En la siguiente luna llena Lorenzo volvió a marcharse. No fuimos al pueblo y nunca lo dejé hablar, no me sentía preparado, no sentía que me había ganado el derecho a saber nada de él. Y de alguna forma temía que si despertaba todo acabaría, porque estar con él no era más que un sueño. Estar allí era demasiado perfecto sabiendo de donde yo venía. Era demasiado perfecto para ser real. Si me iba al pueblo no regresaría con él, yo lo sabía.
En mi soledad las bestias volvieron. Pero ahora tuve menos miedo. Lorenzo había reforzado la cabaña con tablones de madera y me había hecho sentir más tranquilo. Me mantuve encerrado cada noche en la cabaña, armado y en guardia, pero más tranquilo.
Al amanecer después del fin del plenilunio regresó, yo estaba esperándolo en la puerta. Él estaba golpeado pero no como la vez anterior, esta vez Lorenzo estaba realmente herido, bañado en sangre que ya se había secado sobre su piel.
No entró a la cabaña. Reposó su cuerpo sobre un árbol cerca a la entrada. Su olor era potente y su respiración agitada. Me miraba fija e intensamente con el ceño fruncido y como si quisiera llorar, como si quisiera contarme todo lo que le habían hecho.
Caminé hacía él, lo abracé y lo besé en los labios, toqué su cabello y como estaba lleno de sangre seca se sentía duro y pegajoso. Acaricié su pecho pasional y peludo, y que aún ahora cuando estaba convertido en una piscina sangrienta, me hacía sentir que con Lorenzo siempre estaba en casa. Lo ayudé a caminar hasta el río, él cojeaba mucho. También enjaboné su cuerpo, lo ayudé a bañarse. Le quise preguntar todo, pero no hubieron palabras, solo besos. Desnudos, metidos en el río y con el agua hasta la cintura él apoyó su cabeza en mi pecho y lloró, y yo traté de consolarlo tanto como pude, y en mi confusión y dolor, lloré también.
Lo llevé de regreso a la cabaña y curé sus heridas. Eran principalmente arañazos profundos y mordidas. Yo no tenía dudas de nada, aquellas bestias, los lobos que me acechaban en las noches lo habían atacado.
Aquella primera noche de la luna menguante mientras a la luz de la chimenea y sentado en sus piernas yo recortaba su barba con el cuchillo que él tenía dispuesto solo para eso y que ahora yo usaba también, saque fuerzas de mi amor y admiración por Lorenzo, y me atreví a tocar el tema.
—¿Porqué insistes en cazar a las bestias? Si sabes lo peligrosas que son y tienes suficientes alimentos aquí, ¿porqué simplemente no te encierras aquí adentro como lo he estado haciendo yo? —le pregunté.
Lorenzo resopló por la nariz y movió su cabeza en negación. Casi con vergüenza.
—No salgo a cazar —me respondió.
—Las bestias te hicieron esto, no puedes negarlo —le dije mirándolo a los ojos.
Lorenzo se tapó la cara con las manos y bajo la cabeza. Comenzó a llorar.
—Hay cosas que tienes que saber —volvió a decirme.
Yo recordé lo que me había preguntado Kramer y me sentí tan mal con Lorenzo que me arrepentí de haber tocado el tema, y también temí que me echara de la cabaña, de su lado.
—No tienes que responder nada, lo siento —dije—. Discúlpame, simplemente no entiendo porqué necesitas salir y buscar a las bestias en vez de esconderte de ellas, no entiendo porqué necesitas buscar el peligro si no te hace falta.
Lorenzo me miró a los ojos de la forma más intensa que me había mirado desde que lo conocí.
—Yo no busco el peligro, yo soy el peligro —confesó.
Mi piel se hizo fría en aquel momento, como si una ola de hielo me hubiese petrificado. Aquella frialdad penetró en mi cuerpo a través de cada poro y por un instante no pude respirar. Él me preguntó si estaba bien, pero yo no respondí. Cuando volví a respirar y pude moverme salí de la cabaña corriendo y lo dejé solo adentro.
Caminé a través del huerto de vegetales y a la luz de la luna volví a ver los daños que habían dejado los pisotones de los lobos la noche anterior, que aunque no se comían los vegetales afectaban mucho las plantaciones. Lorenzo, y ahora yo también, reparábamos el huerto después de cada luna llena y vivir allí volvía a ser sostenible, pero aún así el daño era innegable.
Fue allí cuando lo entendí todo. ¿Cómo iba a andar de cacería si nunca llevaba ni armas, ni ropa? Ese daño y todos los daños ocasionados a Lorenzo venían de parte de sí mismo. Él me siguió hasta el huerto, aún cojeando mucho.
—Yo no puedo esconderme de las bestias, porque yo soy una de ellas —me confesó lleno de vergüenza y yo salí corriendo hasta el río, lejos de él.
Me pasé toda la noche a la orilla del río llorando y pensando sobre lo que estaba pasando. Yo había leído en libros antiguos sobre las leyendas de los hombres lobo, pero yo no estaba metido en ninguno de aquellos libros. Yo estaba afuera en la realidad y mi cabeza estaba dando mil vueltas. No quería tener miedo, pero lo tenía. Quería correr de regreso a casa, pero a la vez no quería estar lejos de mi hombre.
Al amanecer regresé a la cabaña y él estaba despierto, desnudo como siempre. Estaba sentado en el suelo en la puerta de la cabaña, me estaba esperando.
—Seas lo que seas no me iré de tu lado —le advertí.
—Kramer es el macho alfa en la manada y ha demandado que te vayas con él. Yo, como macho beta, no puedo discutirle nada, él tiene el derecho a todo antes que yo —me dijo.
—Pero yo no soy una presa y el único con derecho a mi eres tú, porque tú te lo ganaste —refuté.
—La manada no lo ve así —continuó Lorenzo—. Verás... —me dijo haciendo referencia a su cuerpo herido— Yo traté de oponerme y esto pasó. Si no quieres irte con Kramer tendrás que dejar que yo te saque lejos de la selva. Lo siento, pero tienes que irte y así va a ser, mañana te llevo al pueblo y aquí no regresas más.
Lo habían golpeado por defenderme, cuanto lo amaba. Pero, de todas formas, ¿Qué estaba pasando? no habíamos hablado de nada... yo apenas comenzaba a contemplar algunas ideas sobre la situación de sus desapariciones en luna llena ¿Y él ya me estaba hablando de manadas y machos alfa? Y encima... ¿Ahora yo no era más que una presa y tenía que irme?
—No me iré sin entender porqué tengo que irme.
—Soy un hombre lobo —me gritó—. No hay nada más que entender y tienes que irte —continuó y rompió en llanto.
Estaba dicho, las cartas estaban expuestas... Lorenzo era una bestia. Pero yo aún lo amaba con todo mi corazón y aún era incapaz de ver mi vida sin él. Me quedaría con él y lo curaría.
Comencé a llorar también.
—No puedes tomar decisiones por mí, no me iré de tu lado nunca Lorenzo —grité de vuelta en medio de las lágrimas.
—Soy un hombre lobo real que se transforma en bestia en la luna llena y si no te vas...
Lorenzo hablaba entrecortado y no podía mirarme a los ojos.
—...Si no te vas, cada vez me será más imposible protegerte de Kramer y de mí mismo —continuó—, y aunque te ame terminaré matándote como maté a mi mujer y a mi hijo —terminó de confesarme.
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MACHO BETA: SOLO EN EL PLENILUNIO [COMPLETA]
RomanceUn soldado homosexual que decide desertar a la guerra, huye y se pierde en una selva espesa e inhóspita. En medio de la misma, y en su búsqueda por sobrevivir, se encuentra con una cabaña en el medio de la nada en la que vivirá un romance apasionado...