Prólogo: Los culpables
•
Observó el cielo nocturno mientras suspiraba. Desde ahí, en la cama del hospital, no podía reconocer ninguna constelación de las que Nicolás le había enseñado. Dirigió su mirada hacía su vientre, esperando que estuviera grande y abultado como hace meses, pero los bebés ya no estaban dentro de ella.
Hoy cumplía dieciséis años, y definitivamente no quería pasarlo ahí.
Justo después de dar a luz se había desmayado, no había podido verlos. Se sentía exhausta, solo quería llegar a casa y dormir, quería volver a estudiar como antes, quería que su única preocupación fuera que el chico que le gustaba no sintiera lo mismo.
Y así sería.
En cuanto se deshiciera de esos niños todo se arreglaría, ya no seguirían causando más problemas.
En esos ocho meses se convenció de que lo peor que le había pasado en la vida había sido quedar embarazada de esos mocosos. Si ellos no hubieran llegado a su vida, Nicolás nunca la hubiera dejado, su madre no hubiera sido despedida ni los habría abandonado a su padre y a ella, su padre no estaría tan triste, ella no habría dejado la escuela y no habría tenido que sufrir mareos, vómitos y cambios hormonales por unos largos meses.
Todo era por culpa de esos niños, aunque su padre intentara convencerla de que no era así.
No tenía suficiente dinero para abortar, y su padre jamás le daría para hacer semejante cosa. Por lo que se resignó a mantenerlos ocho meses en su vientre hasta darlos a luz para, posteriormente, darlos en adopción.
Su vista se dirigió hacia la puerta abierta, encontrándose con su padre, Raymund. Tenía los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa al mismo tiempo. Sostenía con sus dos brazos un par de bultitos cubiertos con una cobijita celeste. Lizeth hizo una mueca, no los quería cerca.
—Ya despertaste... —Murmuró el hombre mientras se acercaba con cautela —¿Quieres ver lo lindos que son?
Negó con la cabeza mientras apartaba la mirada, no quería ni ver a los causantes de sus problemas. Pero al parecer a su padre no le importó la negativa, se agachó dejando en los brazos de la adolescente a los pequeños con mucho cuidado. Lizeth suspiró y bajo la mirada para ver a los causantes de sus desgracias.
Eran tan pequeños y frágiles en sus brazos, parecían que fueran a romperse en cualquier segundo. La piel lechosa y el poco cabello negro que tenían eran cortesía de su padre. Lizeth se alarmó cuando uno de los bebés comenzó a llorar. Segundos después, tenía a dos niños llorando en sus brazos, exigiéndole algo que no sabía que era. Su padre se sentó a su lado y tomó con delicadeza a uno de los gemelos para empezar a arrullarlo, lo cual hizo que los llantos del niño cesaran un poco.
—Tienen hambre —Le dirigió una sonrisa para después volver su mirada al bebé.
—¿No es mejor que te los lleves y les des leche? —Preguntó con cautela. Raymund la miró con el ceño fruncido.
—La leche materna es mejor.
Lizeth volvió a suspirar mientras miraba al bebé que pedía a gritos que su hambre fuera saciada. Con duda y vergüenza removió un poco la bata celeste que ocultaba su desnudez, dejando al descubierto uno de sus pequeños senos y, con la misma vacilación, acercó al bebé.
Ray sonrió al ver la escena. A pesar de que deseaba con todas sus fuerzas ser abuelo, sabía que para su hija era diferente. Ella los quería dar en adopción, quería deshacerse de ellos a toda costa. Debía convencerla de que era lo mejor que le había pasado, debía evitar que esos niños sufrieran.
ESTÁS LEYENDO
Bienvenido, "papá"
Teen FictionLa tonta e ingenua Lizeth de quince años terminó entregándose a su novio. El cobarde e irresponsable Nicolás, aprovechando la excusa de sus estudios, huyó hacia Alemania por largos quince años. El reencuentro de estos dos no traerá nada bueno, en...