Epílogo

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Abrí mis ojos lentamente tratando de adaptarme a la luz que llenaba el espacio de la habitación. Parpadee un par de veces y solté un largo suspiro antes de que el sonido de una pequeña risita llenara el aire y el olor a antiséptico inundara mis fosas nasales.

—¿Cómo está mi gato favorito?—cuestionó Alana acercándose hasta mí antes de pasar su mano por mi frente. Le ofrecí una amplia sonrisa y negué un poco.

—Me duele todo el cuerpo—musité y ella rio en voz baja.

—No es para menos, Chris...—susurró sin dejar de observarme—Estuviste a punto de convertirte en un gato real...

—¿Qué?

—Amori Digatto estuvo aquí hace un par de horas—confesó ofreciéndome una pequeña sonrisa.

—¿De verdad? ¿A que vino?—pregunté en voz baja.

—Quería tener la certeza de que estuvieses bien—respondió.—Tu madre también estuvo aquí pero justo ahora fue a tu casa para darse un baño y descansar un poco, estuvo todo el día preocupada porque no aparecías por ningún lado así que bueno...estaba al borde de una crisis nerviosa—explicó en medio de un suspiro.

—¿Qué fue lo que me pasó?—cuestioné y ella sonrió.

—Los doctores lo llamaron taquicardia—rio—Digatto lo llamó amore feles—hizo una pausa—Pero algo pasó contigo cuándo tuviste tu acto de amor verdadero con Melinda. Comenzaste a decir incoherencias y a tambalearte hasta que terminaste fulminado encima de un sofá. Después tú estabas...ahí, desnudo. Melinda y yo te vestimos...y con la ayuda de Tom...su novio, te trajimos al hospital—explicó sonriéndome.

—¿Qué ironía, no?—musité en voz baja.

—Un poco, si.—rio—Pero ya hablando en serio me da mucho gusto que por fin seas un chico de nuevo...tengo que admitir que de gato te veías realmente lindo y tierno pero aun así me seguías provocando alergia—musitó en voz baja.

—Me gusta más ser un chico—susurré.—Siendo un gato no podía besarte—comenté y automáticamente ella se echó a reír.

—Sigues sin poder hacerlo, de hecho.—se burló.—Y puede que te ofendas pero para mí siempre vas a ser un feles...

—¿Un feles?—pregunté sonriéndole débilmente.

—Creo que al final de cuentas, deberías comenzar a tomar clases de latín...—respondió encogiéndose de hombros de manera despreocupada.

—¡Muy graciosa!

(...)

—¡Christopher, por dios! ¡Date prisa! ¡Estamos llegando tarde!—exclamó Alana desde la puerta de mi habitación.

Me reí en voz baja y me alboroté el cabello antes de ponerme un poco de loción e ir hasta el encuentro de mi novia. Apenas nuestros ojos se encontraron me ofreció una cálida sonrisa que hizo que mi piel se estremeciera, me acerqué seductoramente hasta ella y la abracé por la cintura un momento antes de unir nuestros labios.

—Ya estoy aquí—anuncié y ella suspiró—¿Me veo igual de bien que todos los días, cierto?—cuestioné y ella rio.

—¿Tienes un ligero problema de ego, verdad?—se burló mi novia y yo negué.

—Sólo estoy diciendo la verdad—respondí y ella se echó a reír.

—¡Vamos, Chris! Dejemos de perder el tiempo de una vez que vamos tarde—protestó apartándose de mí.

—Oye, antes de que nos vayamos a la fiesta y todo lo demás, tengo algo para ti—anuncié tomando su mano delicadamente.—Es algo muy sencillo que encontré en el centro comercial pero que cuando lo vi de inmediato pensé en ti...bueno, en realidad en nosotros pero esto es algo para ti—expliqué y ella se echó a reír.

—¿Qué estamos celebrando?—cuestionó en voz baja.

—Nada.—respondí—El hecho de estar juntos...yo creo que ese es un motivo realmente poderoso para celebrar todo el año ¿no lo crees?—Alana me observó un momento y una amplia sonrisa se extendió por su rostro.

—Tampoco exageres—replicó un instante antes de que nuestros labios se volviesen a unir para compartir un pequeño pero tierno beso.

—Lo digo muy en serio—añadí.—Dame un momento...—pedí. Me adentré de nueva cuenta en mi habitación para ir hasta el cajón de la mesa de noche sintiendo como mi corazón comenzaba a acelerarse de a poco. Inspiré profundamente y cuándo volví nuestras miradas se encontraron. Le tendí una pequeña cajita negra de terciopelo bastante similar a la de un anillo de compromiso y sus ojos se desenfocaron un momento.—No es un anillo de compromiso sí eso es lo que estás pensando—señalé—Ábrelo...

Alana me observó en completo silencio un par de segundos antes de tomar de mi mano la caja en cuestión. La contempló con interés y luego la abrió. Una risita divertida brotó de sus labios y negó totalmente divertida sin apartar sus ojos de su nuevo regalo.

—¡Es un gato!—se burló—¡Es precioso!—anunció lanzándose a mis brazos.

—¿De verdad lo crees?—cuestioné.

—Claro. Es muy lindo...y es algo simbólico en nuestra relación sí lo piensas mejor...—respondió y ambos reímos—¡Benditos sean los gatos!—bromeó.

—¡Gracias por joderme la vida, Bastet!—exclamé y ella soltó una carcajada.

—¿Te dije ya que eres mi gato favorito?—cuestionó Alana con una risita burlona.

—No. Pero creo que podrías comenzar a decírmelo...

Sus ojos se desviaron un poco hasta la ventana de mi habitación. Seguí la dirección de sus lindos ojos y solté una carcajada contemplando el gato negro que descansaba sentado en el alfeizar de mi ventaba observándonos fijamente.

—¿Sabías que hay personas que creen que ver un gato negro es de mala suerte?—pregunté en medio de una risa divertida y me giré para mirarla un momento.—Dicen que augura desgracias y todo lo demás...

—¿En serio?—cuestionó cruzando sus brazos por encima de su pecho. Asentí solemnemente antes de atraerla de nuevo hasta mí. Me miró directamente a los ojos y depositó un pequeño beso sobre mis labios.—¿Sigues teniendo la fiel creencia de que las personas se buscan su suerte? ¿Que son las responsables de todo lo que les pasa o les deja de pasar? ¿Y que esto no es cuestión de suerte?—añadió y yo me eché a reír.

—¿Sabes que es lo que yo creo, Ali?—ella negó.—Yo creo que te amo...eso es lo que yo creo...

—¡También te amo!—rio—Tengo una más pregunta para ti—confesó mirándome—¿Te apetece patear un gato?—interrogó totalmente divertida.

—¿Y hacer enojar a una diosa griega?—me mofé.

—¡Era egipcia!—corrigió.

—¡Es lo mismo! ¡No, gracias!

—Creo que ahora que todo ha pasado ya podrías comenzar a escribir tu libro titulado "Cómo ser un gato y no morir en el intento, por Christopher Vélez"—bromeó y yo negué.

—Tú podrías escribir uno llamado ¡Mamá, mi novio es un gato!—comenté y ella se carcajeó.

—Te amo.—confesó acariciando mis mejillas.

—¿Juntos por el resto de nuestra vidas?—cuestioné y ella sonrió.

—Juntos por el resto de tus siete vidas, Christopher Vélez...


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¡Y vivieron felices por el resto de las siete vidas de Chris! JAJAJA.

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All the love, Gloria, xx.

¡MAMÁ, SOY UN GATO!|C.V.|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora