Capítulo 3

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Miré a Victoria con preocupación mientras se pasaba las manos por el rostro. Las arrugas de su ceño fruncido eran señal de que su cerebro trabajaba a toda velocidad, pero la expresión de sus ojos indicaba que estaba perdida en sus maquinaciones. Sabe Dios qué será lo que te ronda por la cabeza, Monroy.

Aquello era lo que me inquietaba. Victoria no solía preocuparse por cualquier cosa. Sus preocupaciones surgían en puntos en los que el resto de los mortales habrían alcanzado la histeria. Así que cuando Victoria se preocupaba, era cuando los demás podíamos echarnos las manos a la cabeza.

Charlotte me había contado lo ocurrido a escondidas de Vic. Decía que había estado con el ceño fruncido y la mirada turbia desde que volvió a subirse al coche después del incidente. Eso solo podía significar que algo la había sorprendido. Y en palabras textuales de Charlotte, "no creo que haya sido por la cara bonita de ese hombre".

Por lo visto, el "típico gilipollas con traje y deportivo de esos a los que deberían encerrar porque son accidentes con patas" había resultado ser todo un portento. Según Lottie, era de esos hombres vraiment charmant que te dejaban sin aliento y que para el sexo femenino resultaban ser une bombe sexuelle.

Era bastante gracioso oír a Charlotte hablar con urgencia porque se aceleraba y soltaba parrafadas en francés. A pesar de que a la francesita le había parecido guapo, por así decirlo, también le había parecido que se comportaba como un vrai trou du cul, es decir, un auténtico gilipollas. Pero como ella decía, Victoria no era de preocuparse por ese tipo de cosas. Charlotte la llamaba ma petitte femme fatale, porque no había hombre que no se fijara en ella que no se fuese con la cabeza gacha. Decía que no necesitaba a alguien que le dijera lo guapa que era si no le hacía perder la cabeza. Quería a un hombre que fuera capaz de plantarle cara, de discutir con ella, de bajarle los humos si era necesario, que la hiciera sentir viva; decía.

No se preocupaba por ese tipo de cosas, no era de las que se inquietaba por un hombre que no le merecía la pena. Lo cual quería decir, que por muy guapo que fuese aquel chico, lo que a Victoria le rondaba la cabeza era algo bastante serio.

Estábamos sentados en el suelo de su casa, en el salón del segundo piso. Había encendido la chimenea y había preparado chocolate después de haber estado cenando y bebiendo cerveza. Lawrence había traído una tarrina de helado de menta con chocolate, el favorito de Vic, y los habíamos puesto dentro del chocolate caliente. Como siempre, habíamos acabado llorando de risa, pero a Victoria la sonrisa no le llegaba a la mirada. El brillo de diversión y picardía que solía iluminar las esmeraldas que adornaban su rostro no estaba ahí. Solo había confusión, tormento.

Pepper, su gatita, estaba acurrucada en el hueco que dejaban sus piernas cruzadas y ronroneaba ante las distraídas caricias de su dueña. Victoria miraba a algún punto perdido del fuego que calentaba la estancia. Estaba empezando a inquietarme. Nunca la había visto tan distante. Cada vez iba a peor, acabaría por volverse loca. Tenía una inteligencia natural absolutamente fulminante que bullía a un ritmo frenético constante. No paraba ni un segundo. Eso me había llevado a plantearme alguna vez que podría llegar a ser una tortura, aquellos pensamientos tan ágiles, tantas ideas desplegándose a la vez. Debía de ser agobiante. Ella misma lo había dicho anoche, su propia mente la aterraba a pesar de haber aprendido a vivir con ello. Pero aun sabiendo aquello, desde que la conocía había podido ver un punto torturado en su mente, que rozaba la locura provocada por sí misma.

-¿Vic? -La llamé.

-¿Humm? -Respondió sin inmutarse. Los demás nos lanzamos miradas de preocupación. Lawrence tenía la mirada fija en Victoria. Su ceño iba juntándose más y más cada vez, aquello lo estaba preocupando bastante. Probablemente más que a ninguno. Era el que más conocía a Victoria Monroy. Eran amigos desde hacía mucho, habían sido novios mucho tiempo y se conocían mejor que a ellos mismos. Y Lawrence sabía que Victoria no estaba bien.

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