1-9. El fin del juego

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—¿El juego ha acabado? —preguntó Melissa consternada—. No creo que te estés tomando mi caso en serio...

—Claro que lo hago. ¿Acaso ve que me estoy riendo? Por favor vaya a abrir la puerta y haga pasar a nuestro invitado a esta sala.

Melissa mostró una expresión de leve enojo, pero finalmente hizo lo que Arthur le pidió.

Cada segundo que pasaba parecía empeorar la tensión que se sentía en el ambiente. Arthur estaba tranquilo, con la mirada al frente. James parecía inquieto, como preguntándose quien pudo haber entrado a la casa.

La verdad es que pensé que yo también estaría nerviosa al saber que la persona que me había golpeado y robado se aparecería tranquilamente en la casa, nada bueno auguraba ese hecho, pero inesperadamente James no reconoció a la persona que llegó a la sala en compañía de Melissa, sin embargo Arthur y yo sí que le conocíamos.

Se trataba del inspector Mariano Estrada.

Entonces Arthur se levantó y exclamó:

—Inspector Estrada, arréstelo de inmediato. James Cosgrowe, se te acusa de ser el presunto asesino de la señora Agatha Monroe.

—¿¡Eh!? ¡Esto debe ser una broma! —gritó James levantándose inmediatamente.

El inspector no perdió el tiempo y antes de que James pudiera siquiera reaccionar, detuvo al hombre; con un breve forcejeo le puso las esposas.

—Pero qué rayos está pasando aquí —exclamó ahora Melissa—. ¿¡Cómo qué asesinato!?

—Tengan la amabilidad de sentarse —habló Arthur—, expondré ahora la línea de investigación que he seguido.

—¡No le creas, Melissa! —dijo James—. Míralo, no es para nada un detective, solo está aprovechándose de ti, ¡por eso te pidió el cheque antes!

—Ah... —suspiró Arthur—. Sí, no puedo parecer un detective, pero aquí tenemos al inspector Estrada, quien no hubiera venido sin pruebas en su contra. De hecho le pedí que trajera un informe impreso con una explicación más extendida sobre el asunto. Melissa, ahora explicaré todo lo que he descubierto y no me iré de aquí no sin antes haber dejado todo claro.

Melissa parecía desorientada, ya que ni las palabras de James o Arthur le convencían del todo. Pero al ver a un oficial de la policía, aliado de Arthur, en su casa, decidió escuchar lo que el detective aficionado tenía por decir.

—Muy bien, sus padres me ha dicho que eres una persona responsable y sensata —dijo Arthur suavizando su expresión facial y adquiriendo un tono de voz más amigable—. Comencemos, el domingo 5 de agosto el inspector Estrada solicitó mi ayuda en el caso de un supuesto suicidio por parte de quien en vida fuera Agatha Monroe. Una mujer que pasó varios años en Asia (principalmente en Japón y China) para aprender de su gastronomía, dueña de un concurrido restaurante de comida china ubicado cerca del parque central.

»Con las pistas obtenidas, deduje que un hombre, alguien cercano a la mujer, quizás un ex novio con quien haya vivido algún tiempo irrumpió en su casa, y se las ingenió para que Agatha muriera por estar en una habitación cerrada con un humo venenoso, generado por inciensos que anteriormente fueron sumergidos en un herbicida llamado R...

»En ese caso había cuatro elementos clave que llamaban la atención: Señales de que la llave de la casa de Agatha fue clonada de forma casera, una nota que sugería que Agatha le había entregado su número a cierta persona con quien quería reencontrarse, el humo envenenado de la habitación y una llamada a las 10:58 pm el martes 7 de agosto, el mismo día del «robo» a esta casa. En donde esta llamada denotaba que Agatha estaba nerviosa y casi a punto de pedir ayuda de la policía, como si algo grave ha ocurrido. ¿Tal vez un asalto? ¿Un accidente? ¿O una discusión que ha terminado mal? Todo podía ser posible menos una casualidad.

Hikikomori HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora