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Al entrar al apartamento entramos en la recepción habían luces color amarillo claro brillante, los muebles blancos de cuero, floreros con hermosas flores llamativas y recuadros alusivos a la ciudad y otras ciudades como New York me entristecí un poco al ver la pintura así que traté de no verlo.  Mi madre se acercó al recepcionista que  aparentaba tener unos 25 o 30 años quién por cortesía le sonrió a mi madre y con la lengua francesa le entregó la llave de nuestro alojamiento.

El recepcionista mandó un ayudante un poco más joven parecía ser principiante aparentaba tener 19 o 20 años quién me miró y me sonrió sin perder su mirada en la mía y se dirigió hacia las valijas, subimos al ascensor y ascendimos hasta el piso 4 nuestra puerta era 4B así que había un pasillo largo y anchos  de extremo a extremo de cada puerta, la puerta era de madera pintado con un color café claro.

Mi madre abrió la puerta y el joven dejó las valijas en la sala, hizo un acto de cortesía hacia mi madre y me dirigió una segunda sonrisa << parecía que vendiera los dientes>> pensé, así que reí de lo que mi mente decía no entendió porque me reía por lo que se fue.

Visualicé a mi alrededor el apartamento el lugar era demasiado amplio en comparación con el que vivía en New York, habían muebles color café oscuros de cuero también sus cojines medianos de color blanco con manchas color café oscuro que salía con el fondo de los muebles, en el centro se encontraba una mesa rectangular color miel claro tenía un porta retrato donde estaba mi madre y yo, sonreí al verlo, allí mismo estaba una escultura mediana de porcelana con figura de gatos, sí amo los gatos. Había un gran ventanal, la vista era sensacional y muy hermosa, también se encontraban jarrones altos, medianos y pequeños en una de las esquinas de la sala se veían hermosos y llamativos.

Mi madre se dirigió hacia la habitación con su valija me pregunté porque no me habría llevado la mía  a mi habitación así que solo me limite a cogerla y llevarla hasta el dormitorio. Cuando entré quedé atónita y asombrada, no podía saber cómo actuar, solté mi valija y comencé a echarle un vistazo, la cama era muy grade sus acolchados de color púrpura y sus almohadas color blanco con cojines del mismo color del mismo me senté para sentir su suavidad me quedé ahí unos momentos contemplando cuanta suavidad había. Luego, me levanté miré las mesitas color blanco medianas, había una estatua de la libertad y en la otra una torre Eiffel, las dos pequeñas las observé por un instante y las dejé es su estado inicial.

Me dirigí hacía mi armario  era de color blanco también se veía amplio, abrí todos sus cajones limpios y aseados los cerré y fui hacia mi baño personal sus paredes tenían partes de mi ciudad natal y de la ciudad en la que me encontraba era lindo al parecer mi madre había hecho todo esto por mi, me sentí muy feliz el espejo era inmenso. Salí y pude notar que también  tenía un pequeño balconcillo sus puertas eran blancas y al salir sus bordes para sostenerme al asomarme eran de color gris se veía igualmente toda la ciudad y los transeúntes, autos que por allí se desplazaban.

Me quedé contemplando pensativa por unos instantes como si quisiera estar con mis amigos y mi padre y pensar que toda mi vida crecí allá, pero al mismo tiempo esta ciudad se hacia interesante.

-Linda vista-cierto cariño?, dijo tocándome el hombro derecho a lo que me sobresalté.

-Oh madre me has asustado- dije dándole un beso en su mejilla y abrazándola.

-No es nada cariño-todo esto lo hice para que estuviéramos juntas, dijo acariciándome mi cabello color café claro.

- Gracias madre- eres la mejor, dije aún mirando el horizonte de la ciudad.

-Te amo hija- ¿Qué te parece si hacemos algo de comer? tengo mucha hambre, dijo dirigiéndose hacia la cocina. 

Yo solo asentí sonriendole.




Una Historia de Amor en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora