II. XI

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II. XI

Mark.

La casa de Rachel ha sido de las más cómodas casas en las que he estado —hasta incluso puedo decir que es más reconfortante que la mía—, me han dado un cuarto chico que se dice llamar "el dormitorio para cosas importantes e imprevistas". Aun así, el cuarto tiene una primera vista que ha sido de mi agrado. La ventana es grande y abarca casi una pared completa, las cortinas de ésta son de un color marrón claro que combinan con los colores de las sábanas de la cama; las paredes son de un blanco demasiado limpio y el piso es de una madera que sé que cuesta alrededor de $8,900 por metro —lo sé porque yo quise comprarlo pero mi padre pensó que a sus amigos no le iban a gustar—.

Piensa en sus "amigos" antes que a mí.

Guao.

Me recuesto en la cama tumbando mi cabeza sobre las almohadas, cansado completamente. Suspiro haciendo eco por toda la pequeña habitación. Miro el techo, desconcertado; ¿desde cuándo siento esto por ella? ¿Desde cuándo caí tan bajo en el amor? Me giro varias veces sobre el colchón, dudando.

Me detuve a pensar en ella. Sus labios rosados, su boca ligeramente carnosa, su piel tan suave y tan pálida; el sabor de su piel, el sabor de sus labios. La sensación que me provoca su sonrisa. Siento el corazón en mi garganta, latiendo demasiado rápido.

¿Y si voy a su cuarto?

Me fijo en el reloj de mesa, son las 5:30 de la mañana, ella ya debería estar despierta del golpe pero probablemente también molesta. Escucho el repiqueteo de la tormenta repentina, huelo con suavidad el petricor de ella. Me levanto de la cama decidido y voy cauteloso hacia la puerta; la logro abrir sin que suene y me dirijo al otro lado del pasillo. El repiqueteo se hace más fuerte y acompaña a mi corazón. Llego a la puerta en donde la llevaron sus padres y toco lo suficientemente alto para que ella lo oiga.

No hay respuesta.

Toco de nuevo mientras susurro su nombre.

Silencio total.

Me rindo. Doy vuelta y empiezo a caminar de nuevo al cuarto pero cuando llevaba dos pasos, una puerta se escuchó detrás de mí y susurraron mi nombre; "¿Mark?", sonó más como una pregunta. Me di vuelta y la vi.

Estaba en pijamas y su piel se veía aún más blanca de lo normal. Sonreí y entré cuando me invitó a hacerlo. Me senté en la orilla de la cama mientras que ella en la otra. La miré, no parecía enojada ni mucho menos, parecía con miedo y sin saber qué hacer. Me acerqué a ella y le tomé su mano. Rachel me dedicó una mirada y se apartó de mí.

—No puedo —dijo cuando estaba del otro lado del cuarto.

—¿Qué no puedes? —pregunté.

—¿Qué ha pasado con Tara? ¿La has dejado? —se tensó cuando dijo el nombre.

—¿A qué te refieres? Ella y yo no somos nada, no le he hablado desde la cita y además, la dejé plantada.

—¡¿Crees que me voy a creer esa porquería?!

—¿De qué hablas? Es la verdad.

—Mira, —se agarró con las yemas de los dedos el puente de su nariz— ella me dijo que eran novios y que ella estaba demasiado feliz contigo ¿okay? —sus palabras se volvieron débiles y pronto descubrí que lágrimas caían de sus ojos.

—Rachel, te lo juro por Dios o por lo que quieras pero te digo la verdad —me acerque al rincón en donde estaba ella y cuando vio mis pies, su cuerpo se tensó completamente y quiso arrinconarse más pero al topar con la pared maldijo entre dientes—. No tuve na-da con Tara, lo juro.

—Entonces, ¿dices que ella mintió? —Levantó la cara y me miró desafiante pero al ver la cercanía se arrinconó más encorvándose un poco— ¿Por qué haría una cosa así?

Me acerqué más, no podía aguantar la falta de sus labios, eran necesarios ya.

—Quizás sabe que... —paré mis palabras, me avergoncé de mis sentimientos y preferí callar.

—¿Sabe qué?

Pero ¿qué tal si ella siente lo mismo? ¿Qué tal si el sentimiento es más allá que un simple "me gustas"? ¿Podría ser que estoy enamorado de ella? ¿De la chica perfecta? Si esta vez no me callo y confieso todo, ¿qué pasaría de diferente?

"Si no te arriesgas, perderías más que con intentarlo y fracasar", dijo una vez mi papá dándome ánimos para basquetball.

—-Que estoy enamorado de ti, Rachel —dije en susurros, avergonzado.

—¿Qué?

—Siento algo más que un "me gustas", siento que se me va el corazón cuando te veo y cuando siento perderte me quiero morir y aquella cita... —hablaba con determinación—-, la cancelé por ti.

—Pero... yo... n-n-no... ¿qué?

—-Te amo.

La besé golpeándola contra la pared, ella correspondió al instante y me besó con lujuria. Todo el peso encima se fue dándome un escalofrío por todas mis extremidades, di un ligero gemido contra nuestros labios. Subí sus piernas y ella las enrolló alrededor de mi cintura apegándome más a ella. Golpeé su espalda contra la pared nuevamente. Ella gimió. Cuánto necesitaba esto. Otro peso se libera de mí convirtiéndolo en excitación. Rachel jala de mi cabello, entrelazándolo entre sus dedos como la anterior vez. Jalo de su camiseta y la quito de un tirón descubriendo su sostén color lila. Sus pequeños pechos subían y bajaban conforme con su respiración que era agitada. La proporción era poca pero lo suficiente como para que mi excitación aumentará y mi género respondiera.

Esto es lo que quería.

—Espera, espera, espera —me apartó de ella— ¿Estás ebrio?

Me puse a pensar. ¿Estaba ebrio o ya se me pasó? Pensándolo bien, si estuviera ebrio no pensaría si estuviera ebrio o no, ¿o sí? No, ¿verdad?

—No —ella sonrió—, creo.

Dejó de sonreír.

—Bueno, ¿al menos llevas condón?

—Ah, eso sí.

Lo saqué de mi bolsillo y se lo enseñé.

—Bien.

Y me volvió a besar dándome una sensación maravillosa.

No Te Abandonaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora