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En el primer viaje escolar de ese año, la profesora de ciencias naturales nos llevó a un bosque. Me alegré mucho al enterarme, pues estos entraban en la corta lista de cosas que me agradaban. En el viaje te sentaste a mi lado y no paraste de hablar, no te dije que callaras, ni siquiera intente quejarme con algún monosílabo, no tenía fuerzas. Solo quería dormir y olvidarme de todo, pero parece que no notaste las ojeras y el aspecto enfermizo que traía esa mañana. Puede que fuera por la emoción, o puede que la pequeña parte de mi que empezaba a convencerse de que eras diferente se equivocaba, solo pensabas en ti misma como todos.

Después de la aburrida clase al aire libre nos dieron un tiempo para nosotros. Estaba exhausta, por la falta de sueño, por la larga caminata desde el aparcamiento a ese lugar. Pero el cansancio mas pesado era el emocional.

Tú te habías sentido mal y los docentes llamaron a tus padres, así que pude dormir en tu ausencia. Hacerlo en el suelo con la espalda apoyada en un tronco no era lo máximo pero me bastaba. Solo quería cerrar los ojos y no volver a abrirlos.

La chica invisible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora