2

755 44 5
                                    


—Halt! —exclamaba un hombre en una lengua extranjera dirigiéndose a las dos mujeres.

Ellas siguieron caminando como si no hubiesen escuchado nada, sumando el echo de que no entendían aquel idioma.

— ¡Alto! —exclamó ahora en un idioma que ambas Francesas ahora deseaban no entender.

— ¿Qué ocurre?

— ¿Mademoiselle, no sabe qué hora es?

— Yo lo sé, pero recibí una llamada del centro de policías porque mi hermana ha sido detenida. —replicó Irène sin nervios, aparentando que aquella conversación no era la primera que sostenía con un Alemán.

—En caso de que usted me mienta, permítame acompañarlas.

— No, gracias estaremos bien solas.

Irène no sabía el destino de su paradero, si alguien llegaba a verlas con un Alemán durante el toque de queda sería su fin. Los vecinos se especializaban en encontrar a las "traidoras", aquellas jovencitas o mujeres casadas que se relacionaban con los foráneos sin titubear.

— No puede negarse, es más, ningún otro soldado se le acercara.

Ambas mujeres continuaron su camino, sin decir una sola palabra entre ellas ni mucho menos para dirigirse al hombre que se posicionaba detrás.

— ¿Disculpen? —aquella palabra hizo que las mujeres dirigieran su mirada hacía el soldado— ¿Ambas son realmente Francesas?
Ambas mujeres callaron, lo único que se podía escuchar era el sonido de los grillos y del viento que golpeaba los árboles.

—¿No me van a responder? —nuevamente no hubo respuesta, sólo silencio — yo pregunté eso porque tú pareces norteamericana, como una estrella de cine. —decía mientras tocaba el cabello ondulado de Irène.

"Esa es la frase de cortejo más absurda que jamás he recibido, considerando que esta es la primera..." pensaba Irène.

Al no recibir respuesta o reacción alguna el hombre empezó a parlotear en Alemán, quizás era la pronunciación del idioma o en realidad estaba enojado. 
Siguieron su camino hasta el lugar donde las llevo el hombre y cuando llegaron, los nervios invadieron sus cuerpos al estar rodeadas de tantos soldados.  A lo lejos, un hombre alto, rubio y de ojos azules, el clásico prototipo del hombre alemán le hizo un gesto al soldado que acompañaba a Irène y Florence.

Ambos hombres comenzaron a hablar en su lengua madre, por lo que Irène y Florence quedaron totalmente excluidas de la conversación.

— ¿Por qué viene escoltando a estas mujeres? —

— Teniente Engels, esta mujer de aquí, me ha dicho que recibió una llamada para recoger a su hermana, quien fue detenida —Respondió el soldado con la voz temblorosa.

— ¿Recoger? —el teniente Engels bufó— seguramente entendió lo opuesto de la llamada.

El soldado se sintió avergonzado y no tuvo nada más que decir.

— ¿Habla usted Francés? — preguntó el oficial Engels.

— ¡Sí, señor!

—Por favor, sea mi intérprete...

Entonces el soldado se aproximó a Irène para darle el mensaje del teniente Felix Engels.

AMOR DE BARBARIE | Segunda Guerra MundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora