Votos en la piel

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Era una fresca noche primaveral, Mei usó su poder logrando que despejaran el jardín para ellas dos. Llevaba a Yuzu tomada de la mano, con los dedos entrelazados, como la noche hace veintitrés años, en Kyoto.

La mayor apenas tragaba saliva, todo su ser estaba perdido en Mei, en ese agarre firme de las suaves manos que la llevaban, casi flotando a cinco centímetros del suelo.

-Mei... ¿Estás segura de que esto es lo mejor para Misato y Kenji?

-¿No escuchaste a mamá? Ellos lo supieron todo el tiempo. Mientras nosotras, como tontas, jugábamos a las escondidas, ellos trabajaban para que estuviéramos juntas.

-Ok, ok. Antes de cualquier cosa: ¿Por qué vienes vestida de Nodoka?

-Ahhh, resulta que cierta persona le daba mangas cursis y calientes a mi hija. Yo se los pedí prestados y vi el personaje, que por cierto, se parece mucho a mí. Debería cobrarte derechos de imagen.

-Je je. Un escritor parte de su memoria... ¿Mei haciendo bromas, sonriendo y hablando tan directa? Ya me puedo morir feliz.

-Hablando de otras cosas... Yuzu, se perfectamente que te he lastimado un millón de veces y por eso, en esta ocasión soy yo quien va a dar el primer paso.

Mei abrazó a Yuzu por el cuello, aprovechando para dejar un par de suaves y castos besos que encendieron fuegos artificiales en el rostro de la rubia. Luego, en un sorpresivo movimiento, sus manos fueron por el collar en el cuello de la paralizada Yuzu.

Ya con el anillo de la rubia en sus manos, sacó del collar su propio anillo, los besó con ternura y ofreciéndolos a su hermana mayor, dijo con ilusión:

-Yuzuko Okogi, te amo como no he podido amar a nadie en el mundo. Eres mi aire, mi luz, la sangre en mis venas... Mi ángel precioso: ¿Aceptas que sea tu novia?

En ocasiones deseamos algo con tanta fuerza y por tanto tiempo, que cuando ese anhelo de nuestro corazón se vuelve realidad, nos bloqueamos por entero, nos negamos a aceptarlo. La rubia sintió como un intenso temblor la invadía, llegando hasta su centro mismo, entonces explotó en un llanto casi infantil.

-¡Meeeiii!- Se puso de rodillas abrazada a la cintura de su amada.

-Ohh... Mi linda Yuzu, yo soy quien debería estar de rodillas- La tomó del rostro con delicadeza, instándola a ponerse de pie.

Luego de un par de minutos abrazadas, en silencio, hablando con el alma, Yuzu logró recobrar la compostura. Le obsequió a su amante una sonrisa tan luminosa y amplia, que la misma luna se vio opaca frente a esa expresión de amor.

-No solo quiero que seas mi novia, quiero ser tu amante, tu confidente, tu amiga. Te entrego todo de mí, lo vulnerable que soy y recibo gustosa tu corazón para sanarlo con todos los besos, del pasado, el presente y el futuro.

A partir de ahí, las palabras no fueron necesarias. Mei tomó la mano derecha de Yuzu y puso el anillo. Luego la rubia hizo lo propio con Mei. Ya en ese momento, la menor dejó caer unas silenciosas lágrimas, Yuzu quiso consolarla pero ésta contestó:

-No te preocupes, no estoy triste. Aterrada y feliz, pero no triste.

Pasados unos minutos, volvieron al salón tomadas de la mano y Mei, actuando como una novia del siglo XVIII iba un paso por detrás. Yuzu la miró extrañada y ella solo sonrió.

El editor de Yuzu se acercó e interrogó a la mayor sobre de dónde conocía a una de las accionistas de la empresa. Ésta dijo:

-Ahh, Mei. ¡Ella es mi novia!

AftermathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora