32. A escondidas (segunda parte)

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Solae


Me dirigí a la plaza, algo saltona. Entre que mis padres podían llegar de repente, que Anton podía enterarse de este extraño encuentro y el solo hecho de que Alex quisiera hablar conmigo a solas me tenían histérica. Lo divisé sentado en una banca jugando con el asa de su mochila que tenía apoyada sobre su regazo. Apliqué la mejor cara de póker que pude y me acerqué a su lado.

—Qué insistente eres. —le dije lo más seria que pude, para que supiera que aún seguía molesta con él.

Alex seguía vistiendo su uniforme. Si es que era verdad que había pasado a comprarme algo después de salir, era esperable. También noté que no cargaba ninguna bolsa de compra en las manos. ¿Y si lo del regalo era mentira? ¿O si se había arrepentido? Quizás no era tan grande y lo tenía guardado en la mochila. Pero se suponía que yo no sabía nada, así que debía evitar pensar en eso y parecer sorprendida cuando me lo entregara. Me senté en uno de los columpios de la plaza y comencé a balancearme, sin despegar mis pies del piso. No conseguía mantenerme quieta.

Alex se acercó y se sentó en el columpio de al lado.

—Sí. —se limitó a responder mientras miraba sus pies en silencio—. Pero es que necesitaba hablar contigo a solas. —añadió. Y de nuevo silencio. Noté que le costaba continuar y pensé en cómo a través del chat se le veía mucho más confiado que ahora.

Ya me había equivocado una vez al suponer que Alex se me había querido declarar, y en esa ocasión lo rechacé antes de dejarlo siquiera hablar. Aunque esta vez me imaginaba que solo venía a pedirme disculpas, toda su actitud parecía indicar que quería decirme algo más que eso. Pero no saltaría a conclusiones de nuevo. No tendría ni la más mínima idea de cómo reaccionar ante una nueva declaración. Para aliviar mi impaciencia, me di un impulso y comencé a columpiarme un poco.

—Quería... pedirte perdón por haber sido un idiota. —dijo por fin, sin atreverse a mirarme. Se notaba que decir aquellas palabras le había costado un montón, como si fuese estítico en disculpas y esta fuese su primera vez soltando una en años. Pero yo aún estaba enojada, tenía todo el derecho a estarlo. Decidí que no era suficiente y bajé los pies a la arena para frenar.

—¿Solo por ser un idiota? —le pregunté clavando mi mirada en él. Se mostró fastidiado, pero se tragó la queja tosiendo.

—Bueno, y también por pegarle a tu novio. —agregó, casi sin modular. Yo seguía mirándolo seria y se dio cuenta que aún esperaba algo más—. OK, y también por hacer que casi te castigaran.

—¿Y me dirás entonces por qué discutían? —le pregunté sin quitarle los ojos de encima—. No es que no me diera cuenta que Anton también te estaba provocando. Y no es que yo te odie, Alex... —añadí para tranquilizarlo—. pero necesito entender qué es lo que tienes contra mi novio.

Alex permaneció en silencio, parecía dudar su respuesta.

—Discutíamos por ti... —confesó aún sin mirarme. Sin darme cuenta, contuve la respiración.

A pesar de que Miss Alba lo había sugerido, no creí que fuera a reconocer algo así. Anton me había convencido que había sido por otra razón y por eso había tenido mis dudas. Para disimular mi impresión, revisé si tenía algún mensaje de Tam y chequeé la hora. No me quedaba mucho tiempo.

—Discutíamos porque Anton se empeña en hacerte creer que siempre ha estado a tu lado, cuando en verdad yo era tu mejor amigo...

—¿Vas a empezar de nuevo con eso? ¿Cómo esperas que crea algo así de absurdo? —lo interrumpí.

No me conoces, pero soy tu mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora