Capítulo 1: Sorpresa de cumpleaños

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Capítulo 1: Sorpresa de cumpleaños.

El despertador de Raymund anunciaban las seis y media de la mañana. Y como todo buen madrugador, ya estaba duchado y vestido, dispuesto a bajar y hacer el desayuno especial que planeó para sus amores. Normalmente, los fines de semana, el primero en levantarse era él, después seguía Lizeth y por último sus nietos.

Junio 15, el cumpleaños de Lizeth y de los gemelos.

Raymund se encargaría de que fuera un día especial, como siempre había hecho desde que su hija nació.

Bajó las escaleras y se asomó a la habitación de los gemelos. Las cortinas blancas se encontraban cerradas, en el suelo estaban desperdigados varios objetos, desde hojas con dibujos y garabatos hasta ropa; su mirada se posó en la litera de madera ubicada en la esquina del cuarto, alejada de la ventana. Raymund esperaba encontrar a los gemelos dormitando como siempre que se levantaba, pero sus camas estaban revueltas sin rastro de alguno de sus nietos.

El hombre frunció el ceño y miró el reloj de su muñeca, faltaban veinte para las siete, sin embargo parecía más temprano por el oscuro cielo que anunciaba lluvia. Lo más temprano que se habían levantado un fin de semana era a las once de la mañana. Cerró la puerta con sigilo y se asomó a la habitación que estaba a un lado, allí estaba Lizeth, durmiendo tranquilamente, descansando de su turno nocturno.

Lizeth terminó el bachiller después de que Zagreb y Zurich nacieran. A pesar de que Ray insistió en que fuera a la universidad, ella decidió conseguir un trabajo para ayudarlo con los gastos. Lizeth trabajaba en las cámaras de seguridad de un supermercado 24 horas, esta semana su turno transcurrió desde las once de la noche hasta las cuatro de la mañana.

El rubio cerró la puerta de madera con cuidado de no hacer ruido. En ese momento, un olor dulce y adictivo llegó a sus fosas nasales. El olor a vainilla venía de la cocina, cuya luz estaba encendida. Antes de traspasar el umbral unas voces salieron del cuarto.

—¡Mierda, me quemé!

—¡Cállate, los vas a despertar!

Raymund sonrió y entró a la cocina, se apoyó en la isla y esperó a que los gemelos se enteraran de su presencia. Uno de ellos lavaba su mano con ayuda del grifo, mientras que el otro no apartaba la vista del horno.

Estaban horneando un pastel. La idea hizo que su sonrisa se ensanchara. Aprovechando que estaban distraidos y que su hija tenía el sueño pesado, agarró dos sartenes y se acercó lo más posible a ambos. Raymund procedió a golpear las sartenes entre sí, lanzando un grito de guerra que aturdió a los gemelos.

Zurich se dio la vuelta dando la espalda al horno con un cucharón de madera en mano, dispuesto a atacar. Zagreb 

Zurich arrugó el entrecejo al ver la sonrisa divertida de su abuelo, suspiró y dejó el cucharón de lado, se cruzó de brazos y miró con reproche al mayor. Raymund solo se rió.

Zagreb, por otro lado, seguía tirando agua y gritando.

—¡Zagreb, ya cállate! —El gemelo menor intentó caminar hasta donde estaba su hermano, pero al estar el piso mojado, sus pies descalzos resbalaron y cayó de culo al suelo.

Zagreb abrió los ojos y se calló ante la petición de su hermano. Miró a su abuelo con las sartenes en la mano y una sonrisa divertida dibujada en el rostro. Su mirada bajó al piso donde su hermano se intentaba levantar en vano, pues el piso estaba muy mojado. Al saber que fue su culpa, Zagreb se sonrojó y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

Bienvenido, "papá"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora