Narrador Omnisciente
Estefanía no volvería a la escuela por un rato, habían llegado muchos mensajes del grupo de su madre preguntado si ella estaba bien, que se recuperará pronto y que sus amigos la extrañaban. Ella sabía que los padres siempre se preocupan por todo, y ella no entendía por qué, aunque... ahora era muy entendible la preocupación ante ella.
Pero no hubo nada sobre sus amigos, ni sus mejores amigas. No habían llegado cartas como lo hacían cuando alguien del grupo se caía y se raspaba la rodilla, ni un mensaje por el celular de su madre, no había llegado nada.
La pequeña niña no se preocupaba mucho en eso, pues no era de estar atenta al celular de su madre y su padre, subió las escaleras apoyándose del barandal, entró al baño, y cerró la puerta. Se sentó en la tapa de la taza del baño que estaba abajo y observó todo lo que veía. No sabía por qué se había metido allí exactamente, así que solo se puso a revisar todos los cajones.
Era una sensación extraña, nunca había hecho eso antes alguna vez. Si alguien pudiera leer o expresar sus sentidos, sentimientos y palabras en su cabeza, podría deducir que sentía un tipo de vacío. Era un vacío muy extraño, como si estuviera buscando algo inconscientemente, algo que pudiera encontrarse en el fondo de un cajón o en una caja de regalo envuelta. Una sensación de que solo a ella le pertenecía, pero no sabía qué era, al menos no exactamente qué...
No encontró mucho, muchos objetos de belleza, toallas sanitarias, un montón de peines, ligas y unas cuantas pastillas de vitamina E.
Cerró todos los cajones de tela, se paró y se volvió a sentar, solo que esta vez en el suelo.
Suspiró hondo, estaba deseosa de conseguir algo, tomarlo entre sus manos y observarlo para siempre, la estaba consumiendo...
Salió del baño lo más rápido que pudo, se estaba hartando. En el pasillo solo oía la regadera del cuarto de invitados, el sonido de las pequeñas piezas de cereal chocar con el plato hondo de plástico en la cocina, y su respiración.
¿Alguna vez han estado tan quietos, sin ruido alrededor, y se dan cuenta de los latidos de su corazón que mueven inquietamente su cuerpo en el silencio?
Eso, era lo que sentía Estefanía parada en el corredor de la segunda planta. Cuando recuperó un poco la conciencia, notó los ojos bien abiertos y una mano agarrando con fuerza la blusa de su pecho.
Había algo diferente en sus latidos, en esos movimientos y sonidos que salían de su diminuto pecho en horas de silencio.
Gritos. Eran gritos lo que estaba escuchando, no un corazón feliz y sano latiendo, algo estaba tratando de salir de allí. Sentía lamentos, cada pequeño choque en su cuerpo le daba pánico, mientras más escuchaba sus latidos, más rápido aumentaba su ritmo cardíaco y más sentía el choque de sus latidos sacudiendo su cuerpo.
La perturbaba, sentía que se ahogaba.
Respiró hondo, estaba jadeando. Cerró los ojos con fuerza y tomó su cabeza entre sus manos, se apretó la cabeza con fuerza, quería evitar todo pensamiento acerca de eso, de su corazón latiente...
Caminó con fuerza hacia su cuarto, cerró la puerta con una fuerza algo brusca a lo normal, y se tiró al suelo.
Miraba el techo, todas sus extremidades estaban extendidas a los lados y su cabello se acostaba en una larga melena rubia suave en el suelo. Brillaba al contacto de la luz del foco y parecía tan sedoso que pareciera que tocándolo se desmoronaría fácilmente.
Sentía algo, y no estaba segura de qué era eso. Pero lo odiaba, quería despedirse de esa sensación por ahora.
Se paró del suelo, se lanzó a su cama he hizo lo posible por dormirse de inmediato. No tardó mucho, a pesar de que había dormir al menos casi dos días, estaba cansada, caminar, reír y comer le habían agotado.
Cerró los ojos y cayó en la trampa de los sueños enfermos. Bueno, no "enfermos" exactamente, más bien como sueños extraños, esos que no tenías idea de que podrías soñar en tu vida; en este caso, sueños que no sabias que se volverían a repetir en tus noches para apanicarte del miedo.
Sin embargo, desde fuera de su mente, parecía tan quieta y dulce durmiendo, como si nada en la vida la hubiera interrumpido. Como si nada hubiera pasado...
Por otro lado, mientras la pequeña y hermosa niña dormía entre pesadillas, el curioso doctor caminaba entre los pasillos con unas hojas en sus manos y un bolígrafo encima de su oreja derecha. Su cabello, ya entre lo normal y lo canoso, se quedaba rígido entre el gel hacia arriba mientras caminaba.
No había parado en todo el día de darle vueltas a las palabras de la niña, sabía que había algo más que le había ocultado, tal vez algún sueño, una sensación más clara que "locura".
«¿Locura? ¡¿Es en serio?!»
Dijo entre sus adentros el doctor. Sabía que no era algo que pudiera explicarse con palabras, al menos no con palabras normales y comprensibles.
Sabía que algo había mal, ya había visto algo así antes, varias veces a decir verdad. Sabía que esto iba para mal, y que aquella niña estaba condenada toda su vida a un peligro y poder que no sería capaz de manipular nunca.
Entró a su oficina, polvorienta como siempre, entre todo el desastre encontró el interruptor para encender la luz de la oficina, y tomó el teléfono.
Marcó unos números en ella, se llevó la bocina en su boca y el auricular en su oído izquierdo y escuchó 4 pitidos antes de que se contestara la llamada.
—"¿Hola?"— Se escuchó desde la otra línea. —"¿Quién habla?"— Exclamó confundido. Era una voz áspera y gruesa, era firme y sin algún rastro de sentimiento en ella.
—"Dime qué has hecho"—. Dijo el doctor algo enfurecido, pero sabía que lo estaba invadiendo la desesperación.
—"¿De qué estás hablando? ¡¿Quién habla?!"— Dijo la otra línea.
—"Dijiste que ya no habría otra transformación, cancelamos el proyecto, ¡sabías que se había salido de control!"— Gritó agitado el doctor. —"Me llegó un paciente con los mismos rasgos y los mismos extraños síntomas para la transformación que los del experimento"—. Se paró derecho tras su escritorio tomándose los cabellos llenos de gel.
Estaba asustado.
—"...¿Christofer?"— Preguntó la voz masculina, esta vez con un tono más confuso y.. como queriendo entender lo que dice.
—"Quiero que me expliques qué pasó"—. Exigió con voz clara y fuerte. Cruzó los brazos (bueno, al menos como pudo con un teléfono en una mano) y esperó una respuesta.
—"¿Un paciente? Experimento..."—. Se notaba que la otra línea trataba de encontrar algún archivo entre sus carpetas viejas.Hubo un pequeño silencio que incitaba con una respuesta.
—"¿Estás seguro?"— Preguntó la voz masculina.
—"Por dios, Albert, por favor"—. Se escuchaba como súplica más que ironía.
—"Y veo"—. Exclamó la otra línea.
—"¿Y bien? ¿Qué hiciste esta vez?"— Preguntó el doctor con desesperación.
—"Siéndote sincero, yo no hice ninguna transformación desde hace años, desde que cancelamos el proyecto"—. Exclamó el tal Albert.
—"...¿Qué?"—
El doctor se quedó en silencio, y volvió a hablar.
—"Si en serio no fuiste tú, entonces, ¿quién fue?"—
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Mi Extraña Vida (pausada)
FantasiEstefania Abbado, una chica normal, nada fuera de lo común. Lo único que puede hacer es leer mentes, tele transportarse, sacar llamas por las manos, etcétera. Todo lo que una chica como ella pueda hacer. Esta chica está aterrada, y no lo sé, tal ve...