CAPITULO 7 - CUARTO AMARILLO

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Ding   dong  ding   dong.
Sonó timbre.
¿Por qué tengo que ir?, quería dormir más tiempo, creo que estas cosas ya no me hacen efecto.
Baje las escaleras, el cuarto estaba oscuro aún así, podía notar el color de las paredes.
-¿Quién es?-.
-Ya sabes quién soy, abreme-.
-Ni de coña voy a abrirte, se que hay un carro con dos de tus enfermeros para llevarme-.
-Solo quiero que estés bien, tienes que salir, tener una vida, estudiar y...
-Me importa una mierda, sabes que puedo hacer todo eso sin tus enfermeros-.
-Al menos come-.
-Soy vegetariano maldito imbécil-.
-Además de drogadicto-.
-No se necesita ser un genio para saberlo, ahora vete que no puedes hacer nada, es muy tarde hermano-.
-Nos vemos el domingo, Marco-.
-Llevate a tus enfermeros-.

Subí las escaleras y volví a dormir.
Tiempo después suena la alarma, 3:30 am, se siente un asco estar cuerdo.
Suena el timbre, ya no es el.
Bajo más rápido las escaleras que la vez anterior, esta vez abro la puerta.
-Pasa, sólo 5 minutos y te largas-.
-Solo vengo a dejarte tu pedido, aqui tienes toda la mierda que te metes, pero primero el dinero, sabes cuanto es-.
-Si lo sé, apestas, ¿Acaso haz hecho ejercicio?- mencioné mientras sacaba los billetes de la cartera.
-De alguna manera hay que sacar lo que entra por la nariz, nos vemos-.
-Abre la puerta, vete y bañate por el amor de dios-.
Se fue, volví a subir las escaleras.
El cuarto amarillo esta limpio, sin cucharas quemadas, sin agujas, limpio.
Ya es la última.
Busqué debajo de la cama lo de siempre.
Me inyecte una y otra vez.
Volaba, me movía, no subía ni bajaba pero sentía.
Nunca siento el tacto, desde que el se fue.
No quiero sentir eso, me da asco.
Inhale el polvo blanco.
Quiero correr, correr de todo, correr de las terapias, del lavado de estómago, duele.
Asco.
Tome las pastillas, las 25 en cuestión de segundos.
Quiero dormir.
No siento nada.
Dormí pero rápidamente desperté, no sentí nada a pesar de ya estar despierto y no drogado.
Me veo a mi mismo, tirado en el suelo café del cuarto amarillo.
De ese color lo pinte para no sentirme triste y no drogarme.
No quería drogarme, nadie me ayudaba.

"El cuarto era amarillo, pero no me sentía amarillo, me sentía de color blanco y triste".

"Frases e Historias de una vida Adolescente"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora