Capítulo 2: Visita inesperada

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Capítulo 2: Visita inesperada

Lizeth se congeló en su sitio. Sus ojos desorbitados observaban al hombre de pie frente a ella. Hace mucho no veía a Nicolás, había cambiado muchísimo. Ya no era el niño que siempre fue más bajo que ella, había crecido desde que se fue, ahora le pasaba por unos centímetros.

Lizeth despertó de su trance cuando el hombre del puesto le llamó la atención. Le agradeció rápidamente a Nicolás, pagó los algodones, los tomó y quiso irse de ahí, pero el pelinegro la detuvo.

—¡Hey!, perdona las molestias, pero ¿nos conocemos? —Nicolás le sonrió, esperando una respuesta.

—No, no lo creo —Respondió tajante, esquivando al hombre que seguía insistiendo.

—De verdad, te me haces muy conocida.

—Lo siento, estoy apurada —Lo esquivó por última vez para después caminar deprisa hasta su familia, sin atreverse a mirar atrás.

Al alcanzarlos, lo primero que hizo después de darle los algodones de azúcar a sus hijos fue besar sus frentes con cariño. Los chicos se miraron entre ellos por unos segundos y le preguntaron al unísono a su madre:

—¿Estás bien?

Ella asintió con una sonrisa mientras le pellizcaba el dulce de Zurich para después comérselo. Ray se mantuvo en silencio.

—Vamos a empezar el recorrido de una vez, ¿no?

Los tres asintieron y comenzaron a caminar. Mientras los gemelos discutían entre ellos para decidir qué verían primero, si los monos o las aves; los adultos caminaban detrás de ellos, entablando una conversación que debía mantenerse entre ellos.

—¿Te sucede algo?, estabas pálida cuando volviste —Le susurró su padre, vigilando que sus nietos no voltearan ni escucharan su conversación.

Lizeth se quedó en silencio por unos segundos. No quería que Nicolás viera a sus hijos, no aún. Ya se encargaría de hablar de manera calmada con él.

—Me encontré con Nicolás.

Raymund se sorprendió por unos efímeros momentos. En el fondo de su ser, esperaba que Vlensky nunca más volviera y cayera muerto en algún lugar de Alemania.

—¿Vas a decirle? —Preguntó, aún sabiendo la respuesta.

—Sí, pero no ahora.

—No deberías —Musitó Ray, muy bajito, pero por la cercanía que tenían su hija lo pudo escuchar.

—Es su padre, tiene derecho a saberlo y debe hacerse cargo.

—Los tres estamos bien como estamos, Lizeth —Insistió —. Que Vlensky se entere solo traería problemas.

La rubia se mantuvo en silencio por unos instantes.

Cuando los gemelos cumplieron trece años no paraban de cuestionar las historias que les contaba para justificar la falta de una figura paterna, por lo que se vio obligada a contar la verdad, pues creía que entre más tiempo pasase, más difícil sería. Ellos lo entendieron todo y solo abrazaron a su madre. Desde eso, le tienen rencor a su padre. Ese rencor se volvería un grueso caparazón, que evitaría que Nicolás pudiese acercarse a ellos. Claro, si es que quería.

Eso sin contar el miedo que se apoderaba de ella al pensar que Nicolás podría enojarse con ella por ocultárselo, contratar a uno de esos abogados que cuestan más que su propia vida y quitarle a sus retoños.

—¡Mamá!

Lizeth paró en seco a la vez que levantaba su mirada para ver a Zagreb, quien la miraba con el ceño fruncido.

Bienvenido, "papá"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora