El hombre miraba el reloj impaciente, y de vez en cuando observaba hacia la oscuridad del túnel para darse cuenta que el tren no aparecería por el momento. Kuyen lo había visto llegar corriendo, se veía asustado y parecía huir de alguien. A la joven no le llamo la atención el sudor que corría por su cara, más bien lo que capto su mirada fue el elegante traje negro, guantes blancos y sombrero de copa que llevaba, eso por varias razones, entre ellas la principal: la gente había cesado el uso de smoking y guantes de uso cotidiano hace unas cuantas décadas.
La joven Kuyen de 20 años esperaba sentada en el anden desde hace unos 20 minutos la llegada del tren, con boleto en mano el nerviosismo no se contenía en su rostro. Pues hace mucho tiempo no salía del pueblo y ya había olvidado como eran los tumultos de gente apresurada caminando por las calles de Santiago. Rara vez su padre le pedía favores de ese calibre pero ella era la única persona que podía realizar aquella tarea y muy a su pesar aquella mañana tomó su bolso y emprendió el viaje. Supuestamente en una esquina tenebrosa de Avenida Mata se encontraría con una viejecita que le entregaría una botella con un líquido especialmente hecho para espantar espíritus en pena. Siempre pensó que todo el tema del espiritismo eran tonteras y que para ella lo único real era lo que podía ver, opinaba eso a pesar de poder verlos, día tras día, en diferentes formatos y colores, los veía y hasta hablaba con ellos, y eso era lo que su padre quería evitar. Aquel líquido tendría como objetivo auyentar a la tía Margarita y a la tía Rosa ambos espíritus que compartían techo con la familia de la joven.
Tomó el tren, recogió el "agua bendita" y regresó por donde vino, cogió la locomoción de vuelta y allí se lo encontró.
"Número 21, número 21", pensó mientras buscaba observando por sobre las cabezas.
En la lejanía vió aquella rubia cabeza y lo reconoció como el extraño sujeto de aquella mañana en el pueblo.
"Por favor que no sea junto a él, por favor que no sea junto a él... Maldición" mordió su labio y se tiró sobre el asiento de cuero.
El joven a su lado se mantenía taciturno observando la cordillera nevada, mientras ella intentaba no hacer contacto visual con el rarito que junto a ella estaba. Tomó desde su bolso los audífonos e intentó desatarlos, pero los temblores causados por los nervios le hacían la tarea algo tortuoso. En cierto punto del viaje la pesadilla se transformó en algo aún peor por culpa de aquella mirada que la comenzó a penetrar, era descuidado y descarado y le causaba tercianas y sudor frío. La pobre no pudo más y rompió el silencio.
—Dis, disculpe señor...
No hubo respuesta por parte del hombre, solo continuó observándola.
—¿Me oye? —insistió, esta vez movió la mano frente a la cara del hombre.
—No puede ser, ésta damisela puede verme —pensó en voz alta.
—¿Si puedo verte? —dudo unos segundos y cuando comprendió la situación se relajó y volvió a estar en su zona de confort. "Sólo es un alma".
—¿Qué hace alguien como tú en el tren? ¿acaso moriste aquí? ¿o simplemente te encanta molestar a las personas?
—Wow —expresó con asombro—hasta esta mañana nadie me escuchaba o respondía las preguntas que le hacía, pero ahora usted habla y realiza consultas sin cesar, este ha sido un día muy extraño.
Ya con su objetivo alcanzado guardó los audífonos y entregó el boleto al auxiliar del tren, quien obviamente paso por alto a su acompañante invisible.
—Lo sabía, también puedo ir gratis en el tren, es como si nadie me viera — exclamó con tristeza y con un acento muy peculiar que a Kuyen le hacía recordar las películas de Sherlock Holmes.
—Aquí solo yo puedo verte, es normal —miró a todos lados para asegurarse que el resto de los pasajeros no estuviera atentos a la charla que ella estaba entablando con alguien que no podía ser visto por los demás—. Pero de todas formas ¿qué haces aquí?
—Voy hacia mi trabajo, supongo
—¿Supones? ¿cuál es tu nombre?
—A juzgar por mis ropas, debo poseer un nombre bastante elegante, creo
—¿Debo asumir que no sabes tu nombre ni procedencia?
El hombre no respondió y solo agachó la cabeza. Con el sombrero en las faldas intentó alzar la voz, pero la chica lo hizo primero
—Veras, en realidad tu eres un...
No alcanzó a terminar la frase cuando entraron de sorpresa a un túnel y la oscuridad reinó en el lugar, el no dijo nada porque justo en ese instante se puso de pie y se quitó los guantes, ella se quedó callada por la impresión que le causo el no lograr moverse a tiempo para evitar las manos tibias de aquel difunto, quien en un gesto vivaz le besó la mano haciendo contacto físico directamente.
"lo pude sentir, maldición ¡el me tocó!", pensó histérica viendo como los azules ojos del joven se abrían para observarla.
—Hasta aquí llega mi viaje, gracias por ser la única persona que me dirigió la palabra este día, señorita, espero tenga un feliz viaje.
Ahí frente a ella se desvaneció. La luz del sol volvió a penetrar el vagón y ella continuaba petrificada porque a su mente estaban viniendo las palabras de la tía Margarita "el día que puedas tocar a uno de nosotros, tu don se habrá transformado en tu maldición" por el asombro se había puesto de pie y cuando vio al joven auxiliar acercarse volvió a sentarse y se cubrió el rostro con el bolso.
—¿Qué tan malo puede ser? Solo son supersticiones de la tía Margarita —descubrió su cabeza y miró de reojo al pasajero del asiento a su mano derecha.
Había algo diferente, una tenue luz verde rodeaba todo el cuerpo del hombre y a su lado una pequeña niña también cubierta por la misma luz.
—¡Mierda, puedo ver el aura de las personas! —gritó en sus pensamientos.
Y no era solo eso, en ese momento ella no se dio cuenta que aquella chiquilla no estaba ahí antes, o más bien no la había podido ver hasta el momento en que el joven rubio hizo contacto con ella.
Ahora podía ver a todas aquellas entidades que estaban fuera de su vista, desde demonios hasta almas guardianas como aquella niña al lado del pasajero del tren. Intentó no hacer contacto visual con nadie para evitar posibles ataques cardíacos y llegó a su casa aterrorizada.
No le contó a sus tías y mucho menos a su padre, pensó cubrirse con el agua bendita, pero prefirió tirarla por el drenaje y reemplazarla con agua del lavamanos y así no exorcizar a sus queridas tías.
Eran las 3 de la mañana cuando un fuerte golpe en la ventana la hizo despertar, se bajó de la cama con cautela, tomó la lámpara como arma y se dispuso a atacar a quien fuera que realizaba aquel extraño ruido. Bajó la escalera con extremo cuidado procurando no despertar a las demás personas en la casa, recorrió la parte baja cual policía entra a una escena del crimen con precaución, pero su búsqueda no tuvo hallazgos. Volvió a escuchar aquel golpe y esta vez se dio cuenta que provenía desde el patio, más precisamente desde el portón de acceso a la casa. Miró por la ventana y allí lo vio, atrapado en el portón.
—¿Cómo rayos te fue a pasar? —le pregunto en tono burlesco.
—No se ría, señorita, es solo que... —forcejeó con los hombros y se empujo con los pies —. Creí poder pasar a través de cualquier objeto, pero mi precisión falló en esta puerta.
La joven miró a todas partes para verificar la ausencia de las tías y se puso a disposición del hombre.
—Tómame de la mano, yo te ayudo a empujar.
Le estiró la mano sin verle el rostro.
Soltó el elegante sombrero que traía en la mano y lo dejó caer, se aferró a la mano de la mujer y ambos comenzaron a tirar. Cuando al fin cedió ambos saltaron por causa de la fuerza con la que ejercieron el tirón. El impacto los arrojó a ambos al piso y ahí se quedaron mirándose a los ojos.
