1-2. El arte de la deducción

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Hay una frase que dice que «los ojos son la ventana del alma». Suena muy bonito y todo, algo poético que de ninguna manera se podía tomar de forma literal, o eso era lo que pensaba hasta que tuve mi primera charla con aquel chico pelirrojo.

Repasemos. Según él, que nunca había hablado conmigo, supo mayormente gracias al haber visto mis ojos lo siguiente sobre mí:

-> Que yo había olvidado mis llaves y celular dentro de mi habitación.

-> Que trabajo como ilustradora y que yo estaba cerca de una fecha límite.

-> Que tenía problemas con el dibujo tradicional ya que me había acostumbrado al trabajo digital.

-> Y que estaba buscando el anuncio de alguna tienda de tecnología en una revista turística para comprar un cargador para mi laptop.

Básicamente era eso. Y como cuando te emocionas con un truco de magia que al descubrir cómo se hace te llevas una gran decepción, así me pasó cuando él me explicó cómo pudo leer mis pensamientos:

—Primeramente, debo aclarar que aunque dije que esta era la primera vez que intercambiamos palabras, yo supe de tu existencia ayer en la tarde cuando viniste a pedir una habitación a la señora Hodgson, yo me encontraba detrás de la recepción reparando su computadora y como tengo cierta curiosidad cuando llegan nuevos inquilinos, no pude evitar escuchar tu conversación.

»Así supe que te llamas Irene Morrison, que estás comenzando tu vida adulta y que por un ajustado capital has elegido este económico hostal para pasar tus días. Una vez que has conseguido la llave de tu habitación, escuché cómo te fuiste arrastrando una maleta, y digo que solo llevabas una solo por el ruido de las ruedas. De esta conversación no he sacado más información.

»Ahora en el día actual, hace diez minutos aproximadamente, llegaste aquí y viste el cuadro de La última cena durante casi un minuto, como si lo estuvieras analizando, dándome a entender que había una alta posibilidad de fueras alguien relacionada con el arte. Después presentí que me ibas a ver, así que volví a mi lectura ya que se me hace incómodo cruzar las miradas con nuevas personas sin tener un tema de conversación en mente.

»Después noté que te tiraste al sofá en clara señal de cansancio, ya que cuando te vi de nuevo pude notar que te restregabas los ojos, como si tuvieras la vista cansada y me pareció curioso los lentes que llevas sobre la frente, por la posición de éstos deduje que los has estado usando no hace mucho tiempo, no obstante... estos lentes tienen un cristal más oscuro, llegando a un color amarillento, claramente no eran lentes para el sol o de lectura.

»Centraste tu atención en la revista turística que estaba sobre la mesa y la tomaste. Ahora es cuando confirmé que no tienes problemas graves de visión, ya que estuviste leyéndola sin necesidad de habértelos puesto; específicamente has leído las primeras y últimas páginas de la revista, donde suelen ir colocado los anuncios de los distintos negocios y servicios en la ciudad, y como el espacio para publicitarse es reducido, los diseñadores suelen usar fuentes de letras pequeñas, esto me hizo pensar que usas lentes para el uso frente al ordenador o algo similar, también estaba la opción de que fueran para el exterior, pero con los siguientes hechos entendí que la primera «ruta» tenía más lógica.

»Siguiendo con la hipótesis de que esos son lentes para ordenador, me puse a pensar en las pantallas más comunes que tenemos alrededor, así se me vino a la mente los televisores, las tablets, celulares, laptops y computadoras de escritorio obviamente, así que tomando en cuenta que llevabas un equipaje ligero, tenemos, usando un método de eliminación, que la computadora de escritorio no tiene cabida en esta deducción. Tocaba entonces descubrir en cuál de los dispositivos restantes había necesidad de usar los lentes.

Hikikomori HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora