Siempre a tu lado...

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El verano llegó nuevamente, pero en la casa de campo, la oscuridad y el frío del invierno pasado persistían. De nada valió el desfile de todos los allegados por la residencia. Incluso Harumi, Matsuri y Sara se sintieron impotentes. Nadie conseguía sacar a Yuzu de su encierro.

Durante el primer mes, estuvo trabajando y enviando por e-mail los capítulos del manga y las ilustraciones de sus proyectos, pero de repente cortó toda comunicación con el exterior.

De esa forma, pasaron cuatro meses y medio desde la muerte de Mei. Cada noche durante ese tiempo, la rubia tenía horribles pesadillas en las que sólo veía a su esposa reprochándole:

-Eres una cobarde Yuzu, me dejaste morir. No me animaste a luchar.

-No Mei... tu sufrías- La rubia trataba de justificar con voz temblorosa.

-Claro que sufría... Pero tu deber era brindarme la fuerza que me faltaba, no llevarme por el camino fácil.

La tortura onírica siempre terminaba con Mei atrapada por manos que la hundían en la oscuridad y cuando Yuzu quería ir tras ella, se veía encadenada a una pared.


Con cada día en su soledad y cada noche de tormento, una idea tomaba forma en la mente convulsionada de la rubia:

-Yo maté a Mei y debo pagar por ello.

Muchos días pasaron y por fin Yuzu tomó una decisión. Visitaría la tumba de su amada, pediría perdón por su pecado y finalmente acudiría a las autoridades para enfrentar las consecuencias. Se sentía como el personaje de "Corazón delator" oyendo el corazón de su víctima que latía bajo el piso de la sala.

Llegada la mañana se tomó el tiempo necesario para elegir el atuendo. Decidió al fin ponerse un riguroso vestido negro, que llegaba apenas un poco más arriba de las rodillas, lo adornó con una chaqueta corta del mismo tono y un pequeño sombrero con una malla que cubría parcialmente el rostro.

Conforme se miraba en el espejo, se sintió observada, en principio la sensación fue incómoda, pero por alguna razón, unos segundos después el aire se llenó de una esencia que turbó los sentidos de Yuzu... era el perfume de Mei.

La presencia de aquel aroma, por un instante tranquilizó a la rubia. Cuando posó de nuevo la vista en el espejo, quedó petrificada. Mei estaba parada detrás de ella y la abrazaba por la cintura.

Yuzu frotó sus ojos creyendo que así desaparecería aquella imagen, pero al abrirlos de nuevo, su esposa seguía allí, apretándola con fuerza. Todos sus sentidos le decían a la viuda que ella estaba en ese lugar. Cuando por fin trató de hablar, la pelinegra que lucía un perfecto vestido en color azul rey la interrumpió:

-¿Otra vez de negro Yuzu?- El tono de Mei era el de siempre, directo y un tanto frío.

-¿Acaso es esto otra pesadilla?- La rubia estaba confundida.

-¿Necesitas saber si soy real?- La pelinegra pellizcó el brazo de su esposa con fuerza.

-¡Auch!- Yuzu se retorció y frotó el brazo. -¿Cómo es posible?

-¿Acaso olvidaste que estoy en tu corazón?


Ya en ese momento, la rubia no pudo contener el llanto, y mientras sollozaba amargamente se giró y abrazó a Mei.

-¡Perdóname Mei! Soy una cobarde, no te ayudé como debía...

-Tranquila mi amor... Ahora es mi turno de ayudarte- La menor tomó el rostro de su amante y plantó un suave beso en su frente.

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