Capitulo II

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El exorcismo resultó un fracaso y terminaron encerrados dentro de la capilla del cementerio toda la noche rezando el salmo 91 hasta que los rayos del sol disiparon el mal. Luego de aquel susto decidieron ser mas cuidadosos, ya que sus almas habían corrido especial peligro y no estaban dispuestos a desaparecer para siempre.

—Mmm, así que este es el rubio que mencionaste ayer —tia Margarita lo recorrió con la mirada de pies a cabeza y lo olfateo supuestamente para sentir que clase de vibras atraía.
El hombre se sonrojó y alejó unos cuantos centímetros.
—Tia Margarita, lo averguenzas —Kuyen intento hacer contacto con el hombre para alejarlo de sus tías, pero  la observadora mujer la alejó con solo ponerle una mirada encima.
—Mmm, es mala suerte, este chico trae malos augurios ¡los espíritus me lo dicen!  —alzó la voz con un gesto tétrico y elevó las manos para darle intensidad a la situación.
—En primer lugar, solo está desorientado, lo traje aquí "o en realidad me siguió"— pensó —para ayudarlo y en segundo lugar —la apuntó— tú también eres un espíritu.
Le lanzó una mirada al chico y comenzó a caminar, miró la hora en el reloj mural y se percató que aún era muy temprano, por lo tanto  tenía tiempo antes que llegaran sus hermanos y convirtieran la casa en un despelote total. De atrás él le seguía el paso mirando escandalizado las piernas de la mujer. Dio la vuelta por el pasillo y abrió la puerta hacia el patio.
—Aquí podremos charlar con tranquilidad —se sentó en el piso junto a unas tablas viejas amontonadas cerca de un viejo lavadero metálico.
—Le ruego no haga eso —expresó dirigiendo la mirada en otra dirección.
—¿Que cosa?
El hombre apunto el entrepierna de la chica, quien descuidadamente se había arrojado al piso sin prestar atención a su falda y con las piernas abiertas no le permitía estar bien consigo mismo, personaje que ya de por si se sentía intimidado al ver la corta pollera de su acompañante.
Cerró las piernas con prisa e imitó el desplante de una dama sofisticada pero fue cosa de segundos para que se cansara y volviera a encorvarse.
El hombre se quedó en pie, no se fiaba de aquellas rocas sucias y no quería  ensuciar su traje. Al no saber su nombre ni procedencia se sentía nervioso y había realizado muchas conjeturas al respecto, juzgó su ropa y por los brillantes zapatos, el smoking, el monóculo, los guantes blancos y el reloj de mano se trataba de un caballero de hace unos cuantos siglos y quería mantenerse así, como un caballero.
—Ellas no saben que pude tocarte, si lo supieran armarían todo un espectáculo y me castigarían por el resto de mi vida —rió con desgano.
—Entonces no creo que sea buena idea  charlar sobre eso aquí, señorita  —respondió sin quitarle la vista de las piernas —. La dama a quien llamasteis tía podría oírnos.
—Ellas están selladas en ese lugar, no pueden salir de casa, si estamos aquí afuera no deberían escucharnos
—¿Selladas? —subió la mirada hasta el rostro de la mujer.
—Cuando un espíritu errante recupera sus recuerdos y se entera de los motivos que los atan a este mundo quedan ligados a ese lugar hasta que la amargura los deja. A decir verdad ni siquiera se si ellas son mis tías, solo están aquí desde que tengo memoria y tampoco recuperaron sus recuerdos, ellas optaron por quedarse junto a nosotros y se han ido creando nuevas memorias, desean tener algo que amar y pertenecer a algún lugar, y pues ya han pasado décadas desde que habitan en esta casa.
—Eso quiere decir...
—Eso quiere decir que hay probabilidades de no recuperar tus recuerdos, pero, supongo  que es relativo, no todas las almas se comportan de la misma manera—le observó los pies perfectamente pegados al piso— Hay posibilidad que los recuperes hoy o mañana —sonrió —Por cierto, nunca había visto a un muerto tener los pies tan adosados al suelo. 

Se quedaron en un silencio incómodo, no se miraron ni observaron algo en específico. Solo dejaron el silencio fluir. El hombre desapareció frente a ella por segunda vez y no se dejó mostrar. La tarde mostró los primeros tonos rojizos en el cielo  ambas tías y sobrina comenzaron a poner la mesa para la cena. La tía Rosa feliz le contó a Kuyen que había logrado mover una moneda, un gran logro para ella luego de tener sólo la capacidad de poder atravesar objetos y paredes. Adán, Ana  e Ismael arribaron al lugar cuando las primeras estrellas se asomaron, mientras la mirada de la hermana mayor se mantenía dispersa buscando al nuevo inquilino.
"No estás" , pensó para luego rendir el intento de volver a cruzar sus miradas. ¿tan siquiera te puedo sentir?  Definitivamente eso no era normal. 

LapeyümWhere stories live. Discover now