Querida Oriana.
Para ti...
Si pudiese te cantaría estas palabras al oído, se que desfrutas el oírme cantar, sin embargo, dejaré que lo haga nuestra querida Julia, solo recuerda mi voz al entonar esta canción princesa. Entonces, permíteme inspirarme en tan hermosa melodía que evoca en mi tus más dulces memorias cada que la escucho...
Tu mi dulcinea muñeca de porcelana.
Blonda chiquilla, quejosa en tu discrepancia de no ser de oro tus cabellos, te diré, que para mí, no hay oro que no envidie la perfecta tonalidad de tus lacios cabellos.
Estas palabras son para ti... Ni en la más tierna ensoñación puede pensarse que algún día te abandone. De la más deliciosa vainilla perfumo mis días tratando de dibujarte en cada mirada que le regalo a esta nueva vacía aventura.
Al menos me dejo el consuelo de saberte a salvo bajo la delicada luz de la luna que cobijará tus días hasta el momento de mi regreso.
Tus decididos pasos te acercaran al descubrimiento de aquellos recuerdos extraviados...
Recuérdame en tus tardes de lecturas; piensa en mis ojos al ver el verdor de los parques e imagina mis risas entre la de los niños que juegan en ella.
Regresaré y no te desampare de nuevo blonda muñeca de porcelana, enjugare tus lágrimas y de besos llenare tus delicados mofletes cuan suave y tersa tu piel de alabastro. Tus delicadas manos no volverán a sentir el frio y tu dedo hará gala de aquella preciosa alianza que te enviare como obsequio de cuan adepto es mi afecto.
Colmaste mis días con tus sabias palabras, apaciguaste mi terquedad y narcicismo y en mi descubriste algo que pocos, ni yo misma, lograba ver.
Como dice la melodía que acompañan estás letras...
Pasaras los días iluminando mi camino...
¡Dulce, oh, mi muñeca de porcelana!
Te quiere siempre...
Paola.
