Capítulo 3: Un pésimo día

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Capítulo 3: Un pésimo día.

El tiempo parecía haberse detenido. Lizeth mordía nerviosa el interior de su mejilla mientras pensaba en alguna excusa lo suficientemente creíble para impedir que Nicolás entrara. Pero el más alto ya estaba dentro, calentando sus manos con su aliento.

—El invierno es lo peor, ¿Verdad? —Dijo después de que la mujer cerrara la puerta -Recuerdo que a ti te fascinaba el verano, eso es algo que tenemos en común.

—¿Quieres un café? —Ignoró el comentario y la sonrisa que la acompañaba y decidió tratarlo de la forma más formal posible.

—¡Claro! Sabes que amo el café —Nicolás procedió a sentarse en el sillón de la sala con las piernas cruzadas, mirando a su entorno con suma curiosidad y detalle.

Lizeth casi corrió hacia la cocina, encontrándose con su padre, quien bebía relajado una taza de café mientras revisaba los cuadernos de los gemelos. Ni Zagreb ni Zurich estaban ahí, Lizeth lo agradeció en silencio. Ella se acercó al termo y empezó a servir café, buscando las palabras apropiadas para explicarle a su padre la situación y que mantuviera la calma.

—Nicolás está en el sillón —Soltó sin dejar de echarle azúcar al café. No tuvo que darse vuelta para saber que su padre se había atragantado con el café y ahora intentaba limpiar el cuaderno de su nieto.

—¿¡Por qué lo dejaste entrar!? —Susurró exaltado, dejando arruinado el cuaderno de Zurich de lado.

—¡Él simplemente entró como si nada, no podía cerrarle la puerta en la cara! —Respondió de la misma forma.

—¡Claro que puedes, para eso es tu casa!

—Mira, tu sube y ve con los niños, mantenlos ahí arriba —Indicó —. Intentaré despacharlo lo más rápido posible.

Raymund asintió y ambos salieron de la cocina. Lizeth llevaba el café y un semblante tranquilo mientras que su padre parecía querer matar a alguien.

—¡Buenos días, señor Parker! —Nicolás se levantó de su asiento para saludar a su ex suegro.

—Eran buenos —Respondió el mayor, subiendo las escaleras y dejaba a su hija con el peor yerno que había conocido.

—Casi no le gusta madrugar —Mintió Lizeth, buscando justificar la amargura de su padre—. Toma.

Nicolás recibió el café y se sentó en su sitio, esperaba que Lizeth se sentara a su lado, pero se sentó en frente, en un sillón a parte.

—Decías... —Empezó Lizeth.

—¡Ah, sí! —Dejó la taza en la mesita de centro depués de degustarlo—. Viví un tiempo con un primo que tenía, y de hecho, mi plan era seguir viviendo allí. Pero tuve que volver por mi hermana.

—¿Le ocurrió algo? —Preguntó más por cortesía que por interés.

—Sus dos hijos desaparecieron hace unas semanas —Soltó con amargura —. Volví para apoyarla.

—Oh, lo siento —Fue lo único que pudo decir. Ella sabía lo importante que era para Nicolás su hermana, siempre fue su prioridad.

—Sí, de por sí la tenía difícil criándolos sola —Lizeth entendía lo que quería decir, el padre de los niños se fue un día y no volvió, dejándola sola con los niños. Siempre se preguntó cómo sería estar en sus zapatos, pues ahora lo sabía—. Estoy muy preocupado.

—Sé que los encontrarán. Ahora hay que rezar para que nada malo les suceda —Comentó, aún sabiendo que él no era creyente.

—Bueno —Suspiró mientras agarraba la taza de café —. Cambiando de tema, ¿Esos niños quiénes son? —Señaló con el meñique varias fotos puestas en portaretratos.

Bienvenido, "papá"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora