El inspector Mariano Estrada es un hombre adulto, alto, de tez morena y barba cerrada, de cabello corto y bien cuidado del mismo color azabache que sus ojos. En general su apariencia y tono de voz mostraba orgullosamente los rasgos de su ascendencia latinoamericana. Tenía el porte de alguien que se hace respetar. No obstante ese aspecto autoritario se desvanecía en la presencia de Arthur Holmes.
—Buenas tardes, inspector Estrada —dijo Arthur—. Irene, te presento al inspector Mariano Estrada, que trabaja en la policía de Longhorn. Inspector Estrada, le presento a Irene Morrison, trabaja como ilustradora y estará encantada de acompañarme en mi colaboración con la policía, si es que el caso llega a interesarme. Bien, díganse encantado de conocerte y estréchense las manos si lo desean. Y ahora por favor inspector, tenga la amabilidad de sentarse y exponernos el caso en el que está metido ahora.
—¿Qué- qué? ¿Yo encantada de qué? —objeté alterada—. ¿¡Qué clase de presentación fue esa!?
—¿Es tu nueva compañera, eh? —preguntó el inspector calmadamente—. ¿Qué pasó con la rata?
—¿Rata? —contestó Arthur extrañado—. Oh, ya lo recuerdo, sí, el tímido Mickey. Pues en mi último caso, cuando viajé al gran cañón, estuve charlando con él tranquilamente, viendo el paisaje y exponiendo mis conclusiones, pero de repente un águila pasó llevándose al pobre Mickey para nunca más regresarlo.
«¿¡Estoy reemplazando una rata!?»
—Bueno, al menos es un humano... —declaró el inspector Estrada dedicándome una sonrisa y me dijo—: No sabes lo incómodo que era para todos nosotros en la policía ver a este lunático hablando como si nada con una rata que sostenía en su mano mientras examinaba un cuerpo desmembrado...
—¿Disculpe? —dije casi en shock—. ¿Cómo puede hablarme descuidadamente sobre un cuerpo desmembrado? No me ponga al mismo nivel que este desquiciado.
—Estoy de acuerdo con ella —dijo el chico asintiendo con la cabeza—. Eso realmente me ha ofendido. A ella le falta mucho para alcanzar mi nivel intelectual. Por favor inspector, tenga cuidado con sus palabras.
—¿¡Pero qué carajos!? —exclamé, y las palabras ya se me dificultaban salir.
—¿Qué? Pensé que tenía tiempo de conocerlo —expresó el inspector, apenado.
—Pues no lo suficiente como para haberme acostumbrado a su irritable personalidad, y mucho menos para considerarme su «compañera».
—Oh, ya veo. Discúlpeme, señorita... ¿Morrison? Supongo entonces que tendrá la amabilidad de dejarnos a solas mientras hablo con Arthur sobre trabajo.
—¡Qué no es trabajo! —exclamó Arthur tirando, como un jugador de baloncesto, su caja de Pockys vacía a un pequeño cesto de basura—. Ya se lo he dicho hartas veces, solo le ayudo cuando el caso sea interesante, y que yo esté demasiado aburrido y sin nada mejor que hacer. Sea lo que sea que tenga entre manos no moveré ni un solo dedo y tampoco usaré ninguna célula gris para ayudarlo si no tengo un compañero a mi lado.
—¡Oh, vamos! ¿No puedes simplemente hacer tus deducciones en silencio? —dijo el inspector como si estuviera a punto de suplicarle—. Ya me tienes a mí si necesitas a alguien con quien hablar.
—No, no. Debo tener a alguien que escuche mis palabras y esté cerca de mí la mayor de tiempo posible. Y también para actuar al filo de la ley en su compañía.
—¿Al filo de la ley? Omitiré eso por ahora... Si tanto te empeñas en buscar un compañero con quien hablar entonces agarra un espejo y habla con él.
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Hikikomori Holmes
Mistério / SuspenseIrene Morrison es una ilustradora freelance que por azares del destino se verá involucrada en la resolución de casos criminales junto a un detective aficionado que se hace llamar Arthur Holmes, quien gusta de los dulces de chocolate y de hacerle la...