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Mi abuela siempre decía que las cosas más inusuales para unos suelen ser el día a día de otros. Siempre me pareció una afirmación un poco ambigua y nunca entendí el porqué lo decía. Pero claro, eso fue antes de ese extraño e inusual acontecimiento que tuvo lugar hace apenas unas horas.

Salí cerca de las seis de la tarde de la preparatoria luego de haber tenido que cumplir un proyecto extraescolar que la profesora de Química nos había dejado. Mi casa esta a ocho calles de la escuela así que es un trayecto que me gusta caminar con frecuencia.

El sol ya se ocultaba tras el horizonte mientras desteñía sus colores en las nubes pálidas. Una brisa fresca impropia de esta época del año resoplaba contra las copas de los arboles arrojando las hojas débiles al suelo y haciéndolas danzar en pequeños remolinos sobre la acera. Era una tarde agradable aunque ciertamente no encajaba con lo que estaba acostumbrada a ver. Hacia mas frio y estaba más oscuro de lo habitual.

Seguí mi camino a paso lento pero firme mientras cruzaba por la cuarta calle, a mitad de camino entre la escuela y mi casa, donde se encontraba aquel viejo parque. En sus mejores años el lugar era altamente frecuentado, tenia juegos y había un formidable sauce en medio de todo que extendía sus enormes ramas por todas partes. Pero ahora estaba descuidado, lleno de maleza y lo habían cerrado, aunque la cerca que lo rodeaba estaba oxidada y no implicaba mayores esfuerzos cruzarla, pero ¿Por qué alguien entraría? Esa misma pregunta me la hice en el instante en que lo vi.

Estaba sentado en el único columpio que aun seguía intacto. Las sombras del enorme sauce lo mantenían casi oculto y vestía todo de negro, con chaqueta de mangas y una capucha sobre la cabeza.

En otras circunstancias habría pasado de largo intentando no mirarlo demasiado, pero había algo que me intrigaba; Era su rostro, casi invisible entre la capucha que la rodeaba. Pero estaba claro que me miraba, podía sentir su vista fijamente en mí. Intente seguir caminando pero había algo en todo aquello que me ataba a ese sitio, a seguir observándolo, hasta que lo vi levantarse y ocultarse detrás del tronco del sauce.

Confundida e intrigada, seguí mi camino a casa. Pase el resto de la tarde pensando en ese chico.

Toma mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora