Silencio | Kacchako

Capítulo 2

Camino rápidamente hacia el pasillo donde daba hacia la entrada principal, se quedó  maravillada con lo que veía, y no puedo evitar que se formará una boba sonrisa en su cara, corrió hasta el mientras alzaba sus brazos dando a entender que deseaba tocarlo, sentirlo y darle amor.

Qué lo extrañaba y que se sienta sola.

Un gruñido y una pequeña maldición llegaron a sus oídos.

- Ahora no, maldita cara redonda. No estoy de humor - dijo mientras se disponía a quitarse los zapatos y colocarse unas pantuflas.

Paro lentamente, y solo asintió aún con su sonrisa pegada en toda su cara. Se sentía realmente feliz de verlo, había pasado siglos desde la última vez que la vio. Se quedó observando cada fibra de él, desde su cabellera ceniza, hasta las puntas de los pies, no le faltó ni una pestaña, porque quería memorizarse todo de el.

Un sentimiento amargo apareció.

Si, quería memorizar todo de el, tatuarlo en sus ojos, recordar cómo se veía, porque presentía que pasaría mucho tiempo para que lo volviera a ver, algo triste de pensar.

Miro como caminaba por el pasillo para llegar a la sala. Observo su forma de caminar, el ceño fruncido que tenía, la manera en como movía los brazos, y la presencia que el emanaba, confianza y poder. Era lo que decía al rededor de el.

Preparo sus fosas nasales para el momento en que pasara enfrente de ella, extrañaba su olor, el original, su verdadera esencia, su rudo aroma de nitroglicerina y extrañamente de canela. Y en cuanto pasó fue lo que olió, ahí estaba la nitroglicerina aún que no tan fuerte y la dulzura de la canela, pero también percibió otro olor, ¿Durazno?.

¿Por qué percibía el aroma a durazno? ¿Y porque le sonaba tan familiar?

Durante los 3 años que ha tenido de relación con Katsuki Bakugo, nunca había olido ese aroma. Llevaban viviendo juntos desde hace un año y medio, sabía muy bien cuál era el aroma que desprendía.

Dió una pequeña miraba más, y se dió cuenta de que a pesar de que sus ropas se miraba sucias y apestosas, el no se miraba así, se veía limpio, fresco, sin ninguna gota de sudor, y un poco menos tenso.

Como si hubiera hecho algo y después borrará todo rostro de aquello para que no descubriera que es lo que hizo.

Se llevó una mano a la altura de su pecho, agacho un poco la mirada y pensamiento bizarros empezaron a carcomer su mente.

Si no fuera por el sonido de un cuerpo tirándose sobre un sofá y un bostezo con un gruñido. Su mente hubiera sido devorada.

- ¿Quieres algo para desayunar, Katsuki-kun? - mencionó Uraraka mientras avanzaba hacia donde se encontraba el, disponiéndose a sentarse junto a él.

- ¿Qué hiciste? - soltó bruscamente.

Ella solo sonrió, estaban conversando.

¿Por qué pequeñas cosas como estas la hacían tan felíz?

- Un sándwich de queso derretido con café - comento mientras su espalda tocaba el respaldo del sofá

- ¿¡Ah!? ¿¡Un jodido sandwich con queso!? - grito mientras se levantaba del sofá y miraba como Uraraka se tensaba y se erguia rápidamente - ¿Acaso lo único que piensa tu  gran cabeza hueca es en comer grasas y carbohidratos? - aproximó su dedo a la frente de ella, haciendo que bajara la mirada - Es por eso que estás maldita mente gorda - dijo mientras se disponía a irse al baño sin voltear a verla, mientras azotaba la puerta del baño grito.
- QUIERO UNA MALDITA MALTEADA DE PROTEÍNA CON UNOS HUEVOS CON TOCINO, MALDITA VACA -

Y ahora lo que inundaba sus oídos era el sonido del agua que caía velozmente.

De sus ojos marrones.