—¿Cómo llegaste hasta mi casa? —interrogó aún acostada de espalda en el piso.
—Vine siguiendo un aroma, me pareció familiar y pensé que podría responder mis dudas, pero al final —respiró profundamente—se trataba de su perfume, señorita.
Kuyen se sonrojó y se puso de pie.
—Señorita, su olor me excita demasiado —agregó aún sentado en el piso— siento que debo quedarme con usted
—Oh, oh, oh, alto ahí amigo mío, no puedes hacer eso, debes cruzar al otro lado
—¿Y cómo se hace eso? —se irguió.
—Es muy fácil, lo he hecho antes —se sentó junto a él —dime tu nombre, procedencia y fecha en que falleciste
—No conozco esa información, ni si quiera se mi nombre, imagínese mi desesperación —se tiró las greñas.
—Tranquilo, calmado debe haber una solución, y estamos en el momento y lugar correcto, tú quieres cruzar al otro lado y yo quiero dormir, estamos en sintonía mi amigo —se puso seria— vamos al cementerio, ¡ahora! — se puso de pie, fue hasta la casa, tomó una linterna, la biblia y así en pijama se dispuso a exorcizar a su nuevo amigo.
Dio una explicación muy a la ligera a la tía Margarita, pasó por alto el hecho que toco al joven, le contó que realizaría un exorcismo y que necesitaba salir de casa.El cementerio municipal tenía dos grandes subdivisiones, obviamente el apellido familiar y la época de fallecimiento. Por lo que esa era su primera pista.
—Necesito que me tomes de la mano —solicitó ella.
—Que osado de su parte —sonrió con picardía el hombre
—Solo necesito rodearme con tu aura, no quiero que todos los espíritus de aquí se enteren que estoy viva —apretó la mano del hombre.
—¿Que ocurre?
—Sólo avancemos —lo miró de pies a cabeza —a juzgar por tu ropa y forma de hablar moriste entre finales de 1800 y principios de 1900. No se mucho de esas cosas, solo estoy imaginando —acomodó su mano entrelazando sus dedos con los del hombre.
—Señorita, verá... No debemos continuar desde este punto —se puso de pie y se paralizó frente a una lápida mirando hacia un punto fijo.
—¿Qué te pasa? —giró lentamente a mirar al lugar donde el rubio tenía puestos sus ojos. Lo primero que vio y escuchó fue una enorme garra rascar el suelo, su piel toda viscosa le repugnó, la joroba en su espalda se notaba a pesar de que estaba frente a frente a ellos, era extremadamente delgado,blanco y de su boca salía fuego mezclado con sangre, parecía como si toda la inmundicia del mundo se reflejara en esa mirada maldita, roja y profunda. Apenas unos cabellos le cubrían la cabeza y su cuerpo apestaba, emitía un olor similar a animal muerto, solo verlo provocaba arcadas. "Un demonio", pensó para echarse a correr, el hombre sin soltarle la mano hizo exactamente lo mismo. Todas las almas se disiparon y corrieron espantadas.
—Suelta mi mano y desaparece, es la única forma que tu alma no se vea perjudicada —ordenó ella.
Pero sin decirle nada le desobedeció.
Detrás de ellos el maldito monstruo los seguía, apenas caminaba, pero con pequeños pasos cubría más metros que ellos en su intensa carrera. En cada paso que daba duplicaba su tamaño y eso le daba un factor de terror extra.
"¿Cómo pude creer que algo como esto no pasaría? ¿tan estúpida soy? ", Pensó arrepintiéndose de su decisión.
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Lapeyüm
General FictionDesde que tiene conocimiento Kuyen puede ver e interactuar con fantasmas, entre ellos sus difuntas tías que habitan en su casa. Una de ellas fanática del esoterismo le recomendó no hacer contacto físico con los espíritus diciéndole "el día que pueda...