XIV. El fin de todo

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XIV. El fin de todo

Rachel.

He aprendido muchas cosas con solo escuchar a otras personas y aunque eso me califique de "metiche" yo siento que eso es necesario. Es necesario a la hora de decidir, saber a qué te estás involucrando.

Pero hay algo que casi todas las personas al mencionarlo casi dicen lo mismo una y otra vez. Algo que ellas sufren si razón y es verdad. El amor es tan confuso e indeciso que no sabes si es de verdad o sólo otra fantasía más.

En las nuevas generaciones no se forja el amor ya que la mayoría tiene miedo de o que podrí pasar todo lo malo que pudriéramos aguantar y mejor nos lo ahorramos porque la verdad es que el amor duele.

Algunos toman el riego y ganas y eso es fabuloso, pero eso es un 40 por ciento de las personas; ¿qué tal el resto? Salen heridos y se cierran porque tienen miedo.

Volvemos al amor una cosa innecesaria.

[...]

Mark.

Vuelvo a mi casa después de terminar de trabajar y me tomo un momento para mirarla, observar cada detalle que tiene y tengo que admitir que está preciosa. Veo los muros altos de la entrada, todos los adornos representativos a ángeles que puso mi mamá cuando estaba aquí; están mugrientos y descuidados. Ella se enojaría por eso. La extraño como loco.

Camino hacia la puerta, entro y busco a mi padre con la mirada, no lo encuentro por ningún lado y subo a mi cuarto. Cierro la puerta con llave, hago la tarea y me dedico a ver el celular como si nada pasara cuando me llega una llamada de Rachel. Mi pulso se vuelve más radiante y siento que mi cara está en llamas. ¿Llamara para otra noche? ¿O sólo va a volver a hacer lo mismo que siempre de comunicarme y después desaparecer?

Descuelgo y espero a que su voz se escuche.

—¿Gar? —esa voz que me hace sufrir tanto y al mismo tiempo disfrutar— ¿estás ahí?

Me tardo en contestar, no puedo, pero quiero con todo mi ser.

—Estoy aquí.

Siento su sonrisa detrás del intercomunicador y eso me hace sonreír ligeramente.

—¿Cómo estás? —en su voz se oculta un sentimiento de culpa y tristeza.

—Ve al grano, Rach.

—Claro, perdón, no quise molestarte —se volvió más tensa— quería hablar contigo.

Yo también.

—Yo no.

Sentí una daga en el pecho y mi nariz comenzó a quisquillar y mi garganta se cerró. Quería llorar por ella.

—Oh, —le dolió al igual que a mí— bueno, no te quito tiempo, nos vemos, Gar.

La llamada seguía en pie, pero la comunicación era nula. Nuestras respiraciones eran todo lo que se oía, yo no podía cortarla, ella tampoco porque sabíamos que probablemente esta era la última que tuviéramos.

Ella tuvo el coraje de colgar después de darme como última señal de vida un suspiro que me dolió en el alma. Mis ojos se dieron por vencidos y empezaron a soltar lágrimas, mi garganta me picaba y sentía que mi voz se iba lentamente. No podía ver nada en absoluto, mi visión era borrosa y por fin, dejé caer al piso mi celular.

Me hice chiquito, lo único que sentía que hacía bien en ese momento, me agarré las piernas con mis brazos tan fuerte que me dolieron, pero ese dolor era insignificante para mí.

Alguien abre la puerta de golpe. Me quito las lágrimas rápido y veo la silueta de mi padre en el umbral de la puerta. Entra con paso confiado, da una voltereta y abre la boca, pero cuando me ve a los ojos, se le borra la sonrisa de inmediato.

—¿Qué pasó? —se acerca, se arrodilla ante mí y me acaricia una mejilla mojada de nuevo.

—Nada, una estupidez.

—Tú no lloras por sólo una estupidez, hijo.

Percibo su aura de preocupación. Se me ocurrieron miles de cosas por la cabeza que decir como mentira para que no me juzgara pero en ese momento lo vi como el padre que era antes de mi mamá, aquel padre comprensivo y lo único lógico en ese momento fue abrazarlo fuerte para que nunca se marchara y que siempre fuera él.

Perdí a una persona, pero gané a otra.

[...]

Pasaron los días, los meses y hasta años sin que Rachel y Logan se voltearan a si quiera ver. Cada uno tomo su camino sin más sufrimiento ni indecisiones. De vez en cuando, los dos pensaban en su primer amor cuando estaban solos o cuando un tema de conversación les llegaba. Y cada vez, sonreían más con anhelo y tristeza escondida en sus almas.

"No todos los amores terminan juntos".

Algo que les repetían a sus hijos como un recordatorio de sus mismas ilusiones de volver a reencontrarse, volver a platicar una vez más con esa persona que desde el comienzo quisieron. A ver qué tal les iba o qué pasó de ellas, sus nuevas parejas y platicar como antes lo hacían.

El sueño se les cumplió pero como dicen "donde hubo fuego, quedan las cenizas".

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⏰ Última actualización: May 24, 2019 ⏰

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