1-1. Lectura de la mente

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—¡Bah! ¡Lo que faltaba! ¡Un jodido fantasma! —exclamó el chico viendo televisión sentado en un sofá cercano al mío—. Los guionistas de HCSI hacen que los autores clásicos del género policiaco se revuelquen en sus tumbas, no esperaba nada de ellos y aun así han logrado decepcionarme.

»¡Eh! ¡Qué vergüenza de investigador! ¡Es solo una alucinación, los fantasmas no existen! ¿¡Para qué tomar en cuenta las palabras de un fantasma amnésico que obviamente no es real!? Me decepcionas inspector Philips, ¡no encontrarías las pistas aunque te golpearan la cara!

Gritándole al televisor, como lo haría cualquier señora con sus telenovelas, Arthur Holmes no hacía más que quejarse ruidosamente mientras devoraba una caja de Pockys importados de Japón.

—Oh claro, el señor sabelotodo podría resolver el caso —dije, harta de que este tipo interrumpiera mi hora de ver televisión, yo era la que estaba viendo la serie y Arthur simplemente se apareció en la sala de estar y tomó asiento.

—Meh, de hecho ya lo he resuelto —Arthur colocó sus pies encima de la mesa dejando ver sus zapatos tenis sin amarrar y empezó a morder otro palito de chocolate—. Es más, te ahorraré los minutos para que los uses en algo más productivo, nuestro homicida resulta ser la madrastra del niño «fantasma». No es ningún secuestrador ni ladrón. Era elemental.

—¡Oye! ¡No tenías que haberlo dicho! —semejante spoiler tuve que tragarme gracias a mi gran bocota.

Solo tenía como poco más de dos semanas de haberlo conocido, y calculé que en sesenta y cinco ocasiones me han dado ganas de golpearle el rostro o patear su entrepierna cuando hablaba.

—Oh, pobre Irene, siempre haces tanto drama por solo una tontería. La resolución de este caso está al alcance de cualquier persona de intelecto sencillo.

«Sesenta y seis ocasiones…» pensé con mucho pesar, el capítulo de estreno fue arruinado.

—Pues disculpa por tener una mente sencilla, que yo no lo he entendido —y entonces dejé caer mi cabeza en el respaldo del sofá.

—Ah, tranquila, no necesitas disculparte. Un bajo, quizás promedio, coeficiente intelectual no es algo contagioso. Mi inteligencia está a salvo.

«Sesenta y siete… ¿Acaso él no comprende lo que es el sarcasmo?»

—¿Y bien? —pregunté—. Supongo que quieres echarme en cara cómo has resuelto el caso.

—Bueno, bueno, esa es una suposición acertada —al terminar su caja de Pockys, Arthur empezó su explicación justo al momento en que el capítulo llegó al espacio publicitario—: Resolví el caso con solo haber visto la primera mitad del episodio, en donde nos muestra a través de flashbacks la situación de una familia un tanto peculiar. Tenemos un padre inestable sentimentalmente, alcohólico en rehabilitación, que a raíz de la muerte de su esposa se ha dedicado al cuidado de su hijo pequeño.

»Sin embargo cinco años después empezará una relación amorosa con una mujer caracterizada por la promiscuidad, claramente ella es alguien sin mucho autoestima, educada a la antigua y muy dependiente de un hombre. Una dependencia que ha ahuyentado a todas sus parejas anteriores, pero al fin la mujer encontró a alguien que la haga sentir amada, o eso es lo que ella creía, ya que al convivir con su nueva pareja durante más de cuatro meses, comprenderá que aquel hombre no ha logrado despegarse de su trágico pasado, ya que se le ve una preferencia a dedicarse por completo a su hijo que pasar tiempo con su nueva pareja.

»Ahora si agregamos a la ecuación el embarazo no planeado de esta mujer y la melancolía del niño que acrecentaba los celos de la mujer, las cosas solo se podrían complicar. Terminando así en un accidente en donde el niño es empujado por las escaleras. Y digo que es un accidente por la reacción de la mujer al enterarse que el pequeño terminó muriendo en el hospital, siendo ella quien llamó a la ambulancia primeramente (una llamada anónima), la culpa la corroe lentamente. No me extrañaría que termine por suicidarse al haberse escapado, obviamente no fue secuestrada…

Hikikomori HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora