Rueda de Hámster

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-Misato, date prisa. Es de mala educación llegar tarde a una cita.

-No te preocupes tanto mamá, la Señora Okogi no es tan cuadrada como tú.

-¿Acaso me has dicho "Cuadrada"?, la estricta madre vio a su hija con desaprobación.

-Lo siento mamá, se me salió. Pero si me permites ser sincera; nunca te he visto sonreír o hacer algo por simple diversión. Los únicos momentos en los que te has dejado ver sin la cara de Directora han sido cuando te presente a Kenji y su madre y hace un mes, cuando viste el manga que escribió la Señora Okogi.

-Y hablando de manga... ¿Qué fue lo que te pareció tan divertido? No sabía que te gustara el yuri.

Mei se sintió atrapada por un instante, pero de forma rápida resolvió con su cara de póker y una verdad a medias:

-No es que me guste eso. Lo que pasa es que, cuando la madre de Kenji estudió en Aihara, le decomisé un manga de esos, y vino a mi mente ese recuerdo al leerlo. Aunque desde lo literario... es buena.

-Me muero por practicar con ella lo que escribió en ese manga...


Casa Okogi


Era el cumpleaños de Kenji, así que Yuzu puso todo de sí para la fiesta. Todos irían: Ume, Matsuri, Harumi y Misato. Prometía ser una velada perfecta; pero unos minutos antes, su móvil vibró. Un mensaje llegaba desde un número privado:

-Voy en camino, me gustaría comer de nuevo tu delicioso curry. A ver si ya lo haces igual al de mamá.

-¿¡WTF!? ¿Por qué decides venir justamente hoy? Cuando todos van a estar y será incómodo a más no poder- la rubia estaba en cortocircuito.

-¿Qué ropa interior llevas puesta Onee-chan?


Una hora más tarde la fiesta empezó. Ume le tomaba cientos de fotos a su nieto luciendo una camiseta del Manchester City que había hecho traer desde Inglaterra.

Harumi y Matsuri se apuraban a montar una computadora nueva, con todos los juguetes, para el chico quien ya hacía sus primeros pines en el mundo de los e-sports.

Yuzu por su parte, estaba en otro mundo. Por un lado nerviosa por la posible reacción de su madre y sus amigas ante Mei. Y por otro, tramando cómo desquitarse de ese mensaje, que la había dejado con las bragas por los tobillos.


Entonces el timbre de la casa sonó. Del lujoso auto descendió Misato, ataviada con un hermoso vestido de flores y junto a ella una Mei que miraba aquella casa de clase media como si ésta fuera un recuerdo perdido y vuelto a encontrar.

Antes de que Yuzu pudiese reaccionar, Matsuri abrió la puerta.

-Buenas tardes- el saludo de la pelinegra sonó tan indiferente como siempre.

-Mei-san, hasta que bajaste del pedestal- respondió la pequeña con su típico tono desafiante.

-Tantos años y aún te crees con derecho de hablarme así. Has olvidado tu lugar- la pelinegra se acercó al oído de Matsuri y susurró demoledora:

-Recuerda que a ti te rechazó por mí.

La pelirosa contuvo su impulso de abofetear a Mei por simple respeto a Misato y la casa de su amiga.

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