cayera, que fue en torno a las cinco y media.

Sasuke me encontró fuera y trató de tomar las llaves.

—Ni loco, teme. Es el coche de mi madre y significa que conduciré yo, dattebayou.

Me miró fijamente, pero se metió en el asiento del pasajero. Sus largas piernas no eran rival para el asiento estrecho. Parecía como si el auto le hubiese quedado pequeño. Reí. Sasuke frunció el ceño.

Sintonicé una estación de rock, y él lo cambió a una estación de oldies. Estaba a sólo quince minutos, pero sería el maldito viaje más largo de mi vida.

—Entonces, ¿cómo te deshiciste de cabeza de calabaza? — preguntó antes de que incluso nos retiráramos del camino de entrada.

Le lancé una mirada sucia.

—Le dije que tengo planeas con mi mamá, dattebayou. No es como si me pasara cada minuto del día con Pain, en serio, teme.

El soltó un bufido.

—¿Qué? —Eché un vistazo hacia él. Miró por la ventana, con una mano en la empuñadura... oh, mierda. Como si mi forma de conducir fuera tan mala—. ¡¿Qué?! —repetí—. Sabes lo que estoy haciendo con él, ttebayou.

No es como que si pasáramos el rato mirando películas.

—¿De verdad sé lo que estás haciendo con él? —preguntó en voz baja.

Mis manos se apretaron sobre el volante.

—¡Sí, bastardo!

El músculo trabajó en la mandíbula, y luego se volvió, inclinando su cuerpo hacia mí, lo mejor que pudo en el espacio limitado.

—Sabes, tu día no debería ser practicar todo el tiempo con Pituso. Puedes tomar tiempo libre, dobe.

—También puedes unirte a nosotros, ttebayou. Me gustó... cuando nos ayudaste, cuando estuviste allí —admití, sintiendo mis mejillas arder.

Hubo una pausa.

—Ustedes conocen mi posición sobre eso, pero tienes que dejar de evitar a Sai, usuratonkachi. Él te extraña. Y esto sólo lo estropea.

La culpa masticó en mí con pequeños y afilados dientes.

—Lo siento, de veras.

—¿Lo sientes? —dijo—. ¿Por qué? ¿Por ser un amigo de mierda?

En un segundo, el enojo pasó por mí, salvaje y caliente como una bola de fuego.

—Yo no estoy tratando de ser un amigo de mierda, idiota. Sabes lo que estoy haciendo, dattebayou. Tú fuiste quien me dijo que lo mantuviera alejado de esto. Simplemente dile a Sai que lo siento, ¿sí?

El desafío familiar en su voz.

—No.

—¿Podemos no hablar?

—Y eso también sería un no, dobe.

Pero no dijo nada más mientras me daba instrucciones hacia la subdivisión de donde vivía Kabuto. Estacioné el coche a medio camino entre las seis casas sospechosas, agradecido de que mi mamá tiñó las ventanas de su coche.

StrunzWhere stories live. Discover now