"Tarde" sonó una voz en mi cabeza "como siempre".
El autobús llegaba tarde.
Ella se estaba estresando y se lo notaba. Podía notar esa frustración dentro de mi propio cuerpo.
"Cállate" le dije.
"No" me contestó rotundamente.
Estuvimos en silencio en el banco de la parada. No había manera de que se sentara. No paraba de dar vueltas sobre si misma, luego en círculos. No se estaba quieta.
Noté como pensaba. Noté su negatividad como un zumbido constante en mi oreja.
"Que pares"
"Que no quiero, todo es una puta mierda. Hoy es un día de mierda y todo en esta puta vida es una mierda".
No paraba, se estaba agobiando y me estaba agobiando a mi. Me estaba quitando las ganas de todo, incluido vivir. Era insoportable.
El bus apareció al poco. Subimos y pagamos. Nuestro sitio de siempre estaba ocupado. Pero no pasaba nada, solo teníamos que coger otro. Pero la noté tensa. De nuevo, dominaba en mi mente una sensación de estrés continuo.
"¿Qué?"
"Ese es nuestro sitio"
"No lo es, está ocupado. Vamos a otro".
"Es NUESTRO sitio"
"Vamos a otro"
"No me gustan los cambios, lo sabes, me hacen sentir insegura"
"Cállate"
"No"
"CÁLLATE"
Se cayó. Se quedó mirándome a los ojos un rato con mirada acusadora.
"No me grites más"
"Pues cállate"
Nos sentamos en otro sitio y por fin dejamos de discutir.
Pero empezó a recorrerme una sensación incómoda, como si todas las personas que estaban viajando en el autobús me estuvieran mirando fijamente mientras me juzgaban y me evaluaban.
Era ella volviendo a jugar con mi mente a su antojo. Siempre tenía que salirse con la suya. La miré.
"Para"
"No"
"Joder, ya empezamos otra vez"
De nuevo la misma historia.
Empezó a pesarme el cuerpo, se me iban gastando las energía y se me quitaban las ganas de vivir. Otra vez ese sueño falso.
Llegamos a nuestra parada. Me levanté del asiento y ella vino detrás mía. Nos bajamos. La calle estaba solitaria, solo estábamos ella y yo.
Pero ella no iba a consentir no haberse salido con la suya.
Empezó a recorrerme un escalofrío por toda mi columna vertebral. Se me erizaron los pelos de nuca. La sensación de acoso invisible seguía obsesionándome y volviéndome loca. Sentía que había otra persona en la calle... o personas.
De repente, me di cuenta de que no estaba sola sino que había más gente en la calle que yo creía solitaria. Todas esas personas estaban mirándome fijamente. Juzgándome. Pensando sobre mi, pero nada bueno.
O, al menos, yo lo sentía así.
Miles de malas palabras inundaron la cabeza, como si les estuviera leyendo la mente.
"Mira a esa, que pintas lleva"
"¿No está demasiado gorda para vestir así?"
"¿Quién se cree que es para llevar esas pintas?"
"¿Y esa cara? Eres demasiado fea para ir sin una bolsa en la cabeza"
"Que asco me da esa chica"
BASTA. Sentía sus ojos clavados en mi. Sentía mi cuerpo encogerse para intentar desaparecer en si mismo.
Era ella. Ella me estaba haciendo esto.
"PARA, DEJA DE INTENTAR APROPIARTE DE MI MENTE"
"Que tonta, ya lo he hecho"
"FUERA, FUERA DE MI"
"No puedes echarme, ahora eres parte de mi"
Eché a correr. Corrí todo lo que pude, lo que mis piernas me permitieron hasta llegar a la puerta de mi casa. Abrí corriendo, no quería que me alcanzara. Las llaves me temblaban en la mano tras dos intentos fallidos, al tercero la pude abrir y entrar. Cerré la puerta de golpe. "NOENTRESNOENTRESNOENTRES"
"Te lo dije una vez y te lo voy a volver a repetir, amiga mía"
Me giré y allí estaba, plantada delante de mis narices. Había conseguido entrar en mi casa, sin mis llaves, sin mi permiso, solo porque ella lo había querido.
"Puedo entrar cuando quiera y como quiera. Jamás podrás huir de mi, porque tu y yo no somos personas diferentes ¿recuerdas?"
No quería seguir escuchándola, pero no podía impedirle seguir hablando. Nunca había podido impedirle nada.
"Muy bien, espero que lo hayas entendido ya. Ahora, sabes que tienes qe hacer todo lo que yo te diga ¿no?"
"Si"
Había un espejo a nuestra izquierda, me lo señaló.
"Mirate en él"
Lo hice, sin quejarme. Me reflejé en el, como lo haría en cualquier otro espejo. No tenía nada especial, solo un espejo ahí plantado delante mía.
Hasta que ella se puso al lado mía, porque el espejo no reflejó su imagen. Debería haberlo tenido asimilado desde hacía tiempo, pero siempre me seguía sorprendiendo una vez volvía a enfrentarme a la situación.
Claro, ella no podía reflejarse porque ella no era una persona. Solo estaba mi reflejo porque ella y yo, eramos la misma persona.
No había manera de huir o defenderme de ella.
Estábamos unidas, fusionadas.
La misma persona, sin ninguna duda.
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Un libro para no leer.
De TodoEste libro narra la historia de una vida mediante mataforas y referencias.