1-0. Detective aficionado

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Vivimos en un mundo donde abundan las personas raras.

Esa es mi forma de pensar al notar las excentricidades de las personas, quienes buscan destacar de una u otra manera en un ambiente monótono, o incluso para tomarse un descanso de la rutina.

¿Y qué es lo que trae la monotonía?

Pues el aburrimiento.

¿Y qué es lo que trae el aburrimiento?

Pues la rareza.

Al menos eso es lo que pienso, no puede haber uno sin lo otro.

El tema de la rareza y el aburrimiento es algo que no pensaba con mucho detenimiento, hasta haber tenido la mala o buena suerte (no estoy segura todavía) de conocer a alguien que convirtió mis días en algo interesante para contar y exponer al público.

En otras palabras, mi vida, no tan interesante como para plasmarla en un relato, daría un giro de 180 grados. Y no tuve la necesidad de viajar a cierto país asiático conocido por sus excentricidades, solo bastó irme a vivir a un modesto hostal de Harker Street y cruzar palabras con el curioso inquilino.

Mi nombre es Irene Morrison, trabajo como ilustradora freelance, especializada en mangas eróticos. Y ahora que estoy frente a una computadora escribiendo esto, debo expresar que mis manos me «picaban» desde hace un buen tiempo para relatar mis aventuras (por así decirlo) junto a Arthur Holmes, un egocéntrico detective aficionado.

Esta es la historia de mi vida junto a un chico que, cuando optó por resolver casos (criminales o no) solo para salir del aburrimiento, hizo que el mundo del cine y la televisión perdiera a un gran actor; que el mundo de la informática desconociera la existencia de un prodigioso hacker y que todos en general se salvaran de enfrentar a un frío y metódico criminal sociópata.

Un método para leer la mente de las personas, un suicidio demasiado sospechoso, un complejo programa de resolución de crímenes llamado «el palacio de Alejandría» y el robo de un carísimo objeto proveniente de la cultura japonesa cuyo ladrón se ha esfumado...

Para él todo era normal y obvio, sin embargo para mí nada tenía coherencia. Era demasiada información y emociones vividas para una sola semana.

Siendo yo una simple ilustradora pensaría que los casos en los que me involucré fueron sorprendentes, pero con Arthur Holmes aprendí que los hechos más increíbles suelen tener las explicaciones más sencillas.

En la sencillez radicaba la genialidad y rareza de mi compañero.

Hikikomori HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